Shizuoka Sengen Jinja, popularmente conocido como Osengen-sama, es en realidad un conjunto de tres santuarios situado a los pies del monte Shizuhata. Aunque tuvieron orígenes independientes, Kanbe Jinja, Sengen Jinja y Ōtoshimioya Jinja forman actualmente una única congregación sintoísta. El complejo reúne 26 edificios declarados Bien Cultural Importante por la Agencia para Asuntos Culturales, uno de los mayores conjuntos de su estilo en todo Japón.

Llegando a Shizuoka Sengen Jinja

Llegando a Shizuoka Sengen Jinja.

Tras bajar del tren en la estación de Shin-Shizuoka y bordear los fosos meridionales del castillo de Sunpu, continuamos hacia la entrada meridional de Shizuoka Sengen a través de Sengen dori, una calle comercial que aparentemente había conocido mejores tiempos. Los dos voladizos que cubrían sus aceras, con un pretendido aspecto futurista totalmente desfasado, estaban tan faltos de mantenimiento como buena parte de los locales que se alineaban bajo su sombra. Atravesamos la zona lo más rápido que pudimos. Veinte minutos después de bajar del tren, cruzábamos bajo el torii y entrábamos en el recinto sagrado.

Orando en Ōtoshimioya

Orando en Ōtoshimioya.

Sin saberlo, habíamos llegado a Shizuoka Sengen en medio de una celebración. No fuimos capaces de averiguar cual. En cualquier caso, nada más atravesar la puerta de acceso a Ōtoshimioya nos encontramos un grupo de fieles orando. En ese momento, nos dimos cuenta de que no habíamos visto un solo occidental desde que habíamos bajado del tren. Igualmente, todos los carteles y planos del templo estaban únicamente en japonés. Los únicos símbolos inteligibles eran los números. Por primera vez en nuestro viaje por Japón tuve la desagradable sensación de ser un analfabeto. Por otra parte, era evidente que estábamos en un lugar real, no una atracción turística.

Santuario Yachihoko

Santuario Yachihoko.

La calzada que lleva desde Ōtoshimioya al corazón del complejo estaba flanqueada por un mercadillo, en el que principalmente había puestos de comida. Aún no estaba muy ambientado, imagino que por la hora, pero aparentaban esperar una importante afluencia de público. Pasado el mercadillo, dejamos a la derecha el santuario de Asama, en cuya puerta se estaba celebrando algún tipo de ritual. A la izquierda estaba el Santuario Yachihoko, del cual destacan las intrincadas tallas bajo su tejado tradicional y su madera lacada en negro. Antiguamente estaba dedicado a la diosa budista Marishiten, protectora de los guerreros. Se dice que Tokugawa Ieyasu rezó en esta capilla antes de cada una de las 90 batallas en las que luchó. A finales del siglo XIX fue dedicado a Ōkuninushi, momento en que recibió su nombre actual.

Kaguraden de Shizuoka Sengen

Kaguraden de Shizuoka Sengen.

Finalmente, accedimos por una de las entradas laterales al patio central de Sengen Jinja. La plaza era tan simétrica como armoniosa. La puerta principal estaba formada por el clásico rōmon, que en este caso estaba en restauración, oculto tras una maraña de andamios. En linea con el rōmon, el centro estaba ocupado por un kaguraden, un tipo de edificio cuyo nombre deriva de kagura, la danza tradicional que se ofrece a los kami en la religión sintoísta. Finalmente, cerraba la plaza el imponente edificio principal del santuario, reconstruido en 1587 por orden de Tokugawa Ieyasu. La intensa vinculación entre el santuario y el clan Imagawa, del que descendía Ieyasu, no había impedido que cinco años antes éste no dudase en incendiar el edificio durante el transcurso de una batalla.

Ceremonia en Shizuoka Sengen

Ceremonia en Shizuoka Sengen.

Todas las construcciones presentaban un cierto grado de deterioro, que contrastaba vivamente con los inmaculados templos que habíamos visto en Kamakura. Lejos de restar encanto al conjunto, ese aspecto ajado imprimía un aire de autenticidad que los hacía todavía más atractivos. Autenticidad remarcada por la ceremonia que se celebraba en su interior. No nos pareció adecuado acercarnos a curiosear, pero desde el exterior la escuchábamos perfectamente. Un sonido sereno y cadencioso que por un instante nos trasladó al Japón de los shōgun. Al mismo tiempo, en un lateral del santuario había un incesante trajín de monjes, llevando y trayendo al edificio principal lo que parecían ser ofrendas. Por desgracia, nuestro escaso conocimiento del sintoísmo nos impidió comprender el significado del acto.

Sukunahikona

Sukunahikona.

Salimos del patio hacia el norte, donde se encuentra Sukunahikona, uno de los santuarios menores. Actualmente está dedicado al dios de la sabiduría de los artistas. Antes de que, en la era Meiji, se intentase implantar el shinbutsu bunri, era un templo budista en el que se adoraba a Bhaiṣajyaguru, el Buda Maestro de Medicina, conocido en Japón como Yakushi. Sukunahikona resultó ser el límite septentrional del jinja. Una densa pared de jungla lo bordeaba por el oeste. Por contra, hacia este, lindaba con algo tan mundano como un aparcamiento. El brusco retorno a la realidad nos sorprendió. Aturdidos, dimos media vuelta y regresamos al mundo de los kami.

Hayama

Hayama.

En uno de los laterales de Yachihoko habíamos vista una larga escalera ascendiendo entre la espesa arboleda. Conducía al sendero que recorre la cresta de la montaña. En teoría, la senda ofrecía unas vistas interesantes sobre la ciudad y el monte Fuji. En la práctica, la vegetación era tan espesa que era imposible ver algo más allá del follaje. Andando de nuevo hacia el norte, llegamos hasta otro de los santuarios menores, en este caso el de Hayama, fundado en 1878 y dedicado a Ōyamatsumi, kami de las montañas, el mar y la guerra, y a Yamato Takeru, un personaje mítico de la historia japonesa. El edificio, además de estar prácticamente oculto tras la vegetación, era indudablemente menos interesante que los que habíamos visto en la llanura. La única opción que nos quedaba era seguir por la senda un par de kilómetros hasta un mirador desde el que, supuestamente, hay una buena vista del monte Fuji. Pero sabíamos que era un paseo inútil. El volcán estaba oculto tras un denso manto de nubes bajas.

Túmulo de Shizuhatayama

Túmulo de Shizuhatayama.

Regresamos hacia el sur, buscando la salida del jinja. Por el mapa, sabíamos que había algo interesante en el camino, pero no teníamos claro de qué se trataba. Resultó ser una tumba del siglo VI. En el interior del túmulo, de 32 metros de diámetro y 7 de altura, aun se conserva el sarcófago, con una curiosa forma que para algunos recordaría la de las antiguas casas de Japón. Aparentemente, fue la sepultura de algún gobernante local, enterrado junto con numerosos objetos de valor. Nadie sabe con certeza quién yace bajo el túmulo, pero demuestra que el entorno de Shizuoka Sengen ya era considerado un lugar sagrado en los albores del Japón imperial.

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Para ampliar la información:

La Wikipedia tiene un artículo sobre el santuario: https://es.wikipedia.org/wiki/Santuario_Shizuoka_Sengen.

En https://depuertoenpuerto.com/crucero-extremo-oriente/ se puede ver el itinerario completo de nuestro viaje por Extremo Oriente.

En inglés, la web oficial de turismo de Shizuoka tiene una breve entrada, con alguna información práctica: https://www.visit-shizuoka.com/en/spots/detail.php?kanko=244.

En la página shizuoka-tour.com se puede encontrar una reseña algo más detallada: https://www.shizuoka-tour.com/2019/11/18/shizuoka-sengen-jinja-by-saki/. Además, ofrece actividades para aquellos a los que no los gusta viajar por libre.

Shizuoka Sengen tiene web oficial, pero está solo en japonés: http://www.shizuokasengen.net/index.html.