Cuando Erik el Rojo llegó a Groenlandia, sobre el 982 de nuestra era, buscó una zona relativamente libre de hielos y con un clima apto para la agricultura. La encontró en la orilla norte del Eriksfjord. Allí fundó Brattahlíð, el primer asentamiento vikingo en Groenlandia en el que, además de la granja, estuvieron la primera iglesia y el primer parlamento de América. Poco queda hoy de todo aquello. A lo largo del siglo XV, por causas que todavía se debaten, los asentamientos vikingos en Groenlandia colapsaron. Brattahlíð es hoy en día Qassiarsuk, donde hay una excavación arqueológica, en la que han aflorado algunos restos de la antigua granja, y una reconstrucción de la iglesia original. Eriksfjord, el Fiordo de Erik, hoy se conoce por su nombre inuit: Tunulliarfik. Pero el clima sigue siendo relativamente templado y el fiordo suele estar libre de grandes icebergs.

Iceberg solitario

Iceberg solitario.

Precisamente eso era lo que buscaba el capitán del MS Rotterdam. Después de haberse visto obligado a cancelar la navegación por Prins Christian Sund y la escala en Nanortalik, no debía tener ganas de más sobresaltos. Navegar plácidamente por el fiordo Tunulliarfik, con la garantía de no verse bloqueado por el hielo, era una magnífica alternativa.

Groenlandia en el horizonte

Groenlandia en el horizonte.

Tras superar el enésimo banco de niebla, avistamos tierra poco antes de las ocho de la mañana. Justo en el horizonte, entre un manto de nubes grises y el mar, que reflejaba el mismo color, apareció una estrecha franja brillante. Nos llamó la atención algo, apenas visible, que flotaba en medio de esa franja. Era un iceberg, el primero que veíamos con nuestros ojos. Solo al usar los prismáticos para intentar verlo mejor, pudimos apreciar la difusa silueta de unas montañas que se extendían por todo el horizonte, en el costado de estribor. Pero la vista duró poco. La niebla volvió a rodearnos.

Icebergs entre la niebla

Icebergs entre la niebla.

Cuando emergimos de la niebla, una hora y media más tarde, estábamos mucho más cerca de la costa. Ahora las montañas eran perfectamente visibles. Los icebergs se habían multiplicado y las cubiertas se llenaron de pasajeros haciendo fotos a las montañas de hielo. Pero el espectáculo fue breve: de nuevo nos envolvió la niebla. Comencé a preocuparme: ¿estaría el Tunulliarfik cubierto de niebla y no podríamos ver nada? Incluso cabía la posibilidad de que finalmente no entráramos en el fiordo.

Llegando a Groenlandia

Llegando a Groenlandia.

Mis temores eran infundados. Poco antes del mediodía salimos del banco de niebla, muy cerca ya de la costa de Groenlandia. Según nos aproximábamos a la entrada del Skovfjord, el día cambió de una forma sorprendente. Primero despareció la niebla. Después, comenzaron a dispersarse las nubes, abriéndose algún claro entre ellas, que nos permitía ver el azul del cielo. Hasta la temperatura comenzó a templarse. De no ser por los icebergs, hubiéramos podido pensar que estábamos en un tramo de costa despoblada de algún país escandinavo.

Entrando en el Tunulliarfik

Entrando en el Tunulliarfik.

Al superar los rompientes y comenzar a navegar por el fiordo, se hizo evidente que la única diferencia no estaba en los icebergs. A pesar de estar en una de las zonas más pobladas de Groenlandia, apenas había señales de presencia humana. No solo no había carreteras, ni pistas, ni tan siquiera senderos. Tampoco líneas de conducción eléctrica, repetidores de telefonía móvil, o alguna cabaña aislada. Todas esas señas difusas de la civilización que, en cualquier país europeo, acabas viendo hasta en el más recóndito paraje, aquí brillaban por su ausencia. La única huella de la civilización eran dos antenas de radio que, en el costado de babor, sobresalían por encima de las colinas costeras. Eso, y un incesante ir y venir de lanchas recorriendo el fiordo. La falta de carreteras o pistas hace que el medio de transporte favorito de los residentes en la zona sea el marítimo. O el aéreo para distancias más largas.

Icebergs en el fiordo Ikersuaq

Icebergs en el fiordo Ikersuaq.

Según nos adentrábamos en el fiordo, sus orillas se iban elevando progresivamente. Lo que al principio eran colinas se convirtieron en pequeñas montañas. Tras navegar unos 40 kilómetros tierra adentro, llegamos a la altura de Narsaq, la principal población del fiordo. Narsaq ocupa el extremo meridional de la península del mismo nombre. Frente a su puerto, entre la península y la isla de Tuttutooq, un canal comunica Skovfjord con el vecino fiordo de Ikersuaq, también llamado Bredefjord. Al pasar frente al canal, pudimos ver a lo lejos una gran acumulación de icebergs. Ikersuaq está justo al sur de la capa de hielo de Groenlandia, desde la que descienden varias lenguas glaciares que acaban descargando en el fiordo.

Adentrándonos en el Tunulliarfik

Adentrándonos en el Tunulliarfik.

A partir de Narsaq, el Skovfjord se convierte en el Tunulliarfik. Las montañas que lo bordean comienzan a superar los mil metros de altura. El paisaje se volvía más majestuoso. Las laderas, en gran parte desprovistas de vegetación, mostraban sus oscuras rocas desnudas. En las cimas aún quedaban bastantes restos de nieve. Pero, como estaba previsto, en el fiordo apenas se veía algún iceberg disperso, en su mayor parte de reducidas dimensiones.

Unos 25 kilómetros más allá de Narsaq, el Tunulliarfik comienza a ensancharse, a la vez que gira hacia el norte. Según avanzábamos tierra adentro, la temperatura era cada vez más elevada. Las altas montañas protegían el fiordo de los vientos helados. Esto, unido a la baja velocidad a la que navegábamos, hacía que cada vez nos sobrara más ropa en cubierta. Desde que entramos en el fiordo, íbamos en modo “navegación panorámica”, avanzando a baja velocidad y con una guía del crucero describiendo por megafonía los lugares de interés que íbamos pasando. Así llegamos al punto en el que el fiordo Qooroq, procedente del nordeste, desemboca en el Tunulliarfik. Por el Qooroq descendía un gran número de icebergs, procedentes del glaciar del mismo nombre. El glaciar tiene su origen en la capa de hielo de Groenlandia, descargando diariamente unas 200.000 toneladas de hielo en el fiordo. Pero una antigua morrena, hoy sumergida bajo las aguas, impide que los icebergs de mayor tamaño salgan al Tunulliarfik, que de este modo está prácticamente libre de hielos.

Brattahlíð

Brattahlíð.

El paisaje era impresionante. Al sureste del Qooroq, el Illerfissalik, con 1.752 metros de altura, se perdía entre las nubes, abrazadas a su cima. Pero el día mejoraba por momentos. Cada vez veíamos más cielo azul y, de vez en cuando, hasta las nubes que rodeaban el Illerfissalik se abrían, permitiéndonos ver su cumbre. Al oeste, había un pequeño asentamiento: Qassiarsuk. La granja se ubica prácticamente en el mismo lugar en el que Erik el Rojo fundó Brattahlíð. No hizo mala elección: un fiordo prácticamente libre de hielos y un lugar protegido, con un clima relativamente benigno en comparación con la mayor parte de Groenlandia.

Aeropuerto de Narsarsuaq

Aeropuerto de Narsarsuaq.

Frente a Brattahlíð se encuentra el aeropuerto de Narsarsuaq, el único aeropuerto internacional del sur de Groenlandia y uno de los dos en toda la isla capaz de recibir reactores de cierto tamaño. El aeropuerto es un centro neurálgico de las comunicaciones de toda la zona y el responsable del incesante ir y venir de lanchas por el fiordo. Más allá de la pista, encajonada entre montañas, se adivinaba la lengua del glaciar Qooroq, procedente de la cercana capa de hielo de Groenlandia, la segunda mayor del mundo. Sin duda, aterrizar en Narsarsuaq debe ser impresionante.

En ese punto, a unos nueve kilómetros del final del Tunulliarfik, el MS Rotterdam viró en redondo, comenzando el camino de regreso a mar abierto. Eran las cinco de la tarde, por lo que llevábamos más de cuatro horas y media navegando por el fiordo. El regreso fue algo más rápido, aunque no menos hermoso. Había cesado la navegación panorámica y las cubiertas exteriores estaban prácticamente desiertas. El azul se iba imponiendo lentamente en el cielo, aunque las nubes se acumulaban contra las cimas en ambos costados del fiordo, realzando si cabe la espectacularidad del paisaje.

Tardamos algo menos de dos horas en estar de nuevo frente a Narsaq y poco después de las siete y media nos aproximábamos a mar abierto. A pesar de que no habíamos hecho ninguna escala, el día había sido intenso, recorriendo un paisaje de increíble belleza. Pero, aunque todavía no lo sabíamos, lo mejor estaba por llegar.

Algunos vínculos útiles:
En https://depuertoenpuerto.com/crucero-trasatlantico/ se puede ver el itinerario completo de nuestro crucero trasatlántico.

Que no tenga apenas icebergs no quiere decir que el Tunulliarfik no se congele en invierno. En https://diablobanquisa.wordpress.com/2016/02/20/fiordo-de-erik-congelado-diciembre-de-2015/ se puede leer una entrada muy interesante sobre el fiordo cubierto de hielo en el 2015.

Sobre la odisea de Erik el Rojo, hay un buen artículo en https://franciscojaviertostado.com/2016/05/02/erik-el-rojo-y-su-tierra-verde/.

En inglés, se puede encontrar información sobre Brattahlíð en http://viking.archeurope.com/settlement/greenland/the-settlement-at-brattahlid/.

En Visit Greenland, la web oficial de turismo del país, hay una página sobre Narsarsuaq: https://visitgreenland.com/destinations/narsarsuaq/.