Había visitado por primera vez Siglufjörður en el verano de 2021, mientras recorría con Olga una Islandia medio vacía, con su turismo aun afectado por los coletazos de la pandemia. Aunque no tuvimos tiempo de recorrerlo con la calma que parecía merecer, el lugar nos había encantado. Y su espléndido hotel se había convertido, por méritos propios, en mi nuevo alojamiento preferido en la isla. Apenas seis meses después, me encontraba en Akureyri, sin un plan demasiado concreto para lo poco que quedaba del día. Se acercaba una profunda borrasca y debía decidir dónde pasar la noche. Finalmente, el recuerdo de la anterior estancia en el hotel Sigló acabó empujándome a ir hasta Siglufjörður. ¿Qué mejor lugar para quedarse bloqueado si finalmente se cumplían los peores pronósticos?
Pronósticos que al final no se materializaron. Cuando desperté al día siguiente, todavía no había amanecido. Mientras desayunaba, el día iba desplegándose lentamente, al otro lado de las ventanas del hotel. Una mañana asombrosamente serena, sin viento y con el cielo prácticamente despejado. Decidí salir a dar un tranquilo paseo por los alrededores, con una extraña mezcla de alegría y decepción. ¿Dónde estaba el temporal?
El conductor de la máquina quitanieves, que daba vueltas de un lado a otro de la diminuta ciudad por una carretera casi completamente limpia, debía estar haciéndose la misma pregunta. Siglufjörður se desperezaba lentamente, en medio de una gélida mañana. La temperatura, de -7ºC, era suficientemente baja como para congelar parcialmente la superficie del fiordo. El agua, lisa como un espejo, se entremezclaba con pequeñas placas de hielo, creando extrañas tramas. El cielo empezaba a clarear hacia el este, iluminando las blancas cimas circundantes. El amanecer prometía ser hermoso.
Di un breve paseo por el puerto. Desde el colapso de los bancos de arenque, Siglufjörður ha perdido la mitad de su población. Sin embargo, el declive parece haberse detenido y la pequeña ciudad se ha volcado en el turismo. No le faltan atractivos. Un magnífico museo sobre su pasado pesquero, pistas de esquí, un festival de música o la hermosa naturaleza circundante se unen a las infraestructuras turísticas con que la ciudad se ha dotado. Entre las que destaca el magnífico hotel, levantado en el corazón de los antiguos muelles pesqueros. Muy cerca, unos antiguos barracones alojan un par de restaurantes. Todo ello en una de las localidades más septentrionales de Islandia, a menos de 46 kilómetros del círculo polar ártico.
El relativo auge de Siglufjörður contrasta con el evidente estancamiento de la cercana Ólafsfjörður. Ambas comparten una ubicación protegida, en el norte de la espectacular península de Tröllaskagi. Ambas se vieron beneficiadas por la apertura de los túneles de Múlagöng y Héðinsfjarðargöng, que acabaron con su secular aislamiento. Y ambas comparten administración, al estar integradas en el ayuntamiento de Fjallabyggð, creado en 2006 con la fusión de los dos municipios. Quizá en Siglufjörður hayan aprendido las lecciones del pasado y ahora promueven un turismo sostenible, manteniendo viva la esencia de la comunidad local y la conservación de su entorno. Y quizá también ayude que el empresario Róbert Guðfinnsson apueste decididamente por su ciudad natal. Aunque ya no sean de su propiedad, él hizo construir el hotel Sigló y los anexos Kaffi Rauðka y Hannes Boy Café. En la actualidad, parece estar centrado en gestionar la firma biotecnológica Genis, también radicada en Siglufjörður.
En principio, pensaba visitar el Museo de la Era del Arenque, premiado como mejor museo de Europa en 2004. No habíamos podio entrar en 2021 y de nuevo me quedé con las ganas, pues en invierno tan solo abren bajo cita previa, para grupos de al menos 15 personas. Tuve que conformarme con prolongar mi tranquilo paseo, mientras el cielo se teñía lentamente de azul. La nieve de las montañas brillaba cada vez con más intensidad y las difusas nubes adoptaban sutiles tonos rosáceos. El amanecer avanzaba con la parsimonia característica del Ártico. Eran casi las nueve de la mañana y el sol no se decidía a aparecer. En cualquier caso, yo tenía que llegar a Stykkishólmur, a 351 kilómetros de distancia, recorriendo el extremo occidental de la Carretera de la Costa Ártica y, después, parte de la costa septentrional de Snæfellsnes. El temporal se anunciaba ahora para las seis de la tarde. Lo más prudente era partir sin la menor dilación.
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Para ampliar la información.
Nuestra anterior visita, en verano, está en https://depuertoenpuerto.com/siglufjordur/.
En https://depuertoenpuerto.com/diez-dias-de-invierno-en-islandia/ encontrarás todo mi segundo recorrido invernal por Islandia.
El blog de Jordi Pujolá tiene una entrada sobre Siglufjörður: https://escritorislandia.com/siglufjordur-islandia/.
En inglés, Guide to Iceland tiene un breve artículo sobre la población: https://guidetoiceland.is/travel-iceland/drive/siglufjordur.
La web oficial de la Carretera de la Costa Ártica tiene una breve página sobre Siglufjörður: https://www.arcticcoastway.is/en/moya/extras/destinations/siglufjordur.
En el blog Full Suitcase podemos encontrar un largo post, en el que además describen una visita al Museo del Arenque: https://fullsuitcase.com/siglufjordur-iceland/.
La web oficial de Fjallabyggð, municipio en el que está integrado Siglufjörður puede consultarse en https://www.fjallabyggd.is/en/home.
La página del hotel Sigló esta en https://www.keahotels.is/siglo-hotel. La de sus cafés y restaurantes en https://www.sigloveitingar.is/.
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