Vimos un crucero por el Mediterráneo Oriental con un itinerario muy atractivo, a un precio todavía mas atractivo y con camarotes libres en la popa del barco. Como también llevaba tiempo dudando sobre si sería interesante ir en un camarote en la misma popa, tenía la posibilidad de matar dos antojos en un mismo viaje.
Nuestra primera impresión, cuando llegamos al Eurodam, fue muy positiva. El barco pasaba la primera noche atracado en la terminal de cruceros de Venecia, con lo que había tiempo de sobra para embarcar. En consecuencia, no había ninguna aglomeración para hacer el check-in. El interior del barco estaba impecable, con un magnífico nivel de limpieza y mantenimiento. El Eurodam tiene a gala conseguir sistemáticamente un 100 sobre 100 en las inspecciones sanitarias del CDC americano, y se nota.
Nuestro camarote, el 7136, estaba situado en la zona central de la popa del barco. Por encima nuestro había otra cubierta con camarotes y, sobre ésta, la cubierta con las piscinas y el buffet. Tenía dos temores por ir a popa: por un lado el ruido de las zonas comunes y por otro las posibles vibraciones por la maquinaria del barco. Del primero, nos aislaba totalmente la cubierta 8. Respecto a las vibraciones o molestias por ir sobre las hélices, no tuvimos ninguna. El camarote era un poco mas grande que los que habíamos tenido en otras navieras: ligeramente mas ancho y algo mas largo. Por lo demás, la distribución era la de todos los camarotes en que habíamos estado: baño y armarios a ambos lados de la entrada, la cama, una pequeña zona de estar y, al fondo, la terraza.
Donde mas se notaba la diferencia en tamaño era en la terraza, bastante mas amplia de las que habíamos tenido en otras ocasiones. La dimos un uso mas que sobrado, desayunando en la terraza la mayor parte de los días y aprovechando los ratos de navegación para disfrutar de la vista. Había dos sillones, con reposapiés independientes, y una pequeña mesa. Lo justo para encontrarse cómodo. Otra diferencia con anteriores cruceros fue la ausencia de viento. Dependiendo de la dirección del aire y la velocidad del barco, en ocasiones puede ser algo incómodo estar en la terraza. A veces, incluso en el interior del camarote, mantener la puerta de la terraza abierta mientras el barco navega puede llegar a ser complicado. En popa, el propio barco te protege del viento, salvo que éste sea muy fuerte y de popa, por lo que estar en la terraza fue todavía mas agradable que en cruceros anteriores.
Otro aspecto muy interesante del camarote era su sistema interactivo de televisión. Además de los típicos canales internacionales y una amplia biblioteca de películas a la carta en castellano, ofrecía pequeños documentales sobre los destinos a visitar. También informaba de la posición y derrota del barco. Al contrario que sistemas similares que he visto en otros barcos, en el caso del Eurodam la aplicación tenía aspecto de haber sido actualizada recientemente, ofreciendo un aspecto muy cuidado y varias pantallas con información práctica. Todo en una televisión plana de grandes dimensiones.
Pero nada en la vida es perfecto. Estar en la popa del buque tenía dos desventajas. La primera, que durante la navegación, por razones obvias, no veías la ruta que había por delante. Esto se compensaba, con creces, por las magníficas vistas hacia la parte trasera. Además del toque un tanto bucólico de ir viendo el paisaje alejarse lentamente, y al contrario que cuando vas en un costado, en popa acabas viendo el paisaje de ambos lados del barco. El otro inconveniente era la distancia hasta la proa. Por primera vez, lograba ir en un crucero en el que era posible ver directamente la proa del barco sin ningún impedimento. Pero casi 300 metros separaban nuestro camarote de la zona de proa. Aunque, por otra parte, era una magnífica forma de hacer ejercicio.
Otra lugar con una visión magnífica era el Crow’s Nest, con un enorme ventanal de 270º, cubriendo la proa y los dos costados del barco. El elegante salón, ubicado en la cubierta superior, era un lugar normalmente tranquilo. Además de la vista panorámica, podías disfrutar de una zona de bar, una cafetería y la biblioteca, esta última especialmente bien surtida de libros de viajes y mapas. Un lugar muy agradable al que, tengo que reconocer, apenas fui tres o cuatro veces en todo el crucero.
El principal motivo para ir poco al Crow’s Nest fue el mirador situado en la cubierta número 6. Ubicado un par de niveles por debajo del puente de mando, ofrecía una magnífica vista de la proa del barco. Con una amplia barandilla, que normalmente estaba vacía, era mi lugar favorito del Eurodam mientras éste navegaba. En las cálidas tardes del Mediterráneo, salir al mirador y sentir el barco navegar, mientras el aire aliviaba la temperatura, era una auténtica maravilla. El acceso se hacía mediante una puerta, sin ninguna indicación, al final de un pasillo junto al camarote 6001. En la cubierta 7 había un mirador similar, pero solía estar cerrado, imagino que por motivos de seguridad, al estar justo bajo el puente de mando.
Todavía mas a proa, había una amplia terraza que abrían al público en algunas ocasiones. Lo visité por primera vez con el barco atracado en Venecia y de nuevo durante la llegada a Argostoli. Cuando estaba abierto, señalizaban el acceso, en la cubierta 5, con un cartel indicando «SCENIC CRUISING, Access to the Bow». A pesar de ir algo mas cerca de la proa, la menor altura y la afluencia de público lo hacían un lugar menos agradable para estar.
En general, el Eurodam era un barco muy abierto al exterior. Todo un contraste con nuestro anterior crucero en el Norwegian Epic. La cubierta de paseo, en el nivel 3, recorría ambos costados y la popa del barco. En la zona central de ambos laterales, algo mas ancha, ofrecía unas tumbonas muy agradables, sobre todo al atardecer. El resto era principalmente una zona tranquila en la que pasear disfrutando de la vista, a un nivel mas cercano al mar.
La restauración también estaba por encima de los cruceros anteriores. Solíamos cenar en el restaurante principal, con turno libre. Muy puntualmente fuimos al buffet, que también era correcto, aunque en este caso un poco menos variado que en MSC o Norwegian. Probamos el «New York Pizza», un pequeño autoservicio junto a la piscina de popa, en el que preparaban pizzas a la orden, pero no nos gustaron. En cambio, las hamburguesas del «Dive-In», un local similar situado junto a la piscina central, estaban buenísimas. De los tres restaurantes de pago, el único que probamos fue el lujoso «Pinnacle Grill», un restaurante con cocina inspirada en la del noroeste de Estados Unidos. La cena costaba 35 US$ por persona, sin incluir bebidas, pero merece la pena darse el gustazo al menos una vez durante el crucero.
Por lo demás, el barco me encantó. Limpísimo, confortable y muy bien decorado, sin los excesos un tanto horteras de MSC. Además, respiraba tranquilidad, lo cual fue de agradecer en un crucero por el Mediterráneo en temporada alta.
En Wikipedia, se puede encontrar una entrada sobre el barco (en inglés): https://en.wikipedia.org/wiki/MS_Eurodam.
El blog Nuestro Mundo Viajero tiene una larga entrada centrada en su gastronomía: http://www.nuestromundoviajero.com/2011/06/la-cuidada-gastronomia-del-eurodam.html.
En https://depuertoenpuerto.com/crucero-mediterraneo-oriental/ se puede ver el itinerario que realizamos a bordo del Eurodam.
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