Desayunamos tranquilamente en el camarote, mientras el barco atracaba y recibíamos la primera sorpresa del día. Sabíamos que el puerto estaba muy cerca del centro histórico de la ciudad, pero no esperábamos que, de la proa del Eurodam a la muralla medieval, hubiera menos de 50 metros.

Desembarcamos poco después de las 8 de la mañana. Habíamos decidido entrar en Rodas por la espectacular Puerta Marina. Caminamos por la calle Akti Sachtouri, entre la muralla medieval y Kolona, el antiguo puerto comercial de la ciudad, ignorando las otras puertas de acceso a la ciudad vieja.

Puerta Marina

Puerta Marina.

Tras un agradable paseo entre la muralla y el puerto, llegamos frente a los torreones de la Puerta Marina, construida en 1478 por orden de Pierre d’Aubusson, gran maestre de la Orden del Hospital. A pesar de haber visto innumerables fotos de la puerta, no pudimos evitar sorprendernos. Sus grandes torreones, y en general todo el conjunto, se pensaron mas para impresionar que como elementos defensivos. Sobre la puerta, todavía se aprecia un bajorrelieve con el escudo de Pierre d’Aubusson, quizá el elemento mas llamativo del conjunto.

Fuente otomana

Fuente otomana.

Traspasar la puerta y adentrarnos en el recinto medieval fue como llegar a otro mundo. Era domingo, por lo que la ciudad aún no había despertado. Tampoco parecía que nuestros compañeros de barco hubieran madrugado demasiado. La ciudad estaba prácticamente desierta. Los comercios, cerrados. No había tráfico. Embelesados, dimos un rodeo hasta la Plaza Ippokratous, con su preciosa fuente otomana, para, a continuación, dar media vuelta y encaminarnos hacia la Calle de los Caballeros.

Plaza Mouseiou

Plaza Mouseiou.

De camino, zigzagueando por los desiertos callejones de la ciudad, no parecía que estuviéramos en Grecia. Los edificios nos eran de algún modo familiares. Podíamos haber estado en cualquier ciudad histórica del oeste de Europa. No es de extrañar, teniendo en cuenta que de allí procedían los caballeros de la Orden del Hospital, que habitaron el barrio de Collachium.

Calle de los Caballeros

Calle de los Caballeros.

Llegamos a la célebre Calle de los Caballeros, llamada así por albergar los distintos albergues en los que vivían, agrupados por «lenguas», los monjes guerreros venidos del occidente europeo. Su cuidado aspecto actual se debe en gran parte a los trabajos de restauración realizados a principios del siglo XX, durante el dominio italiano. Empleamos un buen rato en pasear por la calle y sus callejones adyacentes, curioseando en algunos portales que encontramos abiertos, hasta llegar a la puerta del Palacio del Gran Maestre. Aunque habíamos decidido dejar la visita al palacio para mas adelante, cuando arreciara el calor, no pudimos evitar acercarnos hasta las inmediaciones de su majestuosa puerta.

Mezquita Suleymaniye

Mezquita Suleymaniye.

Ateniéndonos a nuestro plan original, seguimos callejeando, hasta que llegamos frente a la Mezquita Suleymaniye. Fue la primera mezquita de Rodas, construida por los otomanos en 1522, aunque el edificio actual data de 1808. En Rodas, al contrario que en el resto de Grecia, se pueden encontrar numerosos vestigios islámicos. Tiene su explicación. El Dodecaneso, del cual forma parte la isla, fue conquistado por Italia durante la guerra Italo – Otomana por dominar Libia. Estuvo en manos italianas desde 1912 hasta 1947. De este modo, se libró del proceso que eufemísticamente se denominó «intercambio de población» entre Grecia y Turquía. Hoy lo llamaríamos limpieza étnica. Rodas es, de algún modo, una reliquia de lo que antiguamente era el Mediterráneo Oriental: una enorme mezcolanza de pueblos, lenguas, religiones y culturas, que hoy en casi todas partes ha desaparecido. En Rodas, aunque los griegos ortodoxos son una gran mayoría, aun tienen cierta relevancia las minorías musulmana y católica. Los judíos corrieron peor suerte, siendo en gran parte deportados durante la Segunda Guerra Mundial.

Antigua fuente en Plaza Arionos

Antigua fuente otomana en Plaza Arionos.

Las calles eran un auténtico laberinto, en el que lo mismo encontrábamos un callejón sin salida que un angosto pasadizo el cual, atravesando un edifico, conducía a la calle contigua. Los estrechos callejones, con sus continuos cambios de dirección, y los edificios de piedra, apoyados unos en otros mediante contrafuertes, nos trasladaban a un pasado remoto. Esporádicamente, al doblar una esquina, nos encontrábamos con una mezquita, una fuente o un edificio otomano.

Muralla al sur de la Puerta de Amboise

Muralla al sur de la Puerta de Amboise.

Tras vagar sin rumbo por el entramado de callejuelas, subimos a la Torre del Reloj. A continuación, cruzamos las puertas de San Antonio y de Amboise para poder apreciar las murallas de Rodas desde el exterior. Después de conquistar la isla, los Caballeros Hospitalarios fortificaron su capital empleando a fondo sus recursos económicos y los amplios conocimientos sobre fortificaciones adquiridos en Tierra Santa. Acabaron creando el que en su tiempo se consideró el mas formidable recinto amurallado de Europa. Tras resistir un asedio de los Mamelucos en 1444 y otro de los Otomanos en 1480, reforzaron y actualizaron las murallas, que habían quedado en gran parte obsoletas por el avance de la artillería. Pero en 1522 fueron incapaces de resistir el tremendo embite de Soliman el Magnífico, que encabezó en persona un ejercito de al menos 100.000 hombres. Tras la conquista otomana, las murallas cayeron en desuso, quedando como testigo excepcional de la época de transición entre las murallas medievales y las modernas.

Palacio del Gran Maestre

Fachada principal del Palacio del Gran Maestre.

Desde el otro lado del foso, el recinto amurallado se presentaba imponente. Vimos gente recorriendo los fosos, pero comenzaba a hacer calor, por lo que decidimos que era buen momento para visitar el Palacio del Gran Maestre.

Castillo de San Nicolás

Castillo de San Nicolás.

Como era de esperar, cuando salimos del palacio hacía mas calor todavía. Descendimos por la Calle de los Caballeros, con dirección a la Puerta de San Pablo. El barrio de Collachio, que a primera hora habíamos recorrido en solitario, estaba bastante mas concurrido. Salimos de las murallas con la idea de visitar Mandraki, el antiguo puerto militar. Se suele decir que, en su bocana, estuvo la famosa estatua del Coloso de Rodas. Hoy se cree que la estatua estaba situaba en un lateral del puerto o, incluso, en la antigua Acrópolis. En cualquier caso, el paseo mereció la pena, gracias a la fresca brisa que venía del mar y las hermosas vistas de la ciudad medieval y del Castillo de San Nicolás. Rematamos la visita tomando un refresco en la agradable terraza superior del bar-restaurante Kontiki, construido sobre una barcaza.

La brisa marina y el refresco nos despertaron el apetito. Previamente, habíamos decidido probar suerte en Kathopoulis, un restaurante con magníficas críticas en TripAdvisor. El restaurante está situado en Themistokleus, un estrecho callejón al sur de la plaza de Hipócrates. Aprovechando la sombra, comimos estupendamente en una de las mesas que había en la calle, mientras el Sr. Kathopoulis nos narraba las miserias económicas ocasionadas, según el, por la inestabilidad política en Turquía. Nosotros estábamos allí comiendo precisamente debido a esa misma inestabilidad, pero pensé que era mejor disfrutar de la comida tranquilamente y dejar al hombre desahogarse.

Calle Omirou

Calle Omirou.

Después de comer, nos fuimos a explorar el sur de la ciudad antigua. Nos encaminamos, por la calle Pithagora, hacia la Puerta de San Juan, también conocida como Puerta Roja, que durante el dominio hospitalario delimitaba los sectores de las «lenguas» inglesa y provenzal. La zona estaba mucho peor cuidada que el mas turístico Collachio. Lejos de quitarle encanto, este relativo abandono, unido a la casi total ausencia de visitantes, hacía que pasear por las callejuelas fuese una experiencia muy agradable. A pesar del intenso calor, en sus estrechas calles era sencillo encontrar algo de sombra, lo que hacía soportable la temperatura.

Puerta de San Juan

Puerta Roja, o de San Juan.

Tras pasar literalmente bajo la mansión Hadji Halil, bordear los restos de la antigua muralla bizantina en la Plaza Konti y visitar la minúscula iglesia de San Juan Bautista, llegamos a la muralla medieval. Al igual que en la Puerta de Amboise, aquí se sucedían las lineas defensivas, con puertas, fosos, quiebros y bastiones, hasta llegar a la Puerta de San Juan, sobre el foso exterior del recinto. La puerta se completó en 1457, aunque posteriormente se trabajó para reforzar las defensas a raiz del fallido asedio otomano de 1480. En el marco gótico que la corona, se pueden ver los escudos de la Orden Hospitalaria y de la casa de Aubusson.

Plaza Hippocrates y Calle Sokratous

Plaza Hippocrates y Calle Sokratous, desde la escalinata de Castellania.

Cruzamos el foso exterior, con la idea de ir hasta la Puerta de San Atanasio, la siguiente al oeste. Pero, al perder la protección de las callejuelas de la ciudad antigua, el calor era insufrible, por lo que dimos media vuelta y seguimos recorriendo los estrechos callejones medievales. Medio perdidos en el laberinto, acabamos volviendo a la zona mas turística de nuevo junto a la Mezquita Suleymaniye. La zona, que por la mañana habíamos recorrido casi en solitario, había cobrado vida. La calle Sokratus, ahora con todos sus comercios abiertos, recordaba un zoco de Oriente Medio.

Abside de Santa María del Burgo

Abside de Santa María del Burgo.

Se nos comenzaba a hacer tarde, por lo que emprendimos lentamente el regreso al puerto. Recorrimos Sokratous, con rumbo a la cercana plaza Hipócrates. A continuación, dimos una vuelta por las ruinas del antiguo barrio alto judío, prácticamente abandonado desde la Segunda Guerra Mundial. Primero sufrió la deportación de sus habitantes por los nazis. Después, por su proximidad al puerto, fue «victima colateral» de los bombardeos aliados. En los mismos bombardeos, se destruyó la iglesia de Santa María del Burgo, del siglo XIV, de la que hoy solo quedan sus ábsides.

Puerta de Santa Catalina

Puerta de Santa Catalina desde el interior de la muralla.

Esta vez, decidimos salir del recinto amurallado por la antigua puerta de Santa Catalina. Tras salir al puerto, aprovechamos los escasos minutos que nos quedaban para dar una vuelta por el Muelle de los Molinos, contemplando las ruinas de sus antiguas fortificaciones y los restos de los molinos que le dieron nombre.

De las escalas no previstas en el itinerario original del crucero, sin duda Rodas fue con diferencia la mas interesante. La comodidad de atracar literalmente a unos metros de la ciudad medieval, la belleza del recinto amurallado y los barrios medievales, la ausencia de masificación y una magnífica comida se combinaron para crear una escala perfecta.

El puerto de Mandraki desde el mar

El puerto de Mandraki desde el mar.

Una vez zarpamos, los primeros minutos de navegación fueron muy interesantes. Desde lo alto del Eurodam había una magnífica vista de los dos puertos históricos de Rodas, con las murallas y el Palacio del Gran Maestre al Fondo. Superado el extremo norte de la isla, el barco viró hacia el OSO, con rumbo a Santorini. Debido al intenso calor de la tarde, la visibilidad dejaba mucho que desear. Tras dejar atrás la peninsula turca de Bozburun y la isla griega de Symi, la península de Datça a duras penas era visible en el brumoso horizonte. Hacia el sureste, la costa de Rodas se alejaba lentamente. Las tres horas que pasamos navegando entre Rodas y la costa de Anatolia fue lo mas cerca de Turquía que logramos estar en todo el viaje.

Algunos vínculos útiles:
La página Guía de Grecia tiene una sección dedicada a la isla: https://www.guiadegrecia.com/dodeca/rodas.html.

Leer https://www.worldhistory.org/trans/es/1-534/rodas/ nos permitirá conocer la larga historia de la ciudad.

En https://depuertoenpuerto.com/crucero-mediterraneo-oriental/ se puede consultar el itinerario completo de nuestro viaje por el Mediterráneo Oriental.

En inglés, la página oficial de turismo de la isla se puede encontrar en http://www.rodosisland.gr/index.asp.