Tras un viaje en autobús de 90 minutos desde el puerto de Phu My, llegamos a Saigón sobre las 9:30 de la mañana. El autobús nos dejó en la misma puerta del edificio mas alto de Saigón, la Bitexco Financial Tower. En su planta 49 se encuentra el Saigon Skydeck, que abría precisamente a esa hora, por lo que nos pareció una buena idea subir. No es que la torre sea muy alta, pero desde el mirador había una interesante perspectiva de la ciudad, que además nos sirvió para hacernos una idea general de su aspecto.
Saigón es una ciudad extraña, un tanto fuera de lugar. No hay prácticamente ningún vestigio anterior a la ocupación francesa. La mayor parte de los edificios notables son de la época colonial y del gusto europeo. Así, es posible ver una catedral de estilo neorrománico, o el antiguo ayuntamiento y la preciosa oficina central de correos, ambos de estilo colonial y muy bien conservados. En otros casos, como el mercado de Ben Thanh, de estilo modernista, apenas se puede distinguir algún elemento original del edificio.
El resto de la ciudad está formada por una amalgama de edificios bastante variopinta. Junto a los modernos rascacielos, que comienzan a proliferar por todas partes, hay una mezcolanza de construcciones en diversos estados de mantenimiento. Al lado de una preciosa villa colonial francesa en perfectas condiciones, se puede encontrar un edificio de medidos del siglo XX en un estado deplorable. O, en cualquier esquina, un local de comidas que parece una chabola a punto de desmoronarse. Pero, en su conjunto, Saigón da la sensación de una incipiente prosperidad. Abundan las fachadas remozadas, los locales suelen tener enormes rótulos con aspecto de ser nuevos y, en general, la ciudad está razonablemente limpia. Desde luego no es la impoluta Singapur, pero conozco ciudades de Europa bastante más sucias.
Los peatones, como no podía ser menos, también tienden a hacer lo que les apetece, cruzando por cualquier lugar, generalmente indiferentes a la presencia de vehículos. Para un occidental, es todo un choque cultural. Cruzar algunas calles puede ser todo un problema. Por mucho que la razón te diga que los vehículos van a esquivarte, tu instinto de conservación puede mas y te inmoviliza completamente. Al final, lo mejor que puedes hacer es «pegarte» a algún vietnamita que vaya a cruzar la misma calle e intentar imitar su comportamiento. La mayor parte de las veces, te ignorarán. Como mucho, te mirarán divertidos, mientras en su interior deben pensar «otro torpe occidental incapaz de andar solo».
El aparente caos se extiende a otras parcelas. Como la maraña de cables que recorre las calles de poste en poste. ¿Cómo conseguirán arreglar una avería? O la proliferación de negocios en las aceras, por las que en ocasiones es imposible transitar. Además de la omnipresente comida callejera, que lo mismo pueden ofrecer instalados en un carrito que directamente desde el asiento de una moto, te encuentras con zapateros, peluqueros, talleres de reparación de motocicletas . . . Para cualquier actividad que se pueda ejercer en la calle, habrá un vietnamita que lo intente. Es increíble la vitalidad y el afán por prosperar de la sociedad de Saigón.
Después de bajar del Saigon Skydeck, empleamos el resto de la mañana en deambular sin rumbo fijo por la ciudad, dedicándonos principalmente a intentar familiarizarnos con su extraño orden caótico, sus gentes y sus olores. Recorrimos el abigarrado mercado de Ben Thanh y visitamos la Pagoda de Xa Loi, que no nos parecieron demasiado interesantes. Después, pasamos frente al Museo de los Vestigios de la Guerra, el Palacio de la Reunificación (el antiguo Palacio Presidencial de Vietnam del Sur) y la Catedral de Notre-Dame. No entramos en ninguno de ellos, pues o bien estaban cerrados o no nos llamaron la atención. En cambio, si entramos en la oficina central de correos, un precioso edificio de estilo colonial francés construido entre 1886 y 1891, con un envidiable estado de conservación.
Tras lo cual, decidimos que iba siendo hora de comer. Saigón es famosa por su «street-food», que algunos califican como la mejor de Asia. No lo pongo en duda, pero preferíamos comer cómodamente sentados en un local mas convencional. Habíamos hecho los deberes antes de llegar y nos habíamos decidido por Hoa Túc, un restaurante ubicado en la antigua refinería de opio de Saigón. Fue todo un acierto. En el bonito local se mezclaban la clientela vietnamita, los extranjeros con aspecto de expatriados y algún que otro turista. El local es caro para el estándar de Vietnam, pero mereció la pena. La comida nos costó 1.254.330 VND. Al cambio no llegó a 55 €.
Con las fuerzas repuestas, decidimos aventurarnos hasta la Pagoda del Emperador de Jade, que quizá sea el templo mas famoso de Saigón. Llegar fue una pequeña aventura. En un momento dado, fuimos incapaces de cruzar la avenida Dinh Tien Hoang. El truco de cruzar junto a un vietnamita nos falló: nadie iba en nuestra dirección. Tras pasar casi quince minutos frente a un paso de cebra, tuvimos que retroceder hasta un semáforo en el que, con ciertas dificultades, conseguimos superar la calle. Finalmente llegamos a la pagoda, un templo taoísta edificado por la comunidad china en 1909. A pesar de su deficiente estado de conservación, el edificio tiene su encanto. Sus salas estaban atestadas de fieles y completamente llenas del humo de los incensarios, que por una parte creaban un ambiente un tanto irreal, pero por otro hacían algo difícil respirar en su interior, así como apreciar los detalles del edificio. Personalmente, lo que mas me gustó fueron sus elaborados tejados.
Tras abandonar el templo, pensamos que era el momento de iniciar el camino de regreso a la parada de autobús, sobre todo en previsión de posibles problemas al cruzar alguna calle. Esta vez nos fue mejor y llegamos con tiempo de sobra, por lo que dimos un último paseo hasta la cercana avenida Nguyễn Huệ. Toda la zona central de la calle es una amplia calle peatonal, sin ningún cruce para vehículos. Una rareza en Saigón, que nos permitió dar un tranquilo paseo hasta la estatua de Ho Chi Minh ubicada frente al antiguo ayuntamiento de Saigón, un hermoso e impecable edificio de estilo colonial edificado entre 1902 y 1908.
Fue nuestra última visita del día. Regresamos tranquilamente hasta los pies de la Bitexco Financial Tower, en la que nos esperaba el autobús para regresar a Phu My. A pesar de no tener nada que destaque especialmente, como no sea su caótico tráfico, Saigón me dejó muy buen sabor de boca. Quizá fue el carácter risueño y amable de sus habitantes, la sensación de vitalidad optimista que emana de la ciudad, o la extraña sensación que crea una urbe con idiosincrasia oriental enclavada en un urbanismo y una arquitectura con fuertes raíces europeas. Entiendo que muchos visitantes se queden prendados por su enigmático encanto.
Vietnamitas en Madrid es otro blog interesante, con algunas entradas muy informativas, como la dedicada a la Pagoda del Emperador de Jade: http://www.vietnamitasenmadrid.com/pagoda-del-emperador-de-jade.html.
Para los que tengan tiempo y quieran aventurarse mas allá del Distrito 1, puede ser útil la siguiente entrada del blog Sapore di Cina: https://www.saporedicina.com/es/distritos-de-saigon/
También es muy recomendable la página http://www.historicvietnam.com/publications/ (en inglés). Aunque dedicada a rememorar la historia de Saigón (y de Vietnam en general), es una auténtica mina para descubrir lugares interesantes fuera del circuito habitual.
En https://depuertoenpuerto.com/crucero-mar-de-la-china-meridional/ se puede ver nuestro itinerario completo por el mar de la China Meridional.