Con una superficie de apenas 34 kilómetros cuadrados, habitados por poco más de 3.000 personas, Patmos podría ser una más entre las islas del archipiélago griego del Dodecaneso. Pero, según la tradición, en una de las cuevas del monte Profitis Ilias (Profeta Elías), se escribió el libro del Apocalipsis. Con el tiempo, la isla se convirtió en un lugar de peregrinación y, sobre la cima de su monte más destacado, edificaron uno de los principales monasterios del mundo ortodoxo. Un auténtico tesoro que, junto con la pequeña ciudad que lo rodea, ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad.

Llegando a Patmos al amanecer

Llegando a Patmos al amanecer.

Salí a cubierta poco antes de las siete de la mañana. El Sea Cloud II navegaba lentamente al este de Vrachonisída Chélia, un diminuto islote deshabitado. Más allá, la silueta de Patmos llenaba el horizonte, con su cima cubierta por lo que, desde la distancia, parecía un castillo medieval. A sus pies, un grupo de casas teñía de blanco la ladera. El supuesto castillo era en realidad el monasterio de San Juan el Teólogo, mientras que la acumulación de casas era Chorá, la pequeña ciudad que había crecido en su entorno.

Skala desde el mar

Skala desde el mar.

Pero nuestro destino era Skala, el único puerto y, en la actualidad, mayor núcleo urbano de la isla. A las ocho en punto, el Sea Cloud II fondeaba frente a sus casas y comenzaba el trasiego de las lanchas en las que deberíamos llegar a sus muelles. Desde el barco, Skala no parecía gran cosa. En realidad es una ciudad bastante moderna, pues hasta bien entrado el siglo XX la mayor parte de los habitantes de Patmos vivía en Chorá. No tuvimos tiempo de comprobarlo. Fuimos directamente del muelle a una parada de taxis cercana y salimos rumbo al monasterio.

En el monasterio de San Juan el Teólogo.

En más de un sentido, el extraño monasterio fortificado que corona el monte del Profeta Elías fue el punto culminante de nuestra visita a Patmos. Un pequeño laberinto, en el que perderse fue un auténtico placer.

Un paseo por Chorá.

Aunque Chorá, la pequeña ciudad que se extiende a los pies del monasterio, tampoco se quedó muy atrás. Sus enrevesadas callejuelas nos llevaron de sorpresa en sorpresa, mientras describíamos un amplio círculo en torno a Agios Ioannis Theologos.

Camino entre Chorá y la gruta del Apocalipsis

Camino entre Chorá y la gruta del Apocalipsis.

Después, nos dirigimos a la gruta del Apocalipsis. Apenas suponía recorrer 800 metros, todos cuesta abajo y por un camino peatonal. Iríamos andando. Aunque comenzaba a hacer calor, el breve trayecto nos permitió disfrutar de unas vistas espléndidas, tanto hacia Skala como hacia Chorá. Sin resultar excepcional, acabó siendo un paseo bastante agradable.

En la gruta del Apocalipsis.

Según la tradición cristiana, la gruta del Apocalipsis sería el lugar donde Juan recibió la inspiración divina para escribir el último libro del Nuevo Testamento. Con el paso de los siglos, alrededor de la cueva han crecido un monasterio y una pequeña iglesia.
Cuando salimos de la gruta, hacía demasiado calor para seguir andando. Además, el trayecto de 1.200 metros ahora transcurría en su mayor parte por carreteras con tráfico. No parecía muy atractivo. Tras perder un autobús por menos de un minuto, decidimos llamar a un taxi, que nos dejó junto al puerto. Teníamos casi una hora por delante para dar un tranquilo paseo por Skala.

En el centro de Skala

En el centro de Skala.

Aunque, siendo sincero, el lugar no tenía mucho que ofrecer. Como en tantas islas griegas, tras el declive del poder imperial romano, la población se desplazó a las zonas elevadas. Más sencillas de defender y más seguras frente a los frecuentes ataques de los piratas. Las incursiones sarracenas, entre los siglos VII y IX, acabaron provocando el abandono total de la isla. La repoblación vendría a finales del siglo XI, al abrigo del monasterio fundado en 1088. La isla fue conquistada por Venecia en 1207, aunque en 1219 la república restauraría los amplios privilegios del monasterio. En 1340 llegaría el turno de los Hospitalarios, por aquel entonces asentados en Rodas. La estabilidad mejoró de la mano de la conquista otomana, en 1523, aunque la Sublime Puerta apenas logró controlar eficazmente el Egeo durante cortos periodos de tiempo. Un buen ejemplo es el último saqueo de Patmos, llevado a cabo por los venecianos en 1659.

Naos Agiou Pnevmatos

Naos Agiou Pnevmatos.

El resultado de tanta inseguridad fue el virtual abandono de las zonas costeras. Situación que comenzaría a cambiar, tímidamente, a partir de principios del siglo XX. Para acelerarse con el auge del turismo, ya en la segunda mitad de dicho siglo. Skala es, por tanto, una ciudad virtualmente nueva, que contrasta con la hermosa Chorá. Aunque, todo hay que decirlo, tiene cierto encanto. Muchos edificios mantienen un estilo inequívocamente griego, el comercio parece ser de calidad y la pequeña ciudad rezuma tranquilidad por sus cuatro esquinas.

Dejando atrás Skala

Dejando atrás Skala.

Zarpamos ya entrada una tarde que cada vez resultaba más tórrida. Nuestro siguiente destino era la isla de Milos. En linea recta, apenas 200 kilómetros al suroeste de nuestra posición. Aunque para llegar a su amplio fondeadero deberíamos zigzaguear entre las islas del Egeo, no teníamos prisa. El Sea Cloud II se alejó de Skala lentamente, bajo la atenta mirada del imponente monasterio situado en la cima más alta de la isla.

Problemas frente a Patmos

Problemas frente a Patmos.

Patmos aún nos tenía reservada una última sorpresa. Según dejábamos atrás su bahía, nos llamó la atención una extraña concentración de barcos. No tardamos en descubrir su motivo. Un yate tenía problemas, con su popa visiblemente hundida. Hasta tal punto, que sus ocupantes habían optado por abandonarlo. Su balsa salvavidas flotaba indolentemente en las proximidades. Aunque la acumulación de lanchas era más que suficiente para rescatar a los náufragos, el Sea Cloud II era la única embarcación en la zona con un médico a bordo. La ley del mar nos obligó a permanecer en las inmediaciones, hasta que llegó una lancha del servicio de salvamento marítimo.

Chorá desde el sur

Chorá desde el sur.

Después retomamos nuestro rumbo hacia el sur, para rodear la isla por su extremo meridional. Desde la nueva perspectiva, Patmos parecía más yerma y reseca que desde el este, aunque no por ello menos interesante. Más bien al contrario. Chorá y su monasterio eran todavía más llamativos, sobre un monte totalmente privado de árboles y edificaciones. Fue una lástima que la creciente canícula me impidiera conseguir alguna fotografía nítida. En todo caso, salimos de Patmos maravillados, tanto por el legado artístico como por la tranquilidad de una autentica joya que, al menos de momento, parece resistir la masificación que caracteriza a otras islas de Grecia.

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Para ampliar la información.

Grecia Vacaciones tiene una larga entrada sobre la isla: https://greciavacaciones.com/viajar-a-patmos/.

Patmos no tiene aeropuerto. Si vas a viajar en ferri, te puede interesar leer https://www.ferryhopper.com/es/destinations/greece/patmos.

En inglés, muy interesante la web dedicada a la isla: https://www.patmos-island.com/.

Vogue tiene una entrada sobre Patmos: https://www.vogue.com/article/patmos-greek-island-guide.