La complicada orografía noruega ha permitido que la navegación de cabotaje siga siendo una opción de transporte utilizada con cierta frecuencia. Además de los incontables trayectos locales y la antigua ruta postal de Hurtigruten, que había recorrido en su totalidad el invierno anterior, hay una ruta de ferry regular, con frecuencia diaria, entre los puertos de Bergen y la terminal de Risavika, junto a Stavanger. Ruta que tenía la particularidad de atravesar precisamente el único tramo de costa noruega que no conocía, por lo que se convirtió en el primer tramo marítimo de mi viaje invernal entre Oslo y Reikiavik.

Puerto de Bergen

Puerto de Bergen.

Llegué a la terminal de Nøstebukten sobre las 11 de la mañana, tras un tranquilo paseo desde el centro de Bergen. Hurtigruten y Fjord Line comparten el mismo edificio, junto a Hurtigrutekaien. Para llegar a la sala de espera, tuve que atravesar los mismos pasillos y estancias que había recorrido para embarcar, un año antes, rumbo a Kirkenes y el Ártico noruego. El embarque tuvo cierto retraso, pues el pasaje era tan escaso que, aparentemente, no había ninguna prisa para comenzar el check-in. Finalmente sobre las 13:00, media hora más tarde de la supuesta hora límite para embarcar, estaba dentro del MS Bergensfjord, uno de los dos buques que dan servicio a la linea. No había reservado ningún camarote, ya que la llegada a Stavanger era esa misma tarde. Nada más entrar en el barco intenté localizar una consigna en la que dejar el equipaje. Infructuosamente, pues la única existente, en la cubierta 6, tenía unas taquillas de tamaño ridículo. Resignado a tener que cargar con la maleta durante las cinco horas y media de travesía, subí a la cubierta superior, en el nivel 10, para ver como zarpábamos y despedirme de Bergen.

El Finnmarken llegando a Bergen

El Finnmarken llegando a Bergen.

El Bergensfjord soltó amarras a la hora prevista y, poco después de las 13:30, comenzó a separarse lentamente de los muelles de Bergen. En ese momento, me vino a la cabeza mi llegada a Bergen, a bordo del Finnmarken, prácticamente un año antes. En aquella ocasión, mientras el Finnmarken se aproximaba a Nøstebukten, nos habíamos cruzado con un gran ferry, pintado de un llamativo color rojo. Era el mismo Bergensfjord en el que ahora zarpaba de Bergen rumbo al sur. De alguna forma, aquel breve encuentro había despertado mi curiosidad y se había convertido en el germen del trayecto que ahora emprendía. Me dio por consultar Marine Traffic y, casualidades de la vida, el barco de Hurtigruten que llegaba ese día a Bergen era precisamente el Finnmarken. Por desgracia, iba con unos minutos de retraso. Aunque pude verlo navegando frente a Sandviken, más allá de Nordnes, no se repitió el cruce tan cercano del año anterior.

Puentes de Sotra y, al fondo, Askøy

Puentes de Sotra y, al fondo, Askøy.

Los primeros minutos de navegación fueron por aguas de sobra conocidas, en la ruta que conecta el puerto de Bergen con el Hjeltefjorden. Tras pasar bajo el puente de Askøy y llegar al extremo meridional de la isla homónima, el Bergensfjord enfiló rumbo sur, hacia el puente de Sotra. Cada vez que había pasado por ese mismo lugar, no había podido evitar contemplar el brazo de mar que se extendía más allá del puente y preguntarme si alguna vez lo atravesaría. Finalmente, había llegado ese día.

En el Raunefjorden

En el Raunefjorden.

Tras navegar bajo el puente, seguimos avanzando por un paisaje relativamente urbano. Primero entre la isla de Litlesotra y el continente, más tarde entre las islas de Sotra y Bjorøyna. Zigzagueando entre islotes y escollos, mientras los suburbios meridionales de Bergen y la antena del monte Ulriken iban quedando cada vez más atrás.

Transbordadores en el estrecho de Langenuen

Transbordadores en el estrecho de Langenuen.

Al igual que Hurtigruten, la linea entre Bergen y Stavanger navega principalmente por aguas interiores, protegidas del mar abierto. Una vez atravesó el relativamente amplio Raunefjorden, el Bergensfjord se internó en el estrecho de Langenuen. Con una longitud de 40 kilómetros, separa las islas de Stord y Huftarøy, en el oeste, de las de Tysnesøy y Reksteren en su lado oriental. El paisaje se volvía cada vez más agreste, a la vez que las edificaciones eran cada vez más escasas. Simultáneamente, el día empeoraba por momentos. El cielo plomizo sobre Bergen se había ido oscureciendo según navegábamos hacia el sur, hasta que comenzó a llover copiosamente. En unos minutos, la lluvia se convirtió en granizo. Al contrario que el Finnmarken, el Bergensfjord no tenía ninguna cubierta protegida de las inclemencias atmosféricas, por lo que me vi obligado a buscar refugio en su interior.

En el Fjord Lounge

En el Fjord Lounge.

La siguiente hora y media la pasé yendo y viniendo entre la cubierta y el Fjord Lounge, desde el cual, mal que bien, podía verse la proa del barco. Los chubascos se sucedían sin parar, alternándose la nieve, la lluvia y el granizo. Cada vez que escampaba, salía a cubierta. Para, unos minutos más tarde, verme obligado a regresar al interior. Estaba a punto de darme por vencido cuando, justo antes de llegar a la entrada al estrecho de Karmsund, el día mejoró súbitamente.

Navegando bajo el puente de Karmsund

Navegando bajo el puente de Karmsund.

La travesía de Karmsund, coincidiendo con el crepúsculo, fue de lo mejor del trayecto. El estrecho, de 30 kilómetros de longitud, no llega a los 180 metros de ancho en su zona más angosta, atravesada por el puente de Karmsund. En su extremo septentrional el entorno es completamente urbano, con la pequeña ciudad de Haugesund asentada en su lado oriental, sobre el continente. A occidente, en la isla de Karmøy, abundan las instalaciones industriales, sobre todo relacionadas con la extracción de gas y petróleo en el Mar del Norte. A pesar de la intensa industrialización, la menguante luz del atardecer daba al entorno un extraño halo de belleza.

Barcos gasistas junto a San Olaf

Barcos gasistas junto a San Olaf.

Algo al sur del puente, en Avaldsnes, se encuentra la iglesia de San Olaf, una de las más antiguas de Noruega. Según la tradición, Olaf Tryggvason, uno de los primeros reyes del país, hizo edificar una iglesia de madera. El edificio actual, en piedra, se construyó entre 1250 y 1320. Durante siglos, fue una de las iglesias más grandes de la costa noruega. Numerosos peregrinos se detenían en ella, durante su viaje hasta la capilla de San Olaf, en la hermosa catedral de Nidaros. Después de la unión entre Noruega y Dinamarca, la iglesia de Avaldsnes fue cayendo en el abandono. Tras una primera restauración en 1830, estuvo a punto de ser derruida por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, pues los bombarderos ingleses la utilizaban como punto de referencia en sus ataques sobre Karmsund. Para salvarla, la población local levantó una estructura irregular de madera, con forma de colina, que la cubría totalmente. Apenas pude ver su silueta iluminada, más allá de una hilera de buques gasistas y remolcadores. En cualquier caso, estaba en restauración, oculta tras un andamio y cerrada al público hasta el fin de las obras.

El Bergensfjord siguió zigzagueando por la parte meridional de Karmsund, mientras nos alcanzaba la noche. Cansado de tanto ir y venir cargado con mi equipaje, busqué un lugar tranquilo en uno de los salones interiores, donde aproveché para disfrutar de un reconfortante café bien caliente. Durante la siguiente hora, desde mi butaca en el costado de babor, apenas pude distinguir algo más que las lejanas luces de alguno de los escasos asentamientos que se reparten por las islas del amplio Boknafjorden. El fiordo es uno de los numerosos brazos que cortan la carretera E39, entre Trondheim y Aalborg. Para salvarlo, desde el 4 de Enero de 2018 se está construyendo un túnel, bautizado como Rogfast, que será el más profundo del mundo, al alcanzar los 392 metros bajo el nivel del mar. El fin de las obras está previsto para 2025 ó 2026.

Llegando a Risavika

Llegando a Risavika.

Finalmente, poco antes de las siete, navegábamos por las inmediaciones de Tananger. Sus edificios desfilaban a escasos metros del costado de babor del Bergensfjord. Unos minutos después, era la planta de cemento de Norcem la que quedaba a nuestro estribor. Habíamos llegado a la terminal de Risavika. Tras desembarcar, un breve trayecto de 20 minutos en autobús me llevó al centro de Stavanger.

Para ampliar la información:

En este mismo blog, se puede ver el trayecto en sentido contrario, realizado en autobús, en https://depuertoenpuerto.com/de-stavanger-a-bergen-por-la-e39/.

También es posible consultar mi itinerario invernal entre Oslo y Reikiavik en https://depuertoenpuerto.com/de-oslo-a-reikiavik/.

El blog Latitudes Infinitas tiene una entrada en la que describe las distintas opciones para realizar el trayecto: https://latitudesinfinitas.com/como-ir-de-stavanger-a-bergen/.

Quien decida ir en coche por el interior, también puede consultar https://1000sitiosquever.com/fiordos-noruegos-bergen-stavanger.

En inglés, la página web de Fjordline está en https://www.fjordline.com/en. Se pueden comprar en línea tanto los pasajes del ferry como los billetes del autobús entre Risavika y Stavanger.

El blog nordic wanders tiene una descripción muy detallada de las diversas formas de hacer el recorrido: https://nordicwanders.com/blog/getting-from-stavanger-to-bergen.

En la web oficial de Avaldsnes tiene hay página sobre la iglesia de San Olaf: https://avaldsnes.info/en/olavskirken/.