Decidí enmendarlo en mi segundo viaje otoñal a Islandia, donde tenía pensado dormir una noche en alguno de sus hoteles. Lo que no había previsto era hacer del lugar mi tercera escala en Islandia. Pero la imposibilidad de reservar habitación en Fjalladýrð me empujó a desviarme hasta Raufarhöfn, haciendo de la diminuta localidad el punto final de una larga etapa de conducción. Algo que procuro evitar en Islandia, pero a lo que me vi abocado por mi intención de centrar el viaje en la esquina nororiental de la isla. A las siete y media de una brumosa tarde otoñal, bastante cansado tras conducir 538 kilómetros y realizar un par de visitas por el camino, llegaba al hotel Norðurljós. Con el tiempo justo de hacer un par de fotos, antes de que cayera la noche, y cenar tranquilamente en el hotel.
Hotel que estaba junto al puerto, así que comencé el día siguiente dando un tranquilo paseo por lo que, en el fondo, es la razón de ser de Raufarhöfn. Y la de su nombre, que se traduciría al español como «puerto de la hendidura», haciendo referencia al puerto natural, que ya parece estar mencionado en las Sagas. Aunque la historia moderna de Raufarhöfn comienza en 1833, cuando se autorizó la instalación de un puesto comercial. Dos años más tarde, llegó un barco con un edificio prefabricado, destinado a ser Búðin, la tienda local de mercancías. Se inauguró al año siguiente y, durante décadas, fue una de las construcciones más grandes de Islandia. A partir de 1875 comenzó a consolidarse un núcleo de población estable.
En 1900 los noruegos construyeron una factoría para procesar el arenque. Como otros lugares del norte de Islandia, Raufarhöfn tuvo un crecimiento explosivo. En 1944 era el segundo puerto más importante de la isla en capturas y procesado de arenque, tan solo por detrás de Siglufjörður. La población estable rondaba los 500 habitantes, que podían llegar a los 2.000 en plena temporada. Hasta que, en 1967, los bancos de arenque colapsaron. Nadie está seguro de las causas, aunque con toda probabilidad una de ellas debió ser una pesca feroz, que esquilmó la especie.
Perdida su principal fuente de ingresos, la pequeña ciudad entró en un largo proceso de decadencia. Y, como los males no suelen llegar solos, en 1956 Búðin había ardido hasta sus cimientos. En la actualidad, la diminuta población apenas supera los 180 habitantes. Aunque al menos ha logrado evitar el destino de lugares como Djúpavík o Eyri, que quedaron completamente deshabitados.
Después, me dirigí al faro ubicado en Raufarhafnarhöfði, la península que sirve de protección al puerto natural. Raufarhafnarviti fue levantado en 1931. La torre apenas mide 10 metros de altura, con el plano focal situado 33 metros sobre el nivel del mar. Como tantos faros islandeses, es un edificio meramente funcional, pintado de un llamativo color naranja. El motivo es que, durante el día, también sea fácilmente distinguible, lo mismo esté el campo circundante verde, blanco por la nieve o amarillo durante el breve otoño de Islandia.
Raufarhafnarhöfði resultó ser mucho más interesante de lo que había previsto. Tampoco exploré mucho la península, pero un breve paseo me sirvió para descubrir un pequeño arco natural, acompañado de algunos islotes y escollos. Todo ello aderezado con numerosas aves, sobre todo fulmares, que revoloteaban por el lugar. Lo mismo rozando el agua que recortándose sobre las grandes nubes que dominaban el cielo hacia el sur. Acabé pasando en la península bastante más tiempo del que había previsto.
Desde el faro, también podía ver el Arctic Henge, en lo alto de una cercana colina. El extraño monumento comenzó a construirse en 1996. No ha sido finalizado y tampoco tiene el menor aspectos de que vaya a ser terminado alguna vez. A pesar de lo cual, parece ser el principal reclamo turístico de Raufarhöfn. En cualquier caso, no tenía la menor intención de visitarlo. Había estado bajo sus arcos en una jornada de febrero, completamente solo, mientras nevaba intensamente. Dudo mucho que el lugar pudiera trasmitirme sensaciones más intensas que en aquella ocasión.
En cambio, quería visitar la pequeña iglesia local, levantada en 1928. Diseñada por el mismo Guðjón Samúelsson responsable del proyecto de Hallgrímskirkja, la famosa iglesia de Reikiavik. Aunque en este caso estemos ante una iglesia bastante más convencional, similar a muchas otras repartidas por la geografía de Islandia. Tampoco pudo ser. Me encontré la pequeña iglesia rodeada de andamios y maquinaria, en pleno proceso de restauración.
Aquel fue el final de mi breve paso por Raufarhöfn. Aproveché para poner gasolina, hice una última foto al faro desde el «centro» de la diminuta población y seguí mi camino. Tenía previsto visitar dos penínsulas en el desolado noreste de Islandia (la deslumbrante Rauðanes y la poco conocida Langanes) y luego, por fin, ir a dormir a Fjalladýrð, en Möðrudalur. Justo en el límite de las Tierras Altas nororientales. No andaba sobrado de tiempo.
If you see this after your page is loaded completely, leafletJS files are missing.
Para ampliar la información.
En https://depuertoenpuerto.com/raufarhofn-en-invierno/ puedes ver mi visita en invierno, más centrada en el Arctic Henge.
En inglés, la página dedicada a Raufarhöfn en la web oficial de turismo del norte de Islandia está en https://www.northiceland.is/en/destinations/towns/raufarhofn.
Guide to Iceland tiene una larga entrada sobre el lugar: https://guidetoiceland.is/connect-with-locals/regina/raufarhofn–the-northernmost-town-in-iceland–and-the-arctic-henge-in-north-east-iceland.
Pasé la noche en el hotel Norðurljós. Su web está en https://hotelnordurljos.is/en/.
También hay un pequeño camping, que puedes ver en https://utilegukortid.is/raufarhofn/?lang=en.








