La primera vez que vimos el cabo fue aproximándonos a Honningsvåg desde el oeste. Aunque llegábamos desde Longyearbyen, más de 800 kilómetros al norte, por razones que desconozco navegamos con rumbo sur hacia Hammerfest. Solo cuando estuvimos a unas veinte o treinta millas de la costa, viramos hacia el este. Llevábamos divisando tierra en el horizonte desde que nos habíamos despertado, pero pasadas las diez de la mañana el cabo era perfectamente distinguible. Una gran meseta rocosa, con más de 300 metros de altura, se adentraba en el mar, destacando sobre el resto de la costa.

Knivskjelodden

Knivskjelodden.

En contra de la creencia popular, el Cabo Norte no es el extremo septentrional de Europa. El cabo está situado en la isla de Magerøya, por lo que no forma parte del continente propiamente dicho. Ni tan siquiera es el extremo septentrional de la isla, que en realidad lo forma la península de Knivskjelodden, un poco más al oeste y unos 1500 metros al norte. Pero cuando te aproximas a la zona por mar, con una costa tan intrincada que es imposible distinguir el continente de las islas adyacentes, la imponente masa rocosa del cabo, adentrándose en el océano, realmente parece el extremo norte del mundo.

La ciudad más próxima, a unos 30 kilómetros, es la pequeña localidad de Honningsvåg, en la costa sur de la isla. Una carretera serpenteante permite llegar al Cabo Norte en algo menos de una hora. El cabo está en un recinto vallado y hay que pagar para acceder, aunque la mayoría de los autobuses incluyen la entrada al recinto en el precio.

La naviera organizaba un servicio de autobuses desde el puerto de Honningsvåg hasta el cabo. No era la opción más barata, pero si la más cómoda. Decidimos ir en el último autobús de la tarde. Aunque a principios de Agosto ya no era posible ver el sol de medianoche, que en Cabo Norte es visible del 14 de Mayo al 31 de Julio, disfrutaríamos del atardecer. La elección fue todo un acierto, pues tras toda una tarde con la niebla cubriendo el promontorio del cabo, el cielo se abrió y nos permitió disfrutar del espectáculo en toda su plenitud.

Camino de Cabo Norte

Camino del Cabo Norte.

Para los que vivimos en el sur del continente, los largos crepúsculos veraniegos de la Europa septentrional son bastante llamativos. En el extremo norte de Noruega esta sensación se acrecienta. Los atardeceres no son largos, son casi eternos. Salimos de Honningsvåg sobre las 21:30 y llegamos al cabo casi una hora después, siempre bajo la luz del ocaso.

La llegada al cabo fue un tanto decepcionante. Nos encontramos en un enorme aparcamiento, repleto de coches y autobuses. Cerca del aparcamiento hay un edificio (el Nordkapphallen) que alberga el centro de visitantes, con museo, cafetería, restaurante y la consabida tienda de recuerdos. Había gente por todas partes: en el edificio, en la explanada y, sobre todo, junto a la famosa esfera armilar, que parecía rodeada por una manifestación.

Acantilados junto al Cabo Norte

Acantilados junto al Cabo Norte.

Pero el recinto es bastante grande, por lo que no fue difícil encontrar un lugar más tranquilo. En primer lugar, nos dirigimos hacia el lado este de la explanada, en dirección al acantilado. No había nadie, por lo que pudimos disfrutar de un paseo relajado. La vista era espléndida, pero hacía viento y la sensación térmica era mucho más fresca que en el resguardado puerto de Honningsvåg. Decidimos ir a tomar un café para entrar en calor.

Ya que estábamos en el Nordkapphallen, aprovechamos para dar una vuelta por el museo, que se sitúa en el sótano del edificio, en una especie de túnel descendente. Siempre soy partidario de disfrutar de la experiencia real, en lugar de la enlatada de un museo, pero estábamos destemplados, por lo que emplear un rato en un recinto cerrado nos permitiría entrar en calor. Fue una idea magnífica. El museo nos pareció interesante, aunque no como para estar en él demasiado tiempo. Pero, descendiendo hacia el fondo, vi una señal que me intrigó: Kings View. Siguiendo la dirección de la flecha, llegamos a la sala llamada «Cave of Lights», en la que proyectan un audiovisual sobre el norte de Noruega. En el lado izquierdo de la pared del fondo, apenas visible en la oscuridad de la sala, había una pequeña puerta cerrada. ¿Se podría abrir? ¿Qué habría al otro lado?

Desde Kings View

Vista desde Kings View.

Probé suerte y la puerta se abrió. Me encontré con una plataforma, justo al borde del acantilado, orientada hacia el norte. El pequeño cartel no mentía: era una vista digna de un rey. El mirador parece ser una excavación artificial realizada en la montaña, creando una pequeña plataforma un poco por debajo del nivel natural del cabo. Sin sacrificar la espectacular vista sobre el mar septentrional, se encuentra al abrigo del viento. Pero lo mejor es que estábamos solos. La sensación de tranquilidad era absoluta. Hacia el norte, el sol se deslizaba casi horizontalmente, como si no quisiera tocar el agua, tiñendo el cielo y el mar de tonos anaranjados. Finalmente, se acabó ocultando, aunque las nubes seguían reflejando su luz. Estuvimos casi media hora disfrutando de la preciosa vista, en los que no pasarían por el mirador ni diez personas.

Monumento al Globo

Monumento al Globo.

Cuando volvimos a subir a la explanada superior, estaba algo menos masificada, pero se nos hacía tarde, por lo que nos dirigimos al autobús.

Regresando a Honningsvåg

Regresando a Honningsvåg.

El trayecto de vuelta a Honningsvåg fue precioso. El larguísimo y espectacular atardecer se había convertido, como por arte de magia, en un hermoso amanecer. El cielo iba tornándose azul poco a poco. La carretera bordeaba pequeños lagos y algunos entrantes del mar, en los que el agua reflejaba las llamativas tonalidades del cielo. Embelesados con el espectáculo, llegamos a Honningsvåg en lo que nos pareció un abrir y cerrar de ojos.

Pero todavía no habíamos dado el adiós definitivo al cabo. Teníamos que bordearlo para ir hacia nuestro siguiente destino, mucho más al sur. Zarpamos sobre las dos de la madrugada. El día siguiente era de navegación, por lo que no teníamos prisa ninguna para levantarnos, así que decidí quedarme en cubierta para volver a ver el cabo desde el mar. Estaba prácticamente solo, pues en total no seríamos más de una docena de personas las que habíamos optado por acostarnos más tarde y disfrutar de la navegación.

A pesar de que el día iba avanzando y los jirones de nubes estaban cambiando el naranja por un gris azulado, el cielo se encapotaba por momentos. Poco antes de las tres de la madrugada, tras dejar atrás el pequeño faro de Helnes, pudimos ver el cabo. Una nube espesa se asentaba sobre la meseta, impidiendo ver el extremo superior del promontorio. Media hora después, estábamos navegando justo al norte del cabo, bastante cerca de la costa. La capa de nubes seguía descendiendo, cubriendo la mitad superior de los acantilados. La visibilidad era cada vez peor. Unos minutos más tarde, sin previo aviso, el tiempo empeoró radicalmente. Entramos en un banco de niebla y empezó a caer una lluvia helada. El cabo desapareció definitivamente entre la bruma. Como si nos hubiéramos puesto todos de acuerdo, la docena de locos que quedábamos en cubierta desaparecimos al unísono.

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Algunos vínculos útiles:

Se puede ver el itinerario completo de nuestro crucero por Noruega en https://depuertoenpuerto.com/crucero-noruega/.

Página oficial del cabo (en inglés): http://www.nordnorge.com/en/landscape/?News=4.

Página sobre Cabo Norte en Visit Norway: https://www.visitnorway.es/que-ver-en-noruega/norte-de-noruega/cabo-norte/.

La entrada del blog Profundidad de Campo tiene, como siempre, unas fotos magníficas del cabo: http://profundidad.net/blog/cabo-norte-perfecto-para-el-sol-de-medianoche-y-la-aurora-boreal.

La entrada del blog 3viajes da bastante información práctica: http://www.3viajes.com/ruta-al-cabo-norte/.