Mientras atravesaba Dyrhólavegur, pasadas las cuatro de la tarde, me asaltaba la duda recurrente cada vez que visito el promontorio: ¿Háey o Lágey? El atardecer se acercaba inexorablemente y, en un corto día de invierno subártico, no tendría tiempo para visitar ambas zonas con la calma que merecen. Al final, me decidí por Háey, la parte más alta, en el lado occidental. Suele ser la más tranquila, aunque esto está cambiando rápidamente desde que han asfaltado su carretera de acceso. También influyó la espléndida jornada que estaba disfrutando, con una visibilidad magnífica.
Comencé mi recorrido dirigiéndome más allá del faro, hacia el mirador que domina el extremo meridional de la costa. La vista era sin duda interesante, pero no deja de ser una de las más manidas de Islandia. El promontorio de Tóin, con sus característicos arcos, los islotes que hay más allá . . . La luz aún era un tanto insípida. Habría que esperar.
Pasé un rato fotografiando pájaros. En pleno invierno, éstos se reducían a poco más que gaviotas y fulmares, que volaban frente al borde del acantilado, imagino que intentando aprovechar las corrientes de aire ascendente que éste creaba. Sería más interesante explorar el entorno que me rodeaba.
Descendí hacia el este. Existe una senda entre las dos mitades de Dyrhólaey, que suele ser bastante tranquila. En parte, por el fuerte desnivel que hay entre ambas zonas. A lo que, en invierno, suele añadirse la nieve. O, como era el caso en un febrero relativamente benigno, que la sección más abrupta de la senda haya desaparecido bajo algún desprendimiento. De todos modos, tampoco tenía intención de recorrerla en su totalidad. Tras contemplar Reynisfjara y Reynisdrangar desde las alturas y observar como varias olas rompían contra las rocas volcánicas de Lágey, emprendí el regreso.
Comenzaban los primeros compases del atardecer. Para hacer un poco más de tiempo, me acercaría a los miradores que dan a este y luego regresaría hacia el sur, para fotografiar Tóin con la luz dorada iluminando su pared de roca. Un plan que, como tantas veces en Islandia, duró lo que tardé en llegar a mi nuevo destino, sobre la playa de Dyrhólafjara. Allí, la combinación entre el oleaje y el viento del sur, creaban un paisaje tan extraño como hermoso. La playa se difuminaba bajo la bruma, mientras ésta se desplazaba lentamente hacia el interior. Todo ello, con el lejano bramido del mar como música de fondo. El espectáculo era tan grandioso como sublime.
Hacia el interior, más allá de Dyrhólavegur, las estribaciones occidentales del Katla se entremezclaban con el sur de Fjallabak. Más cerca, podía ver las tierras bajas, claramente distinguibles por la ausencia casi total de nieve. Una luz dorada, cada vez más hermosa, realzaba aún más la belleza del paisaje.
Entonces me llamó la atención un sendero, adentrándose por el campo hacia el norte. Intrigado, olvidé de inmediato mi anterior plan, dirigiéndome hacia un panorama que no hacía más que mejorar. Para colmo, hacia el este, la luna había decidido unirse al espectáculo, elevándose majestuosamente sobre Reynisfjall.
Siguiendo la montaña hacia el sur, Reynisfjall terminaba abruptamente, desplomándose sobre el mar en las inmediaciones de Reynisfjara y las rocas de Reynisdrangar. Un hermoso arco de espuma, que el sol comenzaba a teñir de tonos rosáceos, marcaba la voluble frontera entre la arena y el agua.
Al norte, la enorme masa blanca del Mýrdalsjökull dominaba completamente el horizonte. Con una superficie de 595 km², un espesor máximo de 400 metros y una altitud que alcanza los 1.493 metros, es el cuarto mayor glaciar de Islandia, tanto por su extensión como por el volumen de hielo que contiene. Su ubicación, sobre la caldera del volcán Katla, hace que sea uno de los más temidos de la isla. Un deshielo brusco, provocado por el volcán, podría asolar amplias regiones del sur del país. Algo que ya ha ocurrido en varias ocasiones, desde la era del landnámsöld.
Hacia occidente, el paisaje estaba presidido por la mole del Eyjafjallajökull. Otro volcán, también rematado por un glaciar, que saltó a la fama en 2010, cuando su erupción creó el caos en los cielos de media Europa. Aunque sus dimensiones son más modestas, pues apenas alcanza los 78 km², lo compensa con una mayor altitud, con 1.666 metros. A sus pies, destacaba una gran mole de roca oscura. Se trataba de Pétursey, otro de los numerosos inselberg que pueblan la costa meridional de Islandia.
Mientras tanto, Dyrhólafjara parecía un lugar cada vez más irreal. El sol, muy bajo sobre el horizonte, iluminaba oblicuamente la linea de rompiente, creando hermosos juegos de luz en la cresta de las olas y extrañas sombras sobre la espuma de la orilla. Una vez más, Islandia se había convertido en el Valhalla de los aficionados a la fotografía.
El espectáculo era sublime pero, mientras los hielos del Mýrdalsjökull comenzaban a teñirse de sutiles tonos asalmonados, en mi mente surgió un nuevo plan. ¿Y si bajo con el coche hasta Dyrhólavegur? Desde la carretera, podría captar el reflejo del glaciar sobre Dyrhólaós, la laguna que se extiende al norte de Dyrhólaey. La escasa distancia a recorrer y un largo atardecer subártico me dejaban margen suficiente para llegar antes del ocaso.
No había contado con la marea baja y el hielo, que se combinaron para privarme de la foto que tenía en mente. En cualquier caso, fue un precioso epílogo para un atardecer casi perfecto, en uno de los lugares emblemáticos de Islandia. Salí de Dyrhólaey tan satisfecho, que sobre la marcha improvisé un nuevo plan. Aunque, para llevarlo a cabo, tendría que esperar al siguiente amanecer.
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Para ampliar la información.
Si prefieres verlo en una apacible jornada de verano, puedes visitar https://depuertoenpuerto.com/dyrholaey/.
En inglés, Guide to Iceland tiene un par de entradas sobre Dyrhólaey en https://guidetoiceland.is/travel-iceland/drive/dyrholaey y https://guidetoiceland.is/connect-with-locals/jorunnsg/dyrholaey-the-arch-with-the-hole.
Dyrhólaey forma parte del Katla Geopark. La página sobre el promontorio en su web oficial está en https://www.katlageopark.com/geosites/geology-culture/dyrholaey/.
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