He amado el mar desde que tengo uso de razón. Y, prácticamente desde entonces, lo he añorado. Aunque nací en Alicante, mis padres se mudaron a Madrid cuando yo apenas era un niño. Desde entonces, he vivido la mayor parte del tiempo tierra adentro, sintiendo nostalgia del Mediterráneo, con sus aguas templadas, sus cálidos vientos y su luz. Una luz intensa, sin matices, que acaba impregnándolo todo. Un mar cargado de historia, de leyendas y de dramas humanos. Que a la vez une y separa, convertido en frontera entre civilizaciones. Entre visiones del mundo que, pese sus raíces comunes, han acabado siendo antagónicas.
Siempre me gustaron los viajes. Y siempre he detestado los aviones. En realidad, odio los aeropuertos. Me basta con entrar en cualquiera de ellos para que me cambie el humor. En consecuencia, durante muchos años mi forma favorita de viajar era el automóvil. Lo que ahora se llama un «road-trip». Subir a un coche y salir sin rumbo fijo. Pensar ir a Praga y acabar en Stavanger. O cambiar súbitamente de planes en Londres y terminar recorriendo Cornualles. Improvisar, antes de la llegada de Internet, era mucho más complicado, pero también más divertido.
Un día, casi por casualidad, acabé haciendo un crucero. Pensaba que sería el único. La rigidez de los horarios, la masificación y la profusión de un tipo de entretenimiento que detesto me hacían pensar que sería una experiencia abominable. No podía estar más equivocado. Analizándolo fríamente, la rigidez no era mucho mayor que aquella que sueles tener, aunque sea inadvertidamente, en muchos viajes. La masificación era fácilmente evitable. Bastaba con ir por libre, a ser posible contracorriente. Y el «entretenimiento», en el fondo, trabajaba a mi favor. Mientras el resto del pasaje estaba asistiendo a un espectáculo en el teatro, podía estar prácticamente solo en cubierta, disfrutando del mayor escenario del mundo.
Un buen día, decidí comenzar un blog. No tenía la menor idea de lo que estaba haciendo. De haberlo intuido, probablemente ni habría empezado. Pero me pareció buena idea compartir mis experiencias e impresiones, minoritarias y muy alejadas de lo habitual en ese tipo de viajes. Mientras tanto, había ido abriendo el abanico. Un viaje en Hurtigruten me hizo descubrir que también era posible disfrutar de los trayectos en ferry, abriéndome todo un mundo de posibilidades. Comencé a combinar las travesías en barco con tramos en tren e itinerarios en coche, mezclando lo mejor de cada medio de transporte y utilizando el avión lo estrictamente necesario. Por un momento, pareció que había encontrado el viaje perfecto.
Y entonces llegó la pandemia. Acababa de llegar de un viaje invernal entre Copenhague y Tromsø y teníamos reservado un crucero por Alaska para el verano siguiente. Nos vimos obligados a cancelarlo y, de paso, a olvidarnos de los barcos por una temporada. Curiosamente, fue durante los largos meses del confinamiento cuando el blog comenzó a madurar y cobrar vida propia. Siempre había llevado retraso escribiendo las entradas. De media, prácticamente un año. Lo cual acabó teniendo un efecto positivo, pues me encontré con material y tiempo de sobra para escribir. El blog me sirvió para evadirme, para realizar con la mente viajes que no podía realizar con el cuerpo.
Contra todo pronóstico, la pandemia no nos impidió viajar. Más bien al contrario. Simplemente, los destinos alcanzables eran muchos menos y, por supuesto, cualquier viaje en barco era poco menos que impensable. A cambio, pudimos visitar lugares mucho menos saturados. En cierto modo, fue como regresar a mi infancia, cuando salir de España resultaba complicado, pero el nivel de masificación turística era apenas una fracción del actual. Pero con Internet y teléfono móvil. Una combinación tan extraña como interesante.
Se me olvidaba. Entre viaje y viaje, descubrí el Ártico. La antítesis de mi Alicante natal. Aguas gélidas, vientos glaciares y una luz tan tenue como difusa. Una luz suave, llena de matices, que realza el relieve y las texturas de todo lo que toca. No fue un flechazo. Tuve que viajar hasta sus dominios una segunda vez, en pleno invierno noruego, para caer hechizado bajo su embrujo. Desde entonces, apenas quiero ir a otro lugar. Quizá la única excepción sea Venecia, mi otra gran pasión viajera. Venecia es mi gran amor de la adolescencia, al que vuelvo una y otra vez y nunca me decepciona. Mi obsesión con el Ártico es distinta. Más intensa y profunda, pero a la vez más serena. El Ártico invita a la reflexión, a la introspección, a la prudencia. El Ártico te empequeñece y la vez ensancha tu espíritu. En el Ártico, a merced de un entorno increíblemente hostil, descubres la auténtica dimensión del ser humano. Su fragilidad y su fuerza.
¿Y ahora qué? Según reescribo estas líneas, la pandemia comienza a ser un mal sueño del pasado y la normalidad parece ir regresando lentamente. En el verano de 2022, logramos viajar nuevamente en barco. Un precioso viaje por el Ártico profundo, en el que alcanzamos los 80º norte. Al año siguiente, pude realizar uno de mis viejos sueños: visitar la remota costa oriental de Groenlandia. El blog seguirá creciendo, aunque cada vez más centrado en los dos lugares que realmente me apasionan. No descarto que el azar, o algún momento de debilidad, acaben llevándome a otros destinos. Pero serán simples flirteos.
Hola. Llego ahora por casualidad a tu blog. Fantástico en su redacción, contenidos y fotografías. Con tu permiso lo he incluido en la lista de «Blogs que visito» en mi blog http://mialfombravoladora.blogspot.com/. Por su puesto, con tu autorización. Intentaré seguirte para aprender algo más de este interesante mundo de los blogs de viajes. Un cordial saludo,
Gracias Alfonso, espero no decepcionarte. Un saludo.
Me ha traído la casualidad a su blog. Una búsqueda no demasiado específica a veces me lleva a sitios tan sorprendentes como este espacio virtual suyo. Me parece que voy a tener que regresar a menudo, por que la forma de contar sus viajes es lo que siempre busqué; más allá de los datos tan manidos que cualquier otro espacio ofrece.
Aunque soy de tierra adentro, siempre me ha gustado el mar y cuando puedo me acerco a él, al menos una vez al año. Sólo puedo hacerlo en verano y para mayor desdoro en agosto. Yo no puedo permitirme en ese mes buscar calas desiertas, pero a veces he tenido la suerte de topar con esa suavidad que le da al alma un rincón que la gente se ha dejado sin ollar. Sobre todo he navegado en cruceros. El Mediterráneo, el mar Jónico, Adriático, el Egeo… En tres viajes he llegado a visitar doce Islas Griegas, algunas dos veces. Y el Báltico, que no creo que olvide nunca.
Aprovecho cualquier oportunidad que se presente para subir a un barco; grande, pequeño, viejo y oxidado o de ultima generación. Sé que no es lo mismo viajar ocho días al año en uno que pasar toda la vida abordo, pero tengo la sensación de que me costaría poco adaptarme. Los aviones nos llevan nos traen, pero eso no es viajar. Eso es sólo desplazarse. Viajar es vivir y viajar en barco es vivir despacio, sin prisas. Es, para mí, lo mas parecido al consejo que Cavafis le da a Ulises en su retorno a Ítaca:
Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca,
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
o al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones y a Cíclopes,
ni al fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone en pie.
Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperla y coral, y ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende, aprende de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, Ítaca de ti no se ha burlado.
Rico en saber y en vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Ítacas. Constantino Cavafis
Un fuerte abrazo y gracias por hacerme rememorar, ahora, a las puertas del invierno, los buenos ratos de mar, los atardeceres ocres.
Coincido plenamente con su apreciación sobre los viajes en general y sobre los viajes en barco en particular. Hice mi primer crucero casi obligado, pero desde entonces he sido incapaz de parar. Con el tiempo, he comenzado a abrir el abanico, combinando los cruceros clásicos con viajes en barcos de linea regular. No ofrecen la misma comodidad, pero a cambio permiten organizar itinerarios mas flexibles y personales.
En cualquier caso, yo también aprovecho cualquier ocasión para subir a un barco. Prefiero los trayectos largos, sin importarme pasar días enteros a bordo. Pero no desprecio los mas cortos. Viajar en una golondrina entre Alicante y Tabarca, o simplemente cruzar de una orilla a otra del Ijs en un transbordador, sintiendo el olor del agua y el balanceo del suelo bajo mis pies, me lleva a un estado de felicidad difícil de describir.
Me alegro de conocer, aunque sea virtualmente, otra persona que comparte mi pasión por el mar y los barcos. Espero seguir contando con sus visitas y sus interesantes comentarios.
se nota toda la pasion que pones en lo que escribis. he descubierto este blog por casualidad y llevo cuatro horas leyendo sin parar. Si bien hare un crucero por China malasia y vietnam en enero siento que ya comence a viajar. Yo me siento muy identifidada porque al menos en la medida de mis posibilidaes siento que la mejor forma de viajar es en crucero. lo vivo a fondo en todo lo que significa. mas alla de la piscina o el especatculo a los que ultimamente casi no asisto. aprecio mucho que lo hayas compartido y ojala puedas seguir viajando y viviendo estas experiencias tan enriquecedoras y compartiendolas con quienes te leemos. se nota la pasion que pones en todo lo que describis y de alguna forma es como volver a viajar tan solo el recordar los momentos vividos. hasta pronto!
Tienes razón. Antes, vivía cada uno de mis viajes dos veces. La primera, al prepararlo. La segunda, mientras viajaba. Ahora lo vivo una tercera vez, cuando lo rememoro para escribir sobre el.
Cuando comencé a escribir este blog, hace ya mas de tres años, no tenía ni idea del tiempo que me iba a llevar. De haberlo sospechado, probablemente nunca lo habría comenzado. Afortunadamente lo ignoraba, al igual que ignoraba lo que iba a disfrutar escribiéndolo. Bucear entre las incontables fotos, revisar los mapas o averiguar el dato que me falta, o simplemente olvidé, me vuelve a sumergir en los lugares que conocí.
Espero que disfrutes de tus viajes.