Mykonos, en el archipiélago de las Cícladas, está a unas 98 millas náuticas de El Pireo. A pesar de que habíamos zarpado poco antes de las once de la noche anterior, a las siete de la mañana ya estábamos frente al pequeño puerto de la capital de la isla. Hay un muelle apto para grandes barcos, en la vecina localidad de Tourlos, pero estaba ocupado por el Celebrity Reflection. El MS Eurodam fondeó frente a la bocana del puerto antiguo y comenzó a preparar sus lanchas. Mientras tanto, nosotros aprovechamos para desayunar tranquilamente en la terraza del camarote, disfrutando de las magníficas vistas. Además de Mykonos, que estaba justo frente a nosotros, podíamos ver las cercanas islas de Tinos, Rinia y Delos.
Finalmente, sobre las nueve de la mañana, nos decidimos a desembarcar. La lancha nos dejó justo frente al ayuntamiento, en pleno centro de la localidad. Había varios barcos ofreciendo excursiones a la cercana isla de Delos, famosa por su yacimiento arqueológico. Pero, a pesar de ser un plan muy tentador, decidimos ceñirnos a nuestra idea original.
Pasamos la mañana paseando tranquilamente por las callejuelas de Mykonos. El cielo azul, el mar todavía mas azul, las casas blancas . . . Era la imagen arquetípica que todos tenemos de una isla griega. Nos recordaba la estética de ciertas urbanizaciones de la Costa del Sol española, pero con alguna diferencia: aquí todo estaba mucho mas limpio y cuidado, además de parecer mas auténtico.
Nuestro primer destino eran los molinos de Kato Mili, situados en el suroeste de la ciudad. De camino, nos desviamos hacia el barrio de Alefkandra, con sus típicas casas sobre el mar, otra de las imágenes representativas de Mykonos. Aprovechando que había una mesa libre en Veranda, uno de los locales con terraza junto al mar, decidimos sentarnos a tomar algo. Pasamos un rato relajado, disfrutando de las vistas mientras los cangrejos pululaban por las rocas a nuestros pies, sin importarles nuestra presencia.
Kato Mili estaba a un paso, por lo que nos fuimos a ver sus molinos, que estuvieron en uso desde el siglo XVII hasta mediados del siglo XX. Llegó a haber diez u once, pero solo siete han llegado a nuestros días. En teoría se puede visitar un par de ellos, pero no encontramos ninguno abierto.
De regreso hacia el puerto, visitamos el Museo Marítimo del Egeo. Ubicado en la calle Enoplon Dinameon, en un edificio del siglo XIX, el museo abrió sus puertas en 1985. No es demasiado grande, pero tiene el encanto y la cercanía de muchos pequeños museos locales. Se nota que quien lo gestiona lo hace con cariño. En un pequeño jardín trasero, entre otros objetos, se puede ver el mecanismo original del faro de Armenistis, construido en 1891.
Paseando por Mykonos pudimos ver varias iglesias. Exteriormente todas tenían elementos comunes: dimensiones reducidas, pintadas de un blanco reluciente y coronadas por un pequeño campanario. Destacaba la Iglesia Metropolitana, algo mayor que el resto. Pero casi todas estaban cerradas. Una de las pocas que encontramos abierta fue la pequeña iglesia ortodoxa de San Jorge, muy próxima al Museo Marítimo del Egeo. Construida en el siglo XV, su interior está adornado con varios iconos.
Sin darnos cuenta, se nos había hecho la hora de comer. Estábamos de nuevo junto al puerto, cerca de donde habíamos desembarcado a primera hora. Decidimos ir dando un paseo junto al mar, buscando un restaurante en el que comer tranquilamente. Acabamos en Salparo, el típico restaurante turístico. Deberíamos haber elegido otro sitio, pero tenían una mesa libre justo al borde del agua, con una bonita vista del puerto. No pudimos resistir la tentación. Fue el único sitio de Grecia en el que no comimos bien.
Después de comer, decidimos rematar la jornada de relax pasando un rato en la playa. No tuvimos que andar mucho, ya que hay una pequeña playa justo en el puerto antiguo, unos metros al sur del restaurante en el que habíamos comido. A pesar de estar en pleno puerto, el agua estaba limpísima. Había muy poca gente y una agradable brisa refrescaba el ambiente. No soy muy amigo de las playas, pero tengo que reconocer que pasé un rato agradable.
Finalmente a las seis y media, con treinta minutos de retraso, nos pusimos en marcha. Nuestra siguiente escala era Rodas, en el Dodecaneso. Bordeamos Mykonos por el norte, navegando entre Mykonos y Tinos. Según llegábamos a la altura del faro de Armenistis, el paisaje se iba haciendo mas agreste. Poco después, desaparecieron las últimas casas. El norte de Mykonos está muy poco urbanizado y, en buena parte, cuenta con algún tipo de protección medioambiental.
Poco antes de las 20:30 se puso el sol. Desde nuestro camarote, en la popa del buque, podíamos ver el pequeño islote de Vrachonisida Chtapodia, a unas cuatro millas de distancia. Mas lejos, sobre el horizonte, las siluetas de las islas de Mykonos, Tinos y Andros se entremezclaban, imposibles de distinguir en la canícula del atardecer.
Guía de Grecia tiene una página dedicada a la isla: https://www.guiadegrecia.com/cicladas/miconos.html.
En http://www.uplivinggreece.com/blog/mykonos-windmills-12 hay un artículo sobre los molinos de la isla (en inglés).
La página oficial del municipio (http://mykonos.gr) contiene bastante información útil, a pesar de su poco acertado diseño (en inglés).
En https://depuertoenpuerto.com/crucero-mediterraneo-oriental/ se puede consultar el itinerario completo de nuestro viaje por el Mediterráneo Oriental.