La Fenice hunde sus raíces en el siglo XVIII, cuando en 1774 un incendio destruye el Teatro San Benedetto, entonces el más importante de Venecia. El teatro fue reconstruido, pero la rica familia Venier, dueña del terreno, reclamó su propiedad. Los Venier ganaron el pleito y, en 1787, la «Nobile Società di Palchettisti» (que se podría traducir como la Noble Sociedad de Abonados de Palco) tuvo que abandonarlo. Decidieron construir un nuevo edificio, en un terreno junto al Campo San Fantin. El 16 de mayo de 1792, tras casi dos años de obras, se inauguraba el teatro, que había vencido al fuego y la adversidad. Había nacido La Fenice.
En 1836, el teatro volvió a arder, aparentemente por culpa de una estufa defectuosa, perdiéndose la sala principal y parte de las dependencias. La reconstrucción fue encargada a dos hermanos, Tommaso y Giovanni Battista Meduna, mientras que la decoración fue diseñada por Tranquillo Orsi y Giuseppe Borsato, que crearon un recargado espacio estilo Imperio. Fue inaugurado por segunda vez el 26 de diciembre de 1837 con la configuración actual, de 174 palcos repartidos en cinco hileras.
Pero el fuego parecía no querer dar tregua a La Fenice, que volvió a arder el 29 de enero de 1996. El incendio fue provocado por dos electricistas, intentando evitar la penalización por retrasarse en la entrega de un trabajo. La reconstrucción comenzó en 2001, bajo la máxima «como fue, donde fue». El objetivo era reproducir, con la mayor fidelidad posible, el edificio del siglo XIX. Se buscaron planos, se recopilaron fotografías y se visualizaron películas grabadas en el interior del edificio destruido. Las únicas modificaciones fueron de carácter tecnológico, actualizando diversos sistemas, como la iluminación, la climatización o el escenario. El resultado es el teatro que podemos ver actualmente, inaugurado por tercera vez el 14 de diciembre de 2003.
En la actualidad, hay dos formas de visitar el interior de La Fenice. La más cara y complicada, pues las entradas suelen agotarse con mucha antelación, es asistir a uno de sus conciertos. La otra opción es realizar una visita turística. Es recomendable comprar previamente las entradas en la web del teatro, para evitar colas y asegurarse de que no haya algún ensayo o representación que impida el acceso. Justo lo que no hicimos nosotros, visitando La Fenice durante el primer verano del coronavirus.
La visita permite recorrer algunos palcos y varias de las salas auxiliares, como los Salones Apolíneos, de los que tan solo las paredes sobrevivieron al incendio de 1996. Una vez más, en la restauración se emplearon técnicas y materiales similares a los originales, con un espléndido resultado. Entre las salas, destaca el Gran Salón, ubicado justo sobre la entrada principal. Las tres grandes ventanas que hay sobre ésta son las que dan al salón su espléndida luminosidad.
En la zona de los palcos, el más llamativo es la Logia Imperial. El gran palco, asombrosamente recargado, tiene su origen en la ocupación francesa, a principios del siglo XIX. En 1807 se eliminaron seis palcos para crear un gran espacio improvisado, desde el que Napoleón Bonaparte pudiera disfrutar de Il Giudizio di Giove, una cantata compuesta por Lauro Corniani Algarotti para conmemorar la llegada del emperador a Venecia. Al año siguiente, sería sustituido por un palco permanente.
La nueva disposición se mantuvo en la reconstrucción de 1837, cuando Venecia estaba dominada por Austria. Para ser modificada en 1848, durante la efímera República de San Marco, pues era considerada como un símbolo de la opresión imperial. En su lugar, se instalaron nuevamente seis palcos, devolviendo el teatro a su configuración original. Tras la victoria de las tropas austriacas, se ordenó restaurar la Logia Imperial a su antiguo estado, para lo que incluso se recurrió al ya anciano Giuseppe Borsato, encargado de la decoración del palco en 1837.
La visita también incluye una exposición permanente dedicada a María Callas, con fotos de la artista y carteles de sus actuaciones en La Fenice. La soprano saltó a la fama por su interpretación, con tan solo 24 años, del difícil papel protagonista de Tristán e Isolda. Desde entonces, estuvo muy vinculada al teatro veneciano, donde entre 1947 y 1954 participó en interpretaciones de Turandot, La Walkiria, I Puritani, Norma, La Traviata o Lucia Di Lammermoor.
Mas allá de su interés estético, visitar La Fenice es conocer de primera mano parte de la historia de Venecia. En su dilatada existencia, el teatro fue testigo de la agonía de la vieja República, la ocupación francesa, el dominio imperial austriaco, los levantamientos populares contra éste y el advenimiento del reunificado Reino de Italia. Logró sobrevivir a todos, para llegar hasta nuestros días como uno de los templos mundiales de la lírica.
Muy interesante el artículo en iOpera.es: https://iopera.es/teatro-la-fenice-de-venecia/.
En MissCircunstancias hay una entrada sobre La Fenice: https://misscircunstancias.com/visita-el-teatro-la-fenice-y-la-exposicion-de-maria-callas.
Por último, mencionar el artículo en Etnias del Mundo: https://etniasdelmundo.com/teatros/teatro-la-fenice/.
En inglés, la página oficial del teatro está en https://www.teatrolafenice.it/en/la-fenice-foundation/visit-opera-house/.
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