Nuestro primer día de crucero lo pasamos navegando por el centro del Adriático, con rumbo sureste. Me encantan los cruceros que arrancan con un día completo en el mar. Te da tiempo a conocer el barco, deshacer las maletas, acomodarte en el camarote y, en general, familiarizarte con la vida a bordo. En este caso, habíamos pasado un noche en el barco atracados en Venecia, antes de zarpar, por lo que habíamos tenido tiempo de sobra para acomodarnos y colocar todo el equipaje en los armarios. Tuve casi todo el día libre para trastear por el barco y, sobre todo, por sus cubiertas.
El Adriático es un mar relativamente estrecho. Mide unos ochocientos kilómetros de largo, con un ancho que no supera los doscientos kilómetros. No es un lugar de paso, como el Bósforo, Gibraltar o el Canal de la Mancha, por lo que el tráfico marítimo tiende a ser escaso. En principio, pensaba que la navegación no iba a tener gran interés. Pero estaba equivocado.
La primera sorpresa la tuvimos sobre las 8:30 de la mañana. Mientras desayunábamos, vimos algo en el horizonte, a unas diez millas náuticas, que resultó ser la isla de Jabuka. A pesar de ser poco mas que un peñasco deshabitado, cuya cima no llega ni a los cien metros de altura, Jabuka goza de una fama totalmente desproporcionada con su tamaño. El principal motivo es su anomalía magnética, presuntamente debida a la gran cantidad de magnetita que contienen sus rocas. Quizás por este motivo, no suele ser una isla muy visitada, aunque también debe ayudar la total ausencia de cualquier punto en el que atracar. Todo ello ha contribuido a que sus inmediaciones alberguen una rica vida marina.
Subimos a una cubierta superior, desde la que también acertamos a divisar otras islas de la costa croata. Creo que eran Vis y las pequeñas islas de Sveti Andrija y Biševo. En el horizonte, se intuía la costa de Hvar, pero había demasiada canícula y era imposible distinguirla con claridad. En ese momento, nos cruzamos con un pequeño porta-contenedores, de la naviera MSC, que no pudimos identificar. Fue uno de los pocos buques que vimos en todo el día.
Poco después del mediodía, avistamos el archipiélago de Palagruža. La isla principal, Vela Palagruža, tiene un faro construido en la segunda mitad del siglo XIX, cuyas habitaciones se pueden alquilar por semanas. La isla está vinculada a las leyendas homéricas, pues se supone que Diomedes, rey de Argos, puede estar enterrado en ella. Aunque esta creencia es rebatida por los habitantes de la isla italiana de San Nicola, que hacen la misma afirmación, en Vela Palagruža se han encontrado restos de un templo del siglo V antes de Cristo.
Por la tarde, nos habíamos acercado a la costa italiana. Poco después de comer divisamos, relativamente cerca, el extremo oriental de la península de Gargano, en la Apulia. Fue la última vez del día que pudimos divisar tierra.
En Diario del Viajero hay un post sobre la isla de Palagruža: https://www.diariodelviajero.com/europa/isla-palagruza-la-experiencia-de-vivir-en-un-sitio-deshabitado-en-medio-del-mar.
La misma isla tiene una página en la web de turismo de Croacia: https://croatia.hr/es-ES/experiencias/nautica/palagruza–el-paraiso-en-mar-abierto-que-encanto-hasta-a-diomedes.
En https://depuertoenpuerto.com/crucero-mediterraneo-oriental/ se puede consultar todo el itinerario de nuestro viaje por el Mediterráneo Oriental.