https://www.youtube.com/watch?v=-oqIvP3XexY?rel=0
Zarpamos de Reikiavik a las cinco de la tarde. El cielo estaba casi completamente cubierto, había poco viento y el mar estaba relativamente en calma. Pasamos casi dos horas en cubierta. Primero, viendo como se deslizaba frente a nosotros la costa de la bahía de Faxaflói. Al principio, la ciudad de Reikiavik dominaba el paisaje en el costado de babor. Un entorno completamente urbano, que poco tenía que ver con el resto de la isla. En cambio a estribor, la vista era completamente distinta. La abrupta costa de Vesturland, con restos de nieve en sus montañas, nos recordaba los agrestes paisajes de Islandia. Lentamente dejamos atrás Reikiavik y la costa de la península de Reykjanes se fue volviendo menos urbana. En la llanura, difuminados por por la bruma, podíamos ver algunos volcanes recortándose sobre una espesa capa de nubes bajas.
Sobre las seis y media pasamos frente al faro de Garður, en el extremo occidental de Reykjanes. La costa de Islandia iba quedando atrás. Desde popa, la veíamos alejarse, con una mezcla de melancolía e ilusión. La perspectiva de llegar a Groenlandia en poco mas de un día compensaba la sensación de tristeza por zarpar de una isla que nos había impresionado mas allá de nuestras expectativas. Dejamos la cubierta de popa cuando las montañas de Islandia eran poco mas que tenues siluetas apenas visibles sobre el horizonte. Un rato después, hubo un extraño anuncio por megafonía. El capitán, en un inglés poco inteligible por su marcado acento holandés, nos deseo una feliz navegación con destino a Prins Christian Sund donde, «si todo iba bien», llegaríamos en menos de cuarenta horas. Ese condicional, especialmente remarcado y viniendo de un capitán de barco, me trajo un mal presentimiento. ¿Qué podía ir mal? ¿Acaso íbamos a chocar con un iceberg y acabar como el Titanic? Pero, recordando nuestra racha reciente, con al menos una escala cancelada en cada uno de los tres últimos cruceros, me dio la sensación de que nos estaban preparando para una mala noticia.
Pasamos lo que quedaba del día y el día siguiente aprovechando para reponernos de las intensas jornadas en Islandia. Viendo las fotos que habíamos hecho en la isla, leyendo algo sobre Groenlandia o simplemente descansando y recuperando fuerzas de cara a los próximos días, que presumíamos iban a ser intensos. El mar estaba completamente vacío. No se veía absolutamente nada: ni tierra, ni otros barcos, ni tan siquiera algún ave solitaria cruzando el océano. En ocasiones, casi no veíamos ni el mar, del que solo nos separaban unos cuantos metros. Continuamente entrábamos y salíamos de bancos de niebla que, a veces, eran tan espesos que solo permitían ver unos metros por delante de la proa del MS Rotterdam. A pesar de contar con todo tipo de ayudas a la navegación, cuando la niebla era especialmente densa, el barco hacía sonar periódicamente su sirena, advirtiendo de nuestra presencia. Alguna vez, el sonido me sorprendió en cubierta. Impresionaba escucharlo en medio de la soledad mas absoluta y con una visibilidad prácticamente reducida a cero. ¿Cómo habría sido navegar por estos mares antes de que se inventasen el radar y el sistema AIS?
A última hora de la tarde, se cumplieron mis peores augurios. Un nuevo anuncio por megafonía nos daba la mala noticia: había una acumulación de hielo excepcional en Prins Christian Sund, que hacía totalmente imposible atravesar el paso. Pero había mas: la gran cantidad de hielo también impedía fondear frente a Nanortalik. Tocaba cambio de itinerario: en lugar de atravesar Prins Christian Sund, pasaríamos al sur del cabo Farewell (Uummannarsuaq para los inuit), navegando al día siguiente por el fiordo de Tunulliarfik, también conocido como Eriksfjord. Además, la escala en Nanortalik se cambiaba por otra en Narsaq. La decepción fue generalizada, pues para muchos de los pasajeros, entre los que me incluyo, navegar por Prins Christian Sund era el punto álgido del viaje. Pero no había mucho que hacer al respecto.
Al día siguiente, desperté poco antes de las siete de la mañana. Todavía tenía una débil esperanza de que, durante la noche, las condiciones del hielo hubieran cambiado y finalmente atravesáramos Prins Christian Sund. Salí a cubierta, pero no había el menor rastro de tierra. Mas allá de la proa, el enésimo banco de niebla cubría el horizonte. Intenté consultar la localización en el móvil, sin éxito. Mi última opción era sintonizar en el camarote el canal que mostraba la ubicación del barco en tiempo real. Malas noticias. Habíamos superado el cabo Farewell y navegábamos con rumbo ONO por el mar de Labrador. Nuestro siguiente destino era la entrada al fiordo de Tunulliarfik. Prins Christian Sund tendría que esperar.
En https://depuertoenpuerto.com/en-el-estrecho-de-dinamarca/ se puede ver otra travesía entre Islandia y Groenlandia, en esta ocasión hacia el norte.
En inglés, recomiendo visitar la página https://www.whoi.edu/oceanus/feature/into-the-wild-irminger-sea/. Es algo antigua, pero contiene varias entradas interesantes sobre una expedición científica por la zona.
Hay numerosos videos de la travesía de Prins Christianssund. En https://www.youtube.com/watch?v=lEPE1LobZzg se puede ver un time-lapse de la travesía completa, grabada por un oficial del MS Zuiderdam, otro barco de Holland America, tan solo 39 días después de nuestro fallido intento.