Nos aproximábamos a Halifax poco después de las ocho de la mañana, en un día espléndido, sin una nube en el horizonte. En el costado de babor, tras dejar atrás una zona residencial, con unas casas de aspecto impresionante dispersas entre un gran bosque de coníferas, llegamos a la zona industrial del puerto, con las clásicas grúas para contenedores. A estribor, nos llamó la atención Georges Island, en la que se encuentra Fort Charlotte, una fortaleza levantada en 1750 para complementar Fort George, la principal plaza fuerte de la ciudad. En la isla también se encuentra el faro del mismo nombre, edificado en 1917 tras el incendio de otra construcción anterior.
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Aunque el auténtico espectáculo estaba un poco mas allá de Pier 21 y Georges Island: los muelles del puerto histórico de Halifax estaban abarrotados de grandes veleros. Sin saberlo, habíamos llegado en medio de la celebración de Tall Ships Halifax. El evento formaba parte de la 2017 Tall Ships Regatta, que había zarpado del Reino Unido en Abril para recorrer varios puertos de Norteamérica y regresar a Le Havre a finales de Agosto. La escala en Halifax era la última en América antes de cruzar el Atlántico rumbo a Europa. La concentración de veleros trastocó totalmente nuestros planes en Halifax. En primer lugar, porque no pudimos atracar en la terminal de cruceros. Por motivos de seguridad, solo había hueco para un barco y aparentemente estaba reservado para el MS Maasdam, otro barco de Holland America. Acabamos amarrados en el puerto comercial, teniendo que coger un autobús de dos pisos para llegar a la terminal de cruceros.
De regreso al puerto, comenzamos por visitar el Museo Marítimo del Atlántico. Tiene fama de ser uno de los mejores del mundo, por lo que formaba parte de nuestro plan original para el día. Se fundó en 1948, como Museo Marítimo de Canadá. Ocupa el edificio actual desde 1981. Me pareció bastante bien estructurado, con secciones dedicadas a distintas épocas de la navegación, la armada canadiense, naufragios o la catastrófica explosión de Halifax de 1917. Además de numerosas maquetas de barcos, también tiene una buena exposición de objetos relacionados con el mar y varios barcos, desde pequeños botes de remo hasta el CSS Acadia, un barco de 55 metros de eslora construido en 1913 para la exploración ártica, atracado en un muelle cercano.
Pero el principal reclamo del museo es su exposición permanente sobre el Titanic. Aunque su destino era Nueva York, Halifax fue el puerto mas próximo en el momento de su hundimiento, por lo que jugó un papel fundamental durante el rescate. Al final, la mayor parte de los cuerpos que pudieron recuperarse acabó en Halifax. Mas de un centenar todavía reposa en el cementerio de Fairview, al noroeste de la ciudad, mientras otros veintinueve están repartidos en cementerios de las proximidades. También acabaron en Halifax numerosos objetos relacionados con el desastre. Algunos llegaron flotando a la deriva hasta las costas de Nueva Escocia. Otros los guardaron como recuerdo personas que, de un modo u otro, participaron en las tareas de rescate. Una parte ha acabado encontrando su camino hasta el museo, que presume de atesorar la mejor colección de objetos relacionados con el Titanic del mundo. La exposición se complementa con abundante información sobre las condiciones de vida a bordo del buque, haciendo hincapié en la gran diferencia entre los pasajeros de primera, segunda y tercera clase. Todo ello intentando aportar datos sobre personas concretas, buscando humanizar la información.
Tras las huellas del Titanic.
En Agosto de 2014, durante un crucero por las Islas Británicas, hice escala en Belfast, a escasa distancia del lugar en el que, entre 1909 y 1912, se construyó el Titanic. En sus inmediaciones hay un museo, inaugurado en plena fiebre del centenario del naufragio, aunque no lo visité. Me pareció mas interesante conocer la Calzada del Gigante.
Unos días mas tarde, el mismo crucero hizo escala en Cobh, en la costa meridional de Irlanda, atracando muy cerca del lugar en el que lo hizo el Titanic por última vez. En aquella época Irlanda aun formaba parte del Reino Unido y Cobh todavía se llamaba Queenstown. En el puerto había numerosos recuerdos de aquella escala, desde un gran mural pintado en una pared frente al muelle, hasta un grupo de señoras vestidas de época que paseaban por el puerto, pasando por el consabido museo.
Tres años después, con la escala en Halifax, la ciudad desde la que se organizaron las tareas de rescate y donde reposa la mayor parte de las víctimas de la tragedia, se cerraba el círculo. Desde el lugar en el que se botó el buque hasta el que tuvo que recoger, literalmente, los restos de su naufragio.
La Regata de Grandes Veleros de Halifax.
Zarpamos unos minutos antes de las seis de la tarde. Mientras el barco cogía velocidad, pudimos contemplar de nuevo el magnífico espectáculo de los barcos de vela alineados en los muelles de Halifax. La enorme bandera del Eagle ondeando al viento, empequeñecía a las de los demás barcos. Todo un símbolo. Por lo demás, el trasiego de embarcaciones de los tamaños mas variados, era incesante, entremezclándose las motos de agua con los veleros y éstos con las embarcaciones turísticas. Al fondo, los curiosos transbordadores de forma casi circular que hacen el trayecto entre Halifax y Woodside, cruzaban incesantemente de un lado a otro del puerto.
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El día era tan espléndido como cuando habíamos llegado por la mañana. Navegamos hacia mar abierto, escoltados por la lancha de los prácticos del puerto. A la altura de Portuguese Cove la lancha abarloó a estribor del MS Rotterdam y el práctico saltó de una embarcación a otra. Una maniobra un tanto arriesgada, que nunca me cansaré de ver, por mucho que se repita una y otra vez en cada puerto de escala. Frente a nosotros estaba el faro de Chebucto Head. La estructura actual data de 1967, pero es la cuarta en una larga sucesión de faros que se remonta a 1872.
Llegamos a mar abierto. A pesar del buen tiempo, se había levantado algo de oleaje. Según superábamos la reserva natural de Duncan’s Cove, podíamos ver la costa que se alejaba hacia el suroeste batida por las olas. A lo lejos, destacaba el faro de la isla de Sambro. Edificado en 1759, es el faro mas antiguo de Norteamérica que sigue en pie. Situado cerca de la entrada al puerto de Halifax, en una costa con abundantes rompientes y bancos de arena, en sus inmediaciones se han producido numerosos naufragios y combates navales. A pesar de que varios edificios de la isla han sido declarados parte del patrimonio histórico canadiense, lo expuesto de su ubicación a las duras condiciones meteorológicas hace que su conservación sea muy complicada. A excepción del faro, el resto de los edificios auxiliares se encuentra en estado ruinoso, cuando no han desaparecido totalmente. La visión del solitario faro, encaramado en lo alto de la isla y rodeado de rompientes, me hizo reflexionar sobre lo peligroso que debía haber sido navegar por esas aguas antes de la invención de los barcos a motor y los modernos sistemas de navegación asistida. Poco después de superar el faro, el MS Rotterdam viró levemente buscando rumbo suroeste, en dirección al puerto de Boston, nuestro siguiente destino y el punto final del crucero.
La web oficial de turismo de Canadá tiene una página sobre Halifax: https://mx-keepexploring.canada.travel/things-to-do/exploring-halifax.
En inglés, Family Fun Canada tiene una entrada sobre la ciudad: https://www.familyfuncanada.com/take-towners-halifax/.
La página oficial del puerto de Halifax tiene una sección específica para cruceros: https://www.cruisehalifax.ca/.
Imprescindible visitar la web oficial de turismo de la ciudad en https://discoverhalifaxns.com/.