Llegamos al cruce de la F347 al filo de las 11 de una mañana gris. Antes de desviarnos, hicimos una breve pausa en el camino, aprovechando la pequeña explanada que formaba la intersección entre las dos pistas. El paisaje era de una desolación sobrecogedora. Una interminable llanura pedregosa, prácticamente desprovista de vegetación, se extendía hasta el horizonte, enmarcada por dos grandes glaciares. Al oeste, el Langjökull, el segundo más extenso de la isla, tan solo superado por el gran Vatnajökull. Al este, el Hofsjökull, tercero en el ranking. Entre ambos, la F347 descendía hacía un amplio valle, camino de un macizo montañoso que se divisaba hacia el sureste. En el centro de esas montañas estaba Kerlingarfjöll, nuestro destino del día.
La F delante del 347 implica que Kerlingafjallavegur es una carretera de montaña, o fjall en islandés. Por tanto, si vas en coche, tan solo está permitido atravesarla conduciendo un vehículo con tracción a las cuatro ruedas. Pero, al contrario que otras pistas de montaña, aquí no encontraremos ningún vado. Un puente sobre el Jökulfall y unos simples tubos metálicos cubiertos de tierra sobre el Ásgarðsá facilitan el acceso a Ásgarður, donde hay una zona de acampada, un hotel con restaurante, varias cabañas y hasta un surtidor de gasolina. Un oasis de civilización en el corazón de las Tierras Altas.
A partir de Ásgarður, la pista se complicaba. Seguimos sin encontrar ningún vado, pero se volvió más estrecha e irregular y, sobre todo, había algún repecho de cierta importancia. En uno de ellos, incluso tuvimos que coger «carrerilla», pues en el primer intento el coche perdió tracción. El premio era un paisaje que, aunque pudiera parecer difícil, se hacía más interesante según nos adentrábamos en las montañas. A la derecha, la carretera bordeaba el profundo cañón excavado por el río Ásgarðsá, que proseguía hacia el sur, camino de Kerlingarfjöll. A la izquierda, podíamos adivinar la presencia del Hofsjökull, parcialmente velado por la bruma.
Entre la propia dificultad de la pista y, sobre todo, las pausas para contemplar y fotografiar las espléndidas vistas, acabamos tardando prácticamente una hora en completar los 15 kilómetros que separan el comienzo de la F347 del aparcamiento junto a Kerlingarfjöll.
Kerlingarfjöll.
Parte de la culpa la tuvo la mejoría del tiempo. El aumento de la luminosidad y el aire menos brumoso se conjugaron para ofrecer un paisaje todavía más hermoso que durante la subida. Al lado izquierdo de la pista, más allá del profundo cañón del Ásgarðsá, podíamos ver con claridad las nieves perpetuas del Langjökull.
Pero la vista hacia el nordeste no se quedaba atrás. Al otro lado de una llanura, parcialmente iluminada por el tibio sol de la tarde, el Hofsjökull se elevaba hasta rozar las nubes. Los contrastes entre el frío glaciar, rodeado de oscuras montañas, los tonos verdes y dorados de la pradera y el terreno pedregoso circundante, creaban interesantes contrapuntos.
Tras una breve pausa en el hotel, nos pareció buena idea dar un último paseo antes de cenar. Nuestro objetivo era una pequeña piscina de aguas hidrotermales, situada al final de un sendero de 1.500 metros, siguiendo el curso del Ásgarðsá. Además de la posibilidad de darnos un baño, la ruta nos permitiría recorrer el tramo inferior del cañón del río. La estrecha senda avanzaba serpenteando por la orilla izquierda de éste. Sin ser excesivamente complicada, en algunos tramos atravesaba taludes con pendientes pronunciadas, mientras el cañón se iba estrechando.
El paseo resultó muy agradable, pero no logramos nuestro primer objetivo. Cuando llegamos a la piscina, la encontramos ocupada por un grupo bastante numeroso. Nada nos impedía darnos un baño, pero íbamos con la idea de estar a solas en un lugar tranquilo y remoto. Justo lo contrario de lo que teníamos enfrente. Más allá, el río se encajonaba entre dos paredes de piedra, que marcaban el comienzo de la parte realmente agreste del cañón. Sin posibilidad de seguir avanzando, tan solo pudimos dar media vuelta y regresar al hotel por el mismo camino.
Al día siguiente, antes de partir, desayunamos tranquilamente junto al ventanal del restaurante. Dejamos el Kerlingarfjöll Mountain Resort con pena. La sensación de disfrutar de ciertas comodidades en un entorno tan remoto, por básicas que éstas fueran, resultaba tan extraña como agradable. Pero teníamos que proseguir nuestro viaje hacia el norte. Tras recorrer diez kilómetros por un paisaje que, a la limpia luz de la mañana, era todavía más impresionante que en la jornada anterior, poco después de las nueve llegábamos al inicio de la F347 y nos reincorporábamos a la carretera de Kjölur. Apenas estuvimos 22 horas en Kerlingafjallavegur, pero fueron las que mejores recuerdos me dejaron de aquel extraño verano, recorriendo una Islandia casi vacía en medio de una pandemia.
Quien se vaya a adentrar por primera vez en las Tierras Altas, puede encontrar información útil sobre la conducción por la zona en otra entrada de este mismo blog: https://depuertoenpuerto.com/conducir-en-islandia-las-tierras-altas/.
En https://depuertoenpuerto.com/doce-dias-en-islandia/ se puede ver el itinerario completo de nuestro viaje alrededor de Islandia en el verano de 2020.
En inglés, la web del hotel que hay en Ásgarður está en https://www.kerlingarfjoll.is.
Antes de aventurarse en cualquier pista de las Tierras Altas, es necesario consultar el mapa en https://safetravel.is/conditions.
También es recomendable visitar la página http://www.road.is/travel-info/condition-and-opening-of-mountain-roads/.
Una pena que no pudierais disfrutar de la piscina a gusto. Impresionante lugar.
Muchas gracias por compartir.
La piscina era lo de menos. Lo importante era llegar a Kerlingarfjöll y que el clima fuera cuando menos aceptable. Esa parte nos salió bien, así que contentos.
Gracias por comentar.