Cualquiera que haya hecho varios cruceros, casi con toda seguridad habrá desembarcado alguna vez en una lancha. De hecho, nosotros nos estrenamos en nuestra primera escala de crucero fondeando en el Firth of Forth, frente a South Queensferry. Como casi todo en esta vida, las lanchas tienen sus pros y sus contras. Personalmente me encantan, pues hacen posible acceder a puertos en los que de otra forma sería inviable llegar. Con el beneficio añadido de que, generalmente, permiten desembarcar en lugares bastante céntricos. El viaje a bordo de Le Lyrial, entre Atenas y Venecia, se caracterizaba por no atracar mas que en sus puntos de inicio y fin. En todas las escalas se utilizaban lanchas para el desembarco. Incluso en Dubrovnik, que tiene un puerto adecuado para barcos grandes, pero donde fondear frente al puerto antiguo había sido realmente cómodo, ya que el puerto de cruceros está algo alejado del centro histórico.

Llegando a Le Lyrial

Llegando a Le Lyrial en lancha.

Aunque las lanchas también tienen sus inconvenientes. El primero, que en barcos grandes complican el desembarco. Generalmente, las navieras dan prioridad a sus excursiones y organizan un sistema de turnos, en el que tiende a haber cierta desorganización y se alargan los tiempos de espera. Evidentemente, este obstáculo disminuye con el tamaño del barco. En Le Lyrial no suponía ningún problema, ya que en un momento dado todo el pasaje cabía en una de sus lanchas. Jamás tuvimos el mas mínimo contratiempo para subir en aquella que elegimos. El otro inconveniente son las inclemencias meteorológicas. Las lanchas no se distinguen por sus capacidades marineras. Básicamente están diseñadas para, en caso de rescate, aguantar prácticamente inmóviles hasta que sean recogidas. Son virtualmente insumergibles, pero poco mas. Ya habíamos presenciado una vez los problemas de una lancha para ser recogida por el MS Eurodam, durante una escala en Mykonos. Y habíamos sufrido una cancelación en Boracay, por la imposibilidad de botar las lanchas debido al fuerte viento. Como se suele decir, no hay dos sin tres.

Nubes de tormenta en Hvar

Nubes de tormenta en Hvar.

Nací y pasé parte de mi infancia en Alicante, por lo que estoy acostumbrado a los repentinos cambios de humor del Mediterráneo. Pero he de confesar que nuca había visto uno tan brusco. Cuando llegamos a Le Lyrial procedentes de Hvar, apenas faltaban unos minutos para recoger la última lancha y zarpar, por lo que cambiamos de rutina y nos fuimos directamente a popa, para ver como partíamos de nuestro último puerto en Croacia. Según salimos a cubierta, se desataron todos los infiernos. Un fortísimo viento de poniente comenzó a agitar las aguas de la bahía, mientras diluviaba y el cielo se llenaba de rayos y relámpagos. Los barcos que estaban atracados en la zona interior del puerto de Hvar, o en una ensenada entre las islas de Marinkovac y Jerolim, apenas se vieron afectados.

Entre los que estábamos fondeados en el canal que separa Hvar de las islas Paklinski, se desató el caos. Le Lyrial aguantaba bien el envite del viento, pero casi nos aborda La Perla, un pequeño buque de pasajeros que pasó a escasos metros de nuestra popa. La mayor parte de las embarcaciones de recreo que fondeaban en nuestra proximidad desapareció, bien dejándose llevar por el viento a mar abierto, bien llegando como pudieron a algún lugar protegido. Algunos botes de tamaño reducido lo pasaron realmente mal, teniendo que ser remolcados para poder llegar a tierra. Y la última lancha de Le Lyrial, en la que inicialmente habíamos pensado regresar, no pudo con la fuerza combinada del viento y el mar. Tras varios intentos infructuosos, se vio obligada a regresar a la seguridad del puerto.

Recogiendo la última lancha

Recogiendo la última lancha.

Al final, tuvimos que esperar a que amainara algo la tormenta. Aun así, la lancha tuvo que zarpar de Hvar y dejarse llevar por el viento hacia el islote de Pokonji Dol. Le Lyrial salió a su encuentro, situándose a barlovento, de forma que la protegía con su casco. A pesar de algunos momentos de angustia, la maniobra demostró la profesionalidad de la tripulación. Entre unas cosas y otras, perdimos un par de horas, que nos harían llegar a Venecia con retraso al día siguiente. Por su parte, la tormenta se fue tan rápido como llegó. Poco después de las tres, mientras dejábamos atrás Vodnjak Mali, el islote mas occidental de las Paklinski, el sol volvió a brillar, como si nada hubiera pasado.

Algunos vínculos útiles:

En https://depuertoenpuerto.com/de-atenas-a-venecia/ se puede ver nuestro itinerario entre Atenas y Venecia.

En https://www.croatia-charter.yachts/es/informacion/el-clima-y-los-vientos-en-el-adriático%20 se puede encontrar una página interesante sobre la climatología del Adriático. En la misma linea, pero mas breve, https://www.danielis-yachting.com/es/tiempo-y-vientos/. En ambas descubrí que lo que vivimos frente a Hvar fue una «nevera».

Desembarcar en lanchas puede tener consecuencias imprevistas, como nos cuenta la web CruceroAdicto: https://cruceroadicto.com/cruceristas-duermen-en-cancha-de-baloncesto-en-escala-en-monaco.html.

En inglés, hay una breve entrada de la Wikipedia, algo genérica, sobre los tender (denominación inglesa de las lanchas) en https://en.wikipedia.org/wiki/Ship%27s_tender.

Para quien busque un punto de vista diferente, The Telegraph tiene un artículo con una visión bastante negativa del desembarco en lanchas: https://www.telegraph.co.uk/travel/cruises/typesofcruises/2041703/Cruising-can-be-tender-misery.html.