El famoso filósofo jónico de Éfeso, Heráclito, afirmaba que «nadie puede bañarse dos veces en el mismo río» porque tanto el río como la persona cambian constantemente. En Islandia, más que en ningún otro lugar, bien podría decirse que nadie puede contemplar dos veces el mismo paisaje. Incluso en el transcurso de unas minutos puede pasarse de un paisaje luminoso, a una tenebrosa tormenta. En esta isla de volcanes, glaciares y géiseres, la naturaleza está en un estado perpetuo de transformación, reflejando de manera tangible la visión heracliteana de un mundo en flujo constante.

Erupción al atardecer 2

Erupción al atardecer.

Heráclito, conocido como el «filósofo del cambio», fundamentó su pensamiento en la idea de que la realidad está definida por el movimiento y la transformación. Para él, el fuego simbolizaba el principio dinámico del universo, una fuerza que consume y crea de manera incesante. En Islandia, este fuego interno de la Tierra se hace visible a través de erupciones volcánicas y campos geotérmicos, que continuamente remodelan el paisaje. Lo que hoy es una llanura musgosa, mañana podría ser una extensión de lava endurecida, y lo que ayer fue un glaciar eterno puede hoy estar en retirada.

Fotografiando el Svínafellsjökull

Frente al Svínafellsjökull.

Además, la rica mitología nórdica de Islandia, con sus relatos de creación y destrucción cíclicas, resuena con la filosofía de Heráclito. Al igual que los dioses y los mundos de la mitología nórdica se enfrentan a la inevitabilidad del Ragnarök, la destrucción que dará paso a un nuevo comienzo, Heráclito veía el universo como un proceso eterno de transformación donde la destrucción es inseparable de la creación. En este sentido, Islandia no solo es un lugar físico, sino un recordatorio constante de la filosofía heracliteana: todo está en movimiento, y la esencia de la vida radica en el cambio. Un invitación a abrazar la impermanencia y a reconocer que la única constante es el cambio.

Pero la relación entre la mitología islandesa y el efesia va más allá. Puede establecerse una relación entre el Ragnarök y el logos de Heráclito en su visión compartida del cosmos como un proceso gobernado por fuerzas ineludibles. En el Ragnarök, la destrucción no es arbitraria, sino parte de un ciclo predestinado que sigue una lógica inherente al universo nórdico. De manera similar, el logos heracliteano actúa como una razón cósmica que organiza el cambio perpetuo, armonizando incluso las tensiones más destructivas. Ambos conceptos enseñan que detrás de la transformación, incluso la más caótica, existe un principio rector que asegura la continuidad y el renacimiento.

En la puerta del monasterio

Juan monstrando su evangelio.

Ese logos no es solo un concepto común a la filosofía islandesa y a la filosofía presocrática como la de Heraclito de Éfeso, si no que fue tomada por el filosofo judio-helenista Filón de Alejandría y de allí lo tomó Juan cuando escribió «En el principio era el Logos…”.

Aurora en Möðrudalur

Aurora en Möðrudalur.

Hoy en dia nadie duda que todo cambio está gobernado por leyes, a veces extremadamente precisas, que nos garantizan la constante renovación de la realidad que observamos. Ni siquiera la contraintuitiva física cuántica parece escapar al logos como demuestran las bellas auroras boreales donde electrones excitados en los átomos de oxígeno y nitrógeno emiten fotones, en un proceso gobernado por las leyes de esta física.

Ragnarök, Heraclito de Éfeso, Filón de Alejandria, Juan y la mecánica cuántica confluyen en el concepto del logos por diferentes caminos, del mismo modo que los radios de una rueda confluyen en su eje indicándonos que en este concepto se concentra un pensamiento profundo. Y como afirmó Jacobi estos pensamientos corresponden a espíritus profundos.

Biblioteca de Celso

Biblioteca de Celso.

La similitud interna de los pensamientos de aquellos seres humanos que buscan la verdad honestamente, que se preocupan por ella, es en realidad absolutamente sorprendente. Todas estas personas tienen un determinado espíritu profundo, que los transforma en pensadores profundos, y hace que encuentren más o menos lo mismo. El espíritu sagaz es algo totalmente distinto […]. Pitágoras, Platón y Spinoza fueron personas muy diferentes a Aristóteles y Hobbes. En la medida en que somos sagaces, nos enfrentamos los unos a los otros casi permanentemente. El espíritu profundo, en cambio, fomenta el acuerdo. Los diferentes radios del mismo círculo jamás pueden obstaculizarse el camino unos a otros, ya sea que se los trace desde el centro a la circunferencia o desde la circunferencia al centro“ (Friedrich Henrich Jacobi).