Desperté antes de las ocho de la mañana, hora a la que empezaba el desayuno en el hotel Framtíð. Me pareció algo tarde aunque, siendo objetivo, apenas había comenzado a amanecer. Disfruté tranquilamente del desayuno mientras la claridad se iba adueñando lentamente del mundo exterior, revelando las montañas que había más allá del pequeño puerto pesquero de Djúpivogur. Quince minutos antes de las nueve ya había dejado el hotel, no sin cierta pena, y me preparaba para mi primer día realmente completo en Islandia. No tenía que desembarcar, ni esperar a que abrieran el alquiler de coches, solo disfrutar de la isla y sus increíbles paisajes.

Amanecer en Hamarsfjörđur

Amanecer en Hamarsfjörđur.

Hacía una mañana espléndida. Fría, pero increíblemente serena. Sin rastro del viento, la niebla, la nieve o el granizo que me habían acompañado durante buena parte de la anterior jornada. En apenas unos minutos, conducía por la orilla norte del Hamarsfjörđur. A mi izquierda, el agua del fiordo, protegida del oleaje por un grupo de islotes, tenía toda su superficie congelada. A lo lejos, sobre el nítido horizonte, el sol intentaba asomar entre las nubes. La carretera, de doble sentido y sin arcén, pero con un impecable asfalto completamente limpio, zigzagueaba suavemente por un hermoso paisaje volcánico, en el que las manchas de nieve formaban un extraño mosaico con las rocas negras.

Montañas al sur del Álftafjörður

Montañas al sur del Álftafjörður.

No pude evitar detenerme en varias ocasiones, mientras la carretera bordeaba Hamarsfjörđur y Álftafjörður, los más meridionales de los fiordos orientales de Islandia. El paisaje era de una belleza asombrosa, acentuada por la suave luz del amanecer. La nieve resaltaba las texturas de las montañas circundantes, que en algunos casos, como el pico Gođaborg (Fortaleza de los Dioses), se elevaban por encima de los mil metros. Avanzar por una carretera solitaria, en medio de un paisaje tan imponente, durante un hermoso amanecer, fue una experiencia que me hizo recordar la época, hace tiempo pasada, en la que disfrutaba conduciendo. Una sensación que he tenido con frecuencia recorriendo Islandia en coche.

Lækjavik.

Lækjavik es una preciosa playa de arena negra, que se extiende a los pies de las inestables laderas del Mælifell. Tuve la suerte de llegar a sus inmediaciones coincidiendo con una marea y una luz que realzaban la serena belleza del lugar.

Haciendo un esfuerzo, logré dejar atrás Lækjavik, conduciendo por una carretera que avanzaba por el borde de una empinada ladera volcánica, entre el mar y las estribaciones orientales de Krossanesfjall. Seguí deteniéndome de vez en cuando, en precarios aparcamientos situados al borde del asfalto. Bajo la carretera, el oleaje golpeaba con fuerza los farallones rocosos. Por encima de ésta, las piedras negras resbalaban de vez en cuando por la inestable ladera, creando pequeños desprendimientos, más sencillos de escuchar que de ver.

Eystrahorn

Eystrahorn.

Finalmente, cerca ya de las once de la mañana, llegué a mi siguiente destino, el faro de Hvalnes. Éste no era gran cosa. Una estructura naranja, de unos once metros de altura, construida en 1954. En cambio, el entorno era impresionante. Al norte, Eystrahorn, el Cuerno del Este. No tan famoso como su hermano del oeste y quizá en una ubicación menos dramática, pero no por ello menos agreste y hermoso. Por contra, su menor popularidad lo convierte en un lugar bastante más solitario. A sus pies, al suroeste, se extiende Lónsfjörður, una laguna aislada del mar por Hvalnesfjara, la larga lengua de arena negra que se prolonga más de diez kilómetros hacia el oeste. Lón, la llanura aluvial que hay más allá de Lónsfjörður, es la primera parada para numerosas aves migratorias, cuando éstas regresan a pasar el verano en Islandia. Incluso en pleno invierno, la zona estaba llena de pájaros, que revoloteaban incesantemente por encima de las olas y las cumbres de Eystrahorn.

Oleaje en Lónsvik

Oleaje en Lónsvik.

Al sur de Hvalnesfjara, en la amplia bahía de Lónsvik, el mar parecía haber desatado toda su furia. Al contrario que en los Fiordos del Este, en Hvalnes hacía un viento infernal. Así mismo, el oleaje se había intensificado, hasta formar una incesante sucesión de olas, que rompían sin solución de continuidad contra la arena de Hvalnesfjara. El estruendo del oleaje, el fortísimo viento, que hacía difícil mantenerse en pié, la espuma de las olas, formando una neblina que velaba las montañas del otro lado de la amplia bahía, todo ello en medio de un impactante paisaje invernal, formaban una escena de una belleza arrebatadoramente salvaje, que contrastaba vivamente con el sereno amanecer, tan solo un par de horas antes.

Lónsfjördur

Lónsfjördur.

Pasé más de media hora embrujado por la fuerza y la belleza del lugar. Me hubiera quedado más tiempo, pero cada vez iba más retrasado y, en invierno, las horas de luz en Islandia son limitadas. Continué el camino. Al principio, la carretera bordeaba Lónsfjörður por el norte. La superficie de la laguna estaba completamente congelada. Su inmóvil superficie era un curioso contrapunto del agitado mar al otro lado de Hvalnesfjara. Me detuve brevemente en Klif, un antiguo puesto pesquero abandonado a principios del siglo XX, del que apenas quedan restos más allá de un cartel explicativo. Fue la parada menos interesante del día.

Stokksnes.

Vestrahorn y la playa de Stokksnes son una de las Mecas de los fotógrafos de paisaje en Islandia. La combinación de las abruptas cumbres volcánicas, levantándose directamente sobre la amplia playa de arena negra y la laguna costera, crean un abanico casi ilimitado de posibles composiciones, que van mutando a lo largo de las estaciones, según cambian la capa de nieve y el color de la escasa vegetación del lugar.
Hornafjördur desde el mirador de Ósland

Hornafjördur desde el mirador de Ósland.

Mi siguiente parada fue la pequeña ciudad de Höfn, cuyo nombre en islandés significa puerto. Con algo más de 2.000 habitantes, es el mayor asentamiento del sureste de Islandia. Tiene una ubicación a priori interesante, en una península ubicada justo frente a la boca que comunica el mar con las dos amplias bahías que la rodean. Pero, como buena parte de las localidades de Islandia, no tiene ningún punto realmente atractivo. Fui hasta un mirador cerca del extremo meridional de la península, desde el que se divisaban por un lado las lejanas montañas, más allá de una bahía salpicada de islotes, y por el otro se adivinaban las olas rompiendo contra la barrera arenosa que cierra la más occidental de las bahías. Bonito, pero nada especialmente interesante. Mucho menos en un lugar tan espectacular como Islandia. Tras otra visita que me podía haber ahorrado, hice el firme propósito de no detenerme hasta Jökulsárlón, mi siguiente destino. Por una vez lo logré.

Jökulsárlón.

Conocido popularmente como Glacier Lagoon, Jökulsárlón es el más grande y famoso entre los lagos glaciares de Islandia. La lengua del glaciar Breiðamerkurjökull flota sobre sus aguas, en las que vierte gran cantidad de bloques de hielo, que crean dos de las maravillas naturales de Islandia: el propio lago y la vecina playa, también conocida como Diamond Beach.
Salí de Jökulsárlón de noche. Apenas me separaban 30 kilómetros de mi destino, pero el breve trayecto fue suficiente para que cayera una intensa nevada. Finalmente, sobre las seis y media de la tarde, llegaba al Fosshotel Glacier Lagoon, un moderno e impecable hotel de reciente construcción. El mejor, y también el más caro, de todos los que visité durante mi viaje por el sur de Islandia. En medio de ninguna parte, pero estratégicamente situado para visitar lugares como Jökulsárlón o Skaftafell.

Haciendo balance, el día había sido tan largo como interesante. Entre conducción y visitas, había empleado prácticamente 10 horas en recorrer los 203 kilómetros que había entre el hotel de Djúpivogur y el de Hnappavellir. Aún así, me hubiera gustado disponer al menos de una hora adicional, sobre todo en Jökulsárlón. Me dormí pensando que, al día siguiente, debía organizar mejor mi tiempo, eliminando paradas intermedias y centrándome en las visitas principales.

Para ampliar la información:
El blog Sendas de Viaje describe un recorrido por la misma zona: https://sendasdeviaje.com/islandia-fiordos-este-lagarfljot-laugarfe/ y https://sendasdeviaje.com/jokulsarlon-skaftafe/.

En De Pronto a Bordo hay un post sobre Höfn: http://www.deprontoabordo.com/hofn-islandia/.

En https://depuertoenpuerto.com/islandia-en-invierno/ se puede ver mi primer itinerario invernal por Islandia.

En inglés, la web Hit Iceland tiene una entrada sobre Álftafjörður (https://hiticeland.com/places_and_photos_from_iceland/álftafjörður) y otra dedicada a Eystrahorn (https://hiticeland.com/places_and_photos_from_iceland/eystrahorn).

En outdoor project se puede encontrar información sobre el faro de Hvalnes: https://www.outdoorproject.com/iceland/hvalnes-lighthouse.

La web Guide to Iceland contiene un artículo del fotógrafo danés Mads Peter Iversen sobre Eystrahorn: https://guidetoiceland.is/connect-with-locals/5176/my-new-favorite-location-in-iceland-for-photography-eystrahorn.

La página Arctic Adventures tiene una entrada sobre Höfn: https://adventures.is/iceland/attractions/hofn/.

También se puede visitar la web Glacier Guides: https://www.glacierguides.is/blog/hofn-south-east-iceland.