A pesar de contar con poco más de 5.500 habitantes, Sisimiut es la segunda ciudad de Groenlandia. También es el puerto más septentrional de la isla que permanece libre de hielos durante todo el año. Y una de las pocas escalas del Sarfaq Ittuk en las que merece la pena bajar a tierra. Navegando hacia el norte, era el tercer y último puerto de la cuarta jornada del itinerario. Permaneceríamos amarrados a sus muelles durante dos horas y media. No era mucho tiempo, pero al menos sería suficiente para dar un breve paseo hasta su diminuto centro histórico.

Llegamos a Sisimiut a las seis y media de una tarde que, contra todo pronóstico, se había vuelto espléndida. Salimos del banco de niebla, por el que llevábamos navegando desde el mediodía, de una forma tan abrupta, que no tuve tiempo de reaccionar. Para cuando quise subir a cubierta, ya estábamos atracados frente a un gran edificio rojo. Resultó ser la sede central de la sociedad pública KNI, el mayor conglomerado de distribución de Groenlandia, propietaria de empresas como Pilersuisoq y Polaroil.

Nos pusimos en marcha de inmediato. Compartiría el paseo con Sergio y Núria, dos barceloneses con los que había coincidido casualmente en Nuuk y cuyo destino también resultó ser Ilulissat. Antes de dirigirnos al centro de Sisimiut, decidimos cruzar el puente de la carretera que lleva al aeropuerto, con la idea de hacer una foto al Sarfaq Ittuk. De paso, nos acercamos a un pequeño monumento a los pescadores que hay en las inmediaciones.

El paseo también nos sirvió para contemplar otra perspectiva de Sisimiut, con la silueta del llamativo Nasaasaaq al fondo. El monte, que alcanza los 784 metros de altitud, es parte de una cadena con una longitud de seis kilómetros, que se extiende entre la costa del estrecho de Davis, en el que se encuentra Sisimiut, y Sermersuaq, nombre que dan los inuit a la gran capa de hielo que ocupa el centro de Groenlandia. Hay una ruta, asegurada con cuerdas, que permite subir hasta su cima sin demasiada preparación. Ruta que, por supuesto, estaba mucho más allá de nuestras posibilidades para aquella tarde.

Regresamos hacia el centro atajando por una de las características escaleras de madera, tan frecuentes en Groenlandia. Esta nos llevó a un conjunto de casas, pintadas en llamativos colores, de donde salía otra escalera, que subía hacia otras casas igualmente coloridas. Buena parte de los asentamientos de Groenlandia se ubica en lugares con un relieve bastante abrupto. Un tipo de paisaje que, por otra parte, es el predominante en una tierra antigua y moldeada por sucesivos ciclos de glaciación. En muchas localidades hay pequeños laberintos, formados por pasarelas de madera, que en algunas ocasiones acaban directamente frente a una puerta. Una forma simple de facilitar el acceso, en un lugar donde lo normal es que la nieve y el hielo cubran el terreno durante buena parte del año.

Desde la colina, podíamos entrever el puerto interior de Sisimiut, abarrotado con las pequeñas embarcaciones que tan populares son en Groenlandia. Lo mismo sirven para desplazarse entre los asentamientos cercanos, en un país donde apenas hay carreteras, como para salir a pescar. Al fondo, más allá de varios islotes y escollos rocosos, la densa niebla por la que llevábamos navegando la mayor parte de la jornada hacía de telón de fondo.

No tardamos en llegar al diminuto conjunto histórico de Sisimiut, formado por dos iglesias y media docena de edificios de madera. Aunque la zona estuvo habitada por varios pueblos indígenas, la actual ciudad de Sisimiut fue fundada por los daneses. Su primer asentamiento en la zona, una estación ballenera en la isla de Nipisat, 30 kilómetros al norte, fue destruido durante un ataque de los balleneros holandeses. En 1756 se fundaba Holsteinsborg en la isla de Ukiivik. Pero el lugar resultó no ser el más adecuado y, en 1764, Holsteinsborg se trasladó a su actual emplazamiento. En el sentido literal del término. Los edificios de madera fueron desmontados y vueltos a ensamblar en el actual Sisimiut.

La iglesia es algo posterior, pues fue levantada en 1775. Aún así Bethel-kirken, también conocida como Blå Kirke por su característico color azul, es la iglesia más antigua que se conserva en Groenlandia. En 1929 el crecimiento de la población llevó a la construcción de un nuevo templo, en lo alto de la colina rocosa, que fue ampliado en 1984. Como era de esperar, nos encontramos ambas iglesias cerradas.

Mucho más moderna es la casa de turba, que en realidad es una reconstrucción de 1993. Aunque dejaron de utilizarse hace un siglo, este tipo de vivienda fue muy común en la era inicial de la colonización danesa. Anteriormente, los inuit habitaban en viviendas comunales conocidas como illu. A pesar de su tamaño, en su interior podían llegar a vivir hasta 20 personas. Durante los largos meses de invierno, se producían determinados «intercambios» que no eran del agrado de los pastores luteranos y moravos. Su «solución» fue reubicar a los inuit en casas más pequeñas, donde solo podían habitar una o dos familias. Ante la escasez crónica de madera, se optó por construirlas en turba.

Tampoco esperábamos encontrar abierto el pequeño museo local. Al fin y al cabo, eran más de las siete de la tarde. Se ubica en un edificio de 1756, pintado en un llamativo color rojo, que antiguamente era la residencia del administrador colonial. Aunque las dependencias del museo parecen extenderse por los edificios contiguos. En cualquier caso, tuvimos que conformarnos con ver la pequeña colección de trineos tradicionales que hay en su exterior.

La entrada al conjunto está marcada por un arco formado con dos huesos de una ballena boreal (balaena mysticetus), cazada en 1905 en las inmediaciones de Qerrortusoq. Según dicen, la ballena debía medir al menos 20 metros y pesar unas 60 toneladas, proporcionando comida al asentamiento para todo el invierno. El administrador de Sisimiut, al tener noticias de la captura, acudió a Qerrortusoq y compró los dos huesos de la mandíbula. Eran tan grandes, que para transportarlos fue necesario acortarlos en dos metros. Una vez en Sisimiut, para sostenerlos se excavaron dos agujeros «tan profundos como una persona». Viendo el tamaño de lo que ha quedado sobre el nivel del suelo, la ballena debía ser impresionante. 

Regresamos al puerto dando un rodeo hacia el sur, que nos libró de tener que volver a subir y bajar la colina. De paso, pudimos observar unos cuantos petroglifos. Parecían una versión reducida de los que se pueden observar en Qaqortoq, conocidos como «Piedra y Hombre». También pasamos junto a lo que tenía todo el aspecto de ser un viejo almacén colonial, actualmente convertido en tienda de artesanía. Que, por supuesto, también estaba cerrada.

El Sarfaq Ittuk zarpó puntualmente a las nueve de la tarde. Como es habitual en Groenlandia, Sisimiut iba ganando atractivo con la distancia. Aún así, la pequeña ciudad me pareció un lugar agradable y con cierto interés. Algo que no se puede decir de todas las localidades de la isla, donde la mezcla entre el desdén de los groenlandeses con los trastos viejos y la falta de infraestructuras como calzadas y aceras, suele crear un entorno un tanto caótico. En cualquier caso, tampoco creo que nadie viaje hasta Groenlandia para contemplar maravillas arquitectónicas. Al menos, yo nunca lo he hecho.