El topónimo Otaru parece proceder de la palabra otarunai, que la lengua ainu significaría «playa de arena». En la actualidad, la zona apenas guarda vestigios de sus pobladores originales. De hecho, los ainu registrados como tales en toda la subprefectura de Shiribeshi a finales del siglo XX ascendían a cuatro. El Otaru japonés nació a finales del siglo XIX, como puerto de Sapporo, fundada en 1869 como capital de la nueva prefectura de Hokkaidō. En 1880 se abrió la primera linea férrea de la isla, entre ambas ciudades. Diecinueve años más tarde, el puerto se abría al comercio internacional, mientras se convertía en el principal nudo de comunicaciones con la prefectura de Karafuto, en la parte japonesa de Sajalín. La prosperidad se truncó repentinamente en 1924, cuando un tren cargado de dinamita explotó en la estación de Temiya, dejando 94 muertos y devastando parte del puerto y el centro de la ciudad. Curiosamente, su propia decadencia libró a Otaru de la destrucción sufrida por la mayor parte de los puertos japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. En 1960 se interrumpió la exportación de carbón, dando al puerto el golpe definitivo. Desde entonces, la ciudad se ha ido convirtiendo en un museo viviente, cada vez frecuentado por más turistas.

Frente al faro de Hiyori Yama

Frente al faro de Hiyori Yama.

Llegamos a Otaru relativamente tarde. Eran casi las ocho de la mañana cuando navegábamos frente al faro de Hiyori Yama, escoltados por el remolcador Tateiwa. Más allá del faro, la abrupta costa sudoccidental de Hokkaidō se perdía entre la bruma. Por contra, hacia levante podíamos ver una pequeña noria, señal inequívoca de que estábamos de vuelta en Japón. ¿Qué sería de un puerto japonés sin su noria? Viniendo de la isla de Sajalín, el día hasta parecía veraniego. Incluso el sol se atrevía a bañar con sus rayos un mar de un color azulado que llevábamos días sin ver.

Entrando al puerto de Otaru

Entrando al puerto de Otaru.

En apenas unos minutos, cruzábamos la bocana del puerto exterior, mientras los últimos retazos de cielo azul desaparecían entre un espeso manto de nubes y el mar recuperaba el tono grisáceo de los días pasados. Una ambulancia estaba esperando la llegada del barco, para la segunda evacuación médica del viaje. Solventado el incidente, parecía que íbamos a comenzar el desembarque, pero fue un espejismo. En lugar de bajar nosotros a tierra, subió a bordo un grupo de funcionarios de aduanas de Japón. Llegábamos desde Rusia y teníamos que pasar control de pasaportes. Nos asignaron un número y tuvimos que esperar. Iban llamando por la megafonía del barco a un ritmo exasperantemente lento mientras, desde cubierta, nos entreteníamos viendo la actividad en el puerto y sus calles anejas. Seguimos esperando, mientras la mañana avanzaba y, contra todo pronóstico, echábamos de menos la burocracia rusa. Allí, al menos, un ejército de funcionarios había solventado el trámite con lo que ahora nos parecía una rapidez asombrosa. Finalmente, sobre la una del mediodía, nos llegó el turno. Un sonriente funcionario japonés comparó nuestra cara con las fotos de los pasaportes y puso el sello de rigor. Podíamos regresar a Japón.

Museo de la Caja de Música

Museo de la Caja de Música.

Cuando quisimos pisar tierra en Hokkaidō habían pasado las 13:30. Nos quedaban poco más de tres horas para zarpar. Afortunadamente, el puerto estaba relativamente cerca del centro de la ciudad y el centro histórico de Otaru es bastante pequeño. Quince minutos después estábamos en la puerta del Museo de la Caja de Música de Otaru. El lugar, a pesar de su nombre, es en realidad una gran tienda de parafernalia turística, alojado en un sobrio edificio de principios del siglo XX. La parte más interesante estaba en la planta superior, donde se exhibían diversas cajas de música, juguetes y dioramas de época.

LeTAO

LeTAO.

En general, todo en el centro de Otaru respondía al mismo esquema. Edificios de época, o reconstruidos con cierto estilo, que en realidad eran locales enfocados al turismo. Turismo que invadía su calle principal de una forma que nos llamó la atención, tras pasar unos días en la mucho más tranquila Rusia. Aquí, a pesar de una llovizna intermitente, llenaba las aceras, invadía las calzadas y abarrotaba las numerosas tiendas. El lugar más popular, con diferencia, ocupaba completamente un edificio con el rótulo LeTAO sobre su puerta. Entramos, intrigados pero sin demasiado interés, pensando que se trataba de un gran almacén. En efecto lo era, pero dedicado exclusivamente a vender galletas y dulces de la marca. Amables azafatas ofrecían muestras a todo el que traspasaba el umbral, mientras las cajas registradoras echaban humo. Tras la primera prueba, comprendimos el motivo. La pequeña galleta de queso con chocolate blanco era una auténtica delicia, que se derretía sin esfuerzo en la boca, llenándola de una suave mezcla de sabores. Pasamos un buen rato de azafata en azafata, degustando las diferentes variedades que te daban a probar. Al final, nos fuimos sin comprar nada. Ya tendríamos tiempo de hacerlo tranquilamente en Tokio, pensamos. Grave error. La marca apenas tiene tiendas fuera de Hokkaidō y las pocas que existen ofrecen un surtido limitado. Descubrimos demasiado tarde que, para los japoneses, poder comprar delikatessen en LeTAO es uno de los motivos para visitar la isla más septentrional de su archipiélago.

Edificio en Sakaimachihondori

Edificio en Sakaimachihondori.

Seguimos avanzando por Sakaimachihondori, una animada calle flanqueada por tiendas, restaurantes y edificios de época. Un total de 71 edificios designados como de interés histórico se reparten por la pequeña ciudad. Todos son relativamente modernos (que nadie espere encontrar aquí un templo milenario) y ninguno es especialmente llamativo. Al fin y al cabo, Otaru no es más que un pequeño puerto, sin apenas pasado, en una de las zonas más remotas de Japón. Pero forman un conjunto extraño y atractivo. Una curiosa mezcla de arquitectura de diversos estilos, de oriente y occidente, que en ocasiones se combinan en el mismo edificio.

Otaru Denuki Koji

Otaru Denuki Koji.

Nuestro objetivo final era el canal de Otaru. De camino, en la esquina de las calles Nichigin y Rinkosen, nos encontramos con Otaru Denuki Koji. El pequeño cogollo de restaurantes intenta recrear el Otaru de principios del siglo XX, con sus estrechos callejones y sus locales de «street food». En cualquier caso, nuestra escala en LeTAO había acabado con nuestro apetito para unas cuantas horas. Nos conformamos con subir hasta lo alto de su torre, desde donde la vista no resultó ser especialmente atractiva.

Canal de Otaru

Canal de Otaru.

Finalmente, llegamos junto al canal. Con una longitud de 1.140 metros, fue construido a principios de los años 20 del siglo pasado, cuando el puerto estaba en todo su apogeo. En 1924, tan solo un año después de su finalización, tuvo lugar la gran explosión que marcó el comienzo de su declive. Los almacenes de piedra y ladrillo que flanquean el canal fueron cayendo en desuso, hasta que la Segunda Guerra Mundial remató su decadencia. Reconvertidos en tiendas, restaurantes y museos, han encontrado una segunda vida, dándosela de paso a la que me pareció la zona más agradable de la ciudad.

Paseo junto al canal de Otaru

Paseo junto al canal de Otaru.

Terminamos nuestro paseo frente al puente de Asahibashi, que cruza sobre uno de los dos brazos que unen el canal al resto del puerto. El canal continuaba, convertido en puerto para la pequeña flota pesquera local, pero flanqueado por edificios industriales modernos, sin el menor interés. Teníamos por delante un paseo de casi tres kilómetros hasta el muelle, por lo que nos pareció prudente iniciar el regreso, que hicimos prácticamente por la misma ruta que nos había llevado hasta allí. No pensábamos detenernos en ninguna parte, pero fue imposible resistir la tentación de probar otra vez las delicias de LeTAO. Pura gula.

Taiko

Taiko.

Cuando llegamos al muelle, un poco justos de tiempo, nos encontramos con la última sorpresa del día. Un nutrido grupo amenizaba la tarde con un «concierto» de taiko, los tambores gigantes tradicionales en Japón. Desde luego aquello no era Bach, pero no dejaba de tener su interés. Pasamos un buen rato viendo como aporreaban rítmicamente los enormes tambores, con tal ímpetu que llegaron a romper alguno de los bachi, nombre que reciben los palos de madera que utilizan para la percusión. El contrapunto a la monótona cadencia de los tambores lo ponían los gritos guturales que, en una especie de conversación, emitían de forma alterna los hombres y las mujeres del grupo. Inicialmente, me pareció curiosamente primitivo y poco sofisticado en un país con una cultura tan antigua y refinada. Reflexionando a posteriori, creo que fue otro más de los extraños contrastes que hacen de Japón un lugar tan atractivo y sorprendente.

Zarpando de Otaru

Zarpando de Otaru.

El imprevisto concierto, que el capitán del Maasdam tuvo el detalle de no interrumpir, retrasó nuestra partida. Zarpamos al filo de las seis y media, de nuevo auxiliados por el Tateiwa, bajo un cielo cada vez más plomizo. Las luces de Otaru se iban encendiendo, mientras enfilábamos la bocana del puerto rumbo a nuestra última escala en Hokkaidō. Para llegar al puerto de Hakodate, debíamos bordear la agreste costa meridional de la isla. Pero, una vez más, era demasiado tarde para poder disfrutar de la navegación. La noche nos alcanzó frente al faro del cabo de Sekitande, junto a la espectacular costa de Shimamui.

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Para ampliar la información:

Se puede ver una reseña sobre la ciudad en la web Japan Travel: https://www.japan.travel/es/spot/2161/.

En https://depuertoenpuerto.com/crucero-extremo-oriente/ está el itinerario completo de nuestro viaje por Extremo Oriente.

En inglés, la página culture trip tiene una buena entrada: https://theculturetrip.com/asia/japan/articles/an-introduction-to-otaru-northern-japans-fairytale-city/.

También recomendable la guía sobre la ciudad en Blake Erik: https://www.blakeerik.com/blog/2019/10/6/a-guide-to-otaru-a-beautiful-day-trip-out-of-sapporo.

Interesante la introducción a la ciudad, desde el punto de vista histórico, en thejapantimes: https://www.japantimes.co.jp/life/2010/09/12/travel/travel-through-time-on-a-trip-to-otaru/.

Por último, mencionar la entrada sobre Otaru en la web matcha: https://matcha-jp.com/en/6073.