Cualquiera que tenga cierta edad recordará el lanzamiento del eslogan «Asturias Paraíso Natural», que precisamente este año cumple cuatro décadas. Una acertada campaña, que buscaba promocionar el principado como un destino turístico en el que primaban los valores culturales, paisajísticos y ecológicos. Con menos de la mitad de habitantes, repartidos en una superficie casi diez veces mayor que la asturiana, podría pensarse que la salvaje Islandia está a otro nivel en todo lo referente a su prístino entorno natural. ¿Es realmente así?

Mirando atrás hacia el volcán

Mirando atrás hacia el volcán.

A nadie se le escapa que Islandia tiene una naturaleza deslumbrante. Fiordos, páramos desolados, glaciares, cascadas, montañas, volcanes… La isla alberga tantos atractivos naturales, que se ha convertido por méritos propios en uno de los destinos de moda en el planeta. Algunos dirán que, desde el punto de vista cultural, no tiene demasiados atractivos. Sin embargo, su pasado «vikingo» también supone un importante reclamo turístico. En consecuencia, la cifra de visitantes anuales rondó en 2024 los 2.287.000, recuperando niveles muy similares a los anteriores a la pandemia. Con toda probabilidad, este año los superará. En cualquier caso, la ratio entre turistas y habitantes fue el año pasado de 5,86. En el conjunto de España, llegó a 1,92. Lo cual implica que, en relación con su población, Islandia tiene tres veces más visitantes que la segunda potencia turística mundial. ¿Está la Tierra de Hielo saturada?

Skógafoss en invierno

Skógafoss en invierno.

Como suele ser habitual en Islandia, no hay una respuesta sencilla. ¿Podríamos decir que hay saturación en lugares donde es frecuente pasar horas sin ver otra persona, o sin encontrar otro vehículo? Por supuesto, la respuesta será negativa. Sin embargo, hay sitios en los que la presencia humana puede llegar a ser excesiva. Sin duda, los espacios en Islandia suelen ser tan enormes que a priori la saturación será relativa. Aun así, es frecuente encontrar una fila para acceder a la cueva tras Seljalandsfoss y, en determinadas horas del día, las posibilidades de hacer una foto «limpia» de Skogafoss son prácticamente nulas. Por citar un par de ejemplos, de los muchos que encontraremos en el sur de Islandia, la zona más visitada de la isla.

Plataforma junto a Mögárfoss

Plataforma junto a Mögárfoss.

En otros lugares, como Fjaðrárgljúfur, la situación llegó a tal extremo que el gobierno de la isla se vio obligado a cerrar el acceso al cañón. Fjaðrárgljúfur es un magnífico ejemplo de lo rápidamente que pueden cambiar las circunstancias. El cañón era una más de las numerosas «joyas escondidas» de Islandia. Bastó con que apareciera en un video musical y en una serie de televisión para que, de la noche a la mañana, se convirtiera en uno de los espacios más visitados de la isla. Su frágil naturaleza comenzó a deteriorarse rápidamente, mientras el comportamiento irresponsable de algunos visitantes suponía un riesgo para su propia seguridad. El gobierno acabó cerrando el acceso al cañón. Tras el cierre, se acotaron caminos y se instaló una plataforma metálica, a modo de mirador. La parte más frágil del cañón no volvió a abrirse y, en la zona habilitada, siempre son posibles los cierres temporales, con el fin de proteger el entorno.

Pasarelas en Hveravellir

Pasarelas en Hveravellir.

Este proceso de progresiva urbanización se está dando en numerosas atracciones de la isla. Desde lugares muy populares, como Goðafoss o Haukadalur, hasta algunos bastante apartados de las rutas más trilladas, como Stuðlagil o Hveravellir. En algunos casos, se intenta proteger lugares especialmente frágiles, que acabarían completamente destruidos por el flujo de visitantes. En otros, facilitar la visita a personas con problemas de movilidad o, simplemente, hacer que el entorno sea más seguro.

Un día tranquilo en Gunnuhver

Un día tranquilo en Gunnuhver.

En ocasiones, todos estos factores se combinan. Gunnuhver es un buen ejemplo. Sin la amplia pasarela de madera, el terreno circundante estaría lleno de las antiestéticas huellas dejadas atrás por los visitantes. Además, sería peligroso intentar acercarse a la charca hidrotermal, pisando un suelo extraordinariamente blando y con temperaturas cercanas a los 80ºC. Que, hace unos años, la propia pasarela fuera literalmente devorada por la charca, obligando a construir una nueva, debería servirnos de aviso sobre la fuerza que alcanza la naturaleza, en una de las zonas geológicamente más activas del planeta.

La fuerza de Dettifoss

La fuerza de Dettifoss.

La pregunta es hasta dónde es necesario (o conveniente) llevar este proceso de urbanización. Inicialmente, la tendencia parece haber consistido en dejar una zona «asilvestrada», mientras se urbanizaba la adyacente. Así, en la orilla occidental de Dettifoss encontraremos un cómodo mirador, a cuyas proximidades se puede llegar fácilmente en coche, mientras para alcanzar la oriental tendremos que dar una pequeña caminata, desde un aparcamiento tan solo accesible por una pista, para finalmente llegar a una cascada totalmente salvaje, donde la única medida de seguridad será tu propio sentido común. No parece un mal equilibrio, que además permite tener una vista «limpia» desde el lado más civilizado. El problema viene cuando, en lugares como Goðafoss, se ha terminado urbanizando ambas orillas del Skjálfandafljót. ¿Es este el futuro? Esperemos que la Cascada de los Dioses acabe siendo una excepción.

Geysir en invierno

Geysir en invierno.

Otro de los riesgos del turismo es la tentación de manipular los espacios presuntamente naturales. En Islandia, el ejemplo más sangrante está en los géiseres del valle de Haukadalur. En la actualidad, el entorno de Geysir y Strokkur está bastante urbanizado. Más allá de los accesos, la zona contiene hoteles, aparcamientos y comercios. Mucho peor ha sido el daño deliberado que, durante siglos, se ha producido en los propios géiseres. La costumbre de esparcir jabón sobre las charcas, para presumiblemente acelerar el proceso eruptivo, se complementaba con la de arrojar todo tipo de objetos a la boca del surtidor. Una de las posibles causas del letargo de Geysir sería el taponamiento del sistema de conductos subterráneos que lo alimentan. No hay ninguna certeza al respecto, pero podemos estar seguros de que tirar piedras, monedas o pastillas de jabón en su interior no tendrá un efecto muy positivo. Por si esto fuera poco, en 1935 y 1981 se modificó el perfil de la charca, tratando al géiser como si fuera la atracción de un parque temático y no una joya geológica. Aunque, todo hay que decirlo, el venerable Geysir permaneció imperturbable, sin apenas alterar sus cada vez más pausados ciclos.

Pasarela en Seltun

Pasarela en Seltun.

En cualquier caso, este proceso de «turistificación» es tan solo uno de los peligros que amenazan a la naturaleza de Islandia. Históricamente, también ha sido dañina la extracción de recursos naturales. Que, todo hay que decirlo, no siempre fue sencilla o ni siquiera fructífera. Por ejemplo en Seltún se estuvo extrayendo sulfuro entre 1754 y 1763 y posteriormente entre 1858 y 1880. A lo que debemos añadir una exploración científica en 1756 y otra, con fines comerciales, en 1941. Ambas terminaron generando explosiones y dejando atrás diversas construcciones, que todavía pueden apreciarse en la zona.

Mañana de invierno en Hverir

Mañana de invierno en Hverir.

En otras ocasiones, los intentos fallidos han acabado incrementando el interés del lugar. Quizá el mejor ejemplo sea Hverir. ¿Sabías que sus dos fumarolas, que quizá sean el rasgo más llamativo del lugar, son artificiales? Tras siglos de explotación minera extrayendo sulfuro, en la década de 1950 se taladró el terreno, intentando explorar sus posibilidades para la generación de energía. Algo que resultó estar por encima de la capacidad tecnológica de la época. El intento de taponar los conductos también terminó en fracaso, dando lugar a las llamativas fumarolas que podemos apreciar actualmente.

Planta de Svartsengi

Planta de Svartsengi.

Uno de los lugares más célebres de Islandia, la Laguna Azul, ha sido el resultado imprevisto de la acumulación del agua desechada por la planta de Svartsengi. En lugar de filtrarse por las grietas y poros del terreno, como se esperaba, acabó acumulándose y formando un extraño entorno. Sus propiedades medicinales, descubiertas casualmente por un enfermo de psoriasis en 1981, acabaron desembocando en la explotación comercial de la laguna. Antes del ciclo eruptivo de Sundhnúkur, era la principal fuente de ingresos turísticos de la isla.

Stuðlagil desde la orilla izquierda

Stuðlagil desde la orilla izquierda.

También tenemos el caso de Stuðlagil. El espectacular cañón de columnas basálticas permaneció durante siglos oculto bajo las tumultuosas aguas del Jökulsá á Dal. Cuando en 2006 se finalizó la presa de Kárahnjúkar y comenzó el llenado del embalse de Hálslón, el descenso en el nivel del agua del río dejó al descubierto un paisaje insólito. Actualmente, buena parte del caudal del Jökulsá á Dal se desvía por un túnel subterráneo, de 60 kilómetros de longitud, camino de la planta hidroeléctrica de Fljótsdalur, dejando Stuðlagil por encima del mermado nivel del río.

Presa de Kárahnjúkar

Presa de Kárahnjúkar.

En este caso, el precio a pagar fue la destrucción parcial del cañón de Hafrahvammagljúfur, con un tramo sepultado bajo el talud de la mayor presa de material suelto de Europa, y la creación del lago artificial más extenso de Islandia, que alteró para siempre una de las zonas más remotas y vírgenes de las Tierras Altas nororientales. Todo ello con el fin de alimentar de energía la planta de aluminio de Alcoa en Fjarðaál, junto a la orilla del Reyðarfjörður.

Embalse del Hrauneyjalón

Embalse del Hrauneyjalón.

El aprovechamiento energético también ha alterado el entorno del Þjórsá, el río más largo de Islandia, llenando su cauce medio de presas, canales y lagos artificiales. Algunos pueden resultar estéticamente atractivos, pero debemos tener claro que no forman parte del paisaje primigenio de la región. Y, una vez más, el problema está en saber dónde se encuentra el límite. ¿Son suficientes las presas existentes, o prosperará, por ejemplo, el proyecto de embalsar el Hvítá, aguas arriba de Gullfoss?

Junto al primer salto

Junto al salto superior de Gullfoss.

Una cascada que quizá sea el mejor rayo de esperanza para todos aquellos que esperamos poder seguir disfrutando de una Islandia salvajemente prístina. Pese a ser uno de los lugares más visitadas de la isla, su orilla meridional se mantiene totalmente virgen, con un acceso complicado. Además, la cascada ha quedado para siempre ligada a la figura de Sigríður Tómasdóttir. La pionera del movimiento conservacionista en Islandia y la persona que, a base de tesón, logró desbaratar un proyecto hidroeléctrico que habría significado el fin de uno de los espacios más espectaculares de la isla.

Cruzando el Skaftá

Cruzando el Skaftá.

Por tanto, ¿podríamos decir que Islandia ya no es un paraíso natural? Al contrario, la isla contiene tal cantidad de parajes deslumbrantes que su número llega a ser abrumador, hasta el punto de relegar a un relativo anonimato espacios que, en cualquier otro lugar del planeta, serían lugares destacados. En la actualidad, el auténtico problema es el futuro. O, siendo más precisos, la tendencia. Esa lenta pero incesante erosión que suponen tanto el proceso de adecuación al turismo masivo, como la progresiva explotación económica de los recursos naturales. Por supuesto, nadie duda de que Islandia debe seguir desarrollándose económicamente, favoreciendo el bienestar de sus ciudadanos. Y que cierto nivel de adaptación al turismo, lejos de ser perjudicial para el entorno tiene efectos beneficiosos, canalizando el flujo de visitantes por lugares concretos, mientras favorece la preservación del resto.

Atasco en la ruta al volcán

Atasco en la ruta al volcán.

La diferencia entre el éxito y el fracaso estará en la habilidad de la sociedad islandesa para encontrar el adecuado punto de equilibrio, evitando que la isla, o al menos su parte más turística, acabe convirtiéndose en una especie de Venecia subártica, tan fascinante como insufrible. Con el agravante de que determinadas circunstancias, que en un entorno urbano pueden ser desagradables pero tolerables, resultarían mucho menos admisibles en un espacio al que se viaja buscando una naturaleza deslumbrante. A aquellos que amamos Islandia, no nos queda más que esperar su éxito en tan azarosa travesía.

Para ampliar la información.

En Islandia360 encontrarás unas breves recomendaciones para que tu viaje por la isla intente ser sostenible: https://islandia360.com/ser-respetuosos-con-la-naturaleza-en-islandia/.

En inglés, Guide to Iceland tiene un artículo sobre la misma materia: https://guidetoiceland.is/history-culture/sustainable-tourism-in-iceland.

En https://commons.erau.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1080&context=student-works hay un trabajo sobre el impacto del turismo en la naturaleza de Islandia.

Quien quiera interesarse por su posible evolución, puede descargar un PDF en https://www.diva-portal.org/smash/get/diva2:1618155/FULLTEXT01.pdf.

En https://wright-ingraham.org/hydropower-in-iceland-a-review-of-the-karahnjukar-project/ hay un largo artículo sobre la presa de Kárahnjúkar.

La web de Askja Energy tiene un listado con el estado de los diferentes proyectos hidroeléctricos de Islandia: https://askjaenergy.com/2016/08/22/upcoming-power-projects-in-iceland/.