Amanecía sobre la costa de Helgeland. Salí a cubierta pasadas las siete y media, unos minutos después de haber cruzado el Círculo Polar Ártico. Hacia el este, el cielo comenzaba a clarear, recortando las siluetas de las montañas, mucho más agrestes que las del día anterior. Durante la madrugada, habíamos dejado atrás los puertos de Brønnøysund, Sandnessjøen y Nesna. Este último tiene el honor de ser la escala más breve de toda la ruta: durante el trayecto hacia el norte, Hurtigruten se detiene en su muelle cinco escasos minutos. También habían quedado atrás los fuertes vientos del día anterior. A pesar de lo temprano de la hora, el día prometía. El cielo estaba casi despejado y el único viento era el generado por la marcha del Finnmarken.

El MS Trollfjord

El MS Trollfjord.

Según avanzaba la mañana, la creciente luz iba desvelando las montañas, tras las que se encuentra el parque nacional de Saltfjellet – Svartisen, cubierto en una quinta parte por el glaciar Svartisen. Sobre las 8:15, mientras el Finnmarken comenzaba a internarse en el Melöyfjorden, vi aproximarse un barco con una silueta que me resultó familiar. Era el MS Trollfjord, otro buque de Hurtigruten. Había salido de Ørnes, con rumbo sur, unos 45 minutos antes. Era la primera vez que veía dos barcos de Hurtigruten cruzándose. Mientras pasaban relativamente cerca el uno del otro, encendieron sus luces exteriores y se saludaron con las bocinas, en un ritual que se repetiría cada vez que volviéramos a encontrarnos con otro barco de la naviera.

Llegando a Ørnes

Llegando a Ørnes.

Poco después, éramos nosotros los que nos aproximábamos a Ørnes, nuestra primera escala en la Noruega ártica. El pequeño puerto, poco más que un grupo de casas rodeando un muelle abierto, está situado en el continente. Un conjunto de islas, entre las que destaca Messøya, protegen el muelle de los embates del mar, creando un puerto natural. Más allá de Ørnes, se extendía una sucesión de agrestes montañas, que ocultaban el sol. Contemplaba el paisaje desde una cómoda butaca del salón panorámico de la cubierta 8, a resguardo de las bajas temperaturas del exterior. La vista era magnífica pero, sin saber muy bien porqué, algo me empujó salir al exterior. Según accedía a la cubierta de paseo, tres niveles más abajo, algo me llamó la atención. Más allá del costado de babor, el agua parecía extrañamente inmóvil. Al fijarme con mayor atención, me di cuenta del motivo: el mar estaba congelado. Era una capa de hielo fina, que el Finnmarken atravesó sin mayor problema. A pesar de lo cual fue uno de los momentos de la travesía que recuerdo con mayor emoción. Y el motivo de que, a partir de entonces, pasara muchísimo más tiempo en las cubiertas exteriores que en el salón panorámico, indudablemente más confortable pero también mucho más aislado del impresionante paisaje que nos rodeaba.

Pesqueros entre el hielo en Ørnes

Pesqueros entre el hielo en Ørnes.

La escala en Ørnes fue de las cortas. Poco más de quince minutos en los que se cumplió rigurosamente el ritual que se repetía puerto tras puerto. El Finnmarken comenzó a bajar sus rampas antes de llegar al muelle, con cuatro minutos de adelanto sobre el horario previsto. Nos esperaban tres personas y cuatro coches. Una persona dejó el barco, dos subieron y, tras introducirse los cuatro coches en la cubierta de carga y volver a embarcar varios pasajeros que habían descendido para hacer fotos, zarpamos puntualmente a las 9:30, de nuevo levantando las rampas mientras el barco se separaba del muelle. Aquí no hubo trasiego de mercancías. Todo de una rapidez y eficacia asombrosa, que ejercía sobre mi un efecto casi hipnótico, impulsándome a ver la maniobra siempre que tenía ocasión.

Isla de Sandhornøya

Isla de Sandhornøya.

Tras bordear la península de Kunna, el Finnmarken viró hacia rumbo noreste, adentrándose en el Fugløyfjorden y dejando atrás Helgeland. Según avanzábamos, los escollos o pequeñas islas del día anterior se iban convertido en auténticas moles de roca, algunas de casi mil metros de altura, en las que contrastaba vivamente el blanco de la nieve con el color grisáceo de la roca. Navegamos dejando a babor la isla de Fugløya, coronada por los 765 metros del pico Hagtinden y actualmente deshabitada. Las numerosas casas que se ven desde el barco son en realidad residencias de verano. A estribor la imponente mole piramidal del Sandhornet, la mayor cumbre de Sandhornøya con sus 993 metros, dominaba el paisaje. Todo esto sin faltar los habituales escollos e islotes, entre los que el Finnmarken se manejaba con su soltura habitual.

Una breve escala en Bodø.

Llegamos a Bodø a las 12:30. La escala mas larga del día resultó ser una ciudad destruida en la Segunda Guerra Mundial, con escaso interés. A pesar de lo cual hubo momentos agradables, como el café que tomé en la última planta del hotel Scandic Havet, mientras disfrutaba de las espléndidas vistas desde su terraza exterior.

Zarpando de Bodø al atardecer

Zarpando de Bodø al atardecer.

Zarpamos a las tres de la tarde, mientras un hermoso atardecer se iba adueñando del horizonte. El Finnmaken hizo un brusco giro de 180 grados entorno a la isla de Nyholmen, para enfilar el canal que separa ésta de la vecina Litle Hjartøya. Entre tanto, hacia el sur, la radiación solar generaba un espejismo del tipo Fata Morgana. El día era realmente extraño, con un cielo prácticamente limpio de nubes y una sensación térmica relativamente alta. Solo la nieve, que en las zonas de sombra llegaba casi hasta el mar, unida al temprano atardecer, me hacían recordar que estaba en el ártico a mediados de febrero.

Navegando frente a Landegode

Navegando frente a Landegode.

El tiempo comenzó a cambiar apenas unos minutos después, mientras nos adentrábamos en el Landegodefjorden, un brazo de mar relativamente abierto justo al norte de Bodø. El viento, hasta entonces no demasiado fuerte, comenzó a arreciar. Además, el mar estaba bastante más agitado que durante la tranquila mañana. Se hizo evidente mientras nos aproximábamos a la isla de Landegode. Una lancha de salvamento marítimo venía detrás nuestro, acercándose lentamente a la popa del Finnmarken, mientras se agitaba incesantemente en medio de un oleaje cada vez más intenso. Al ponerse a sotavento de la isla, se aproximó a su costa buscando algo de abrigo y finalmente pudo superarnos. Tras lo cual, puso rumbo al Wilson Dover, un carguero de bandera polaca que imagino debía tener alguna emergencia médica. Estuvo unos minutos a su costado y regresó rápidamente hacia Bodø, de nuevo saltando entre las olas.

Atardecer frente al faro de Landegode

Puesta de sol frente al faro de Landegode.

Mientras tanto, el Finnmarken había llegado junto al extremo septentrional de Landegode. Frente al costado de babor estaba el faro homónimo, acompañado de una preciosa puesta de sol. Fue un momento hermoso, lleno de contrastes. A estribor, un mundo azul y frío, con las montañas nevadas al otro lado de un mar cada vez más rizado. Por contra, a babor dominaban los tonos anaranjados, bañándolo todo con una sensación cálida. Sensación que cada vez era más falsa pues, según dejábamos la mole de la isla atrás, arreciaba un viento gélido que presagiaba un cambio de tiempo.

Crepúsculo en el Vestfjorden

Crepúsculo en el Vestfjorden.

Una vez dejamos atrás el faro, el Finnmarken viró levemente a babor, enfilando directamente hacia Stamsund, nuestro primer destino en las Lofoten. Navegábamos por el Vestfjorden, que como muchos otros en Noruega es un fiordo en el sentido local del término. Para el resto de los mortales, el amplio brazo de mar, de aproximadamente doscientos kilómetros de largo por ochenta de ancho en su boca, sería un golfo. El Vestfjorden es el único lugar en el que la ruta del Hurtigruten se aleja algo de la costa, en el trayecto de unos 78 kilómetros entre Landegode y Stamsund.

Según íbamos alejándonos de Landegode, poco antes de las cinco de la tarde, comenzó a hacerse visible a proa una larga sucesión de cumbres nevadas cubriendo el horizonte. Eran las Lofoten, a las que en cualquier caso íbamos a llegar de noche. Aproveché las dos horas que teníamos por delante para descansar. Me hacía falta, después del intenso día.

Stamsund

Stamsund.

Llegamos a Stamsund a las siete de la tarde. En unos minutos, se organizó el ritual de rigor, con algunas personas subiendo y otras bajando del barco. Entre estas últimas me encontraba yo. Era una noche oscura y cerrada, en un muelle desolado en el que no había mucho que ver. Pero me pareció interesante aprovechar la escala de media hora para estirar las piernas y ver desde tierra una rutina que se repetía en cada puerto. Aquí si hubo trasiego de mercancías, pues estuvieron un rato descargando palets que parecían contener materiales de construcción. Mientras, un pick-up salió de la cubierta de vehículos y desapareció en la oscuridad. Pero la noche era gélida y, una vez terminada la descarga, no había nada de interés en la zona. Volví a subir a bordo.

Zarpando de Stamsund

Zarpando de Stamsund.

Zarpamos rumbo a Svolvær. A las 20:30 me fui a cenar, mientras el barco navegaba hacia el este. Durante la cena, sonó un aviso por megafonía: en el costado de babor se podía ver la aurora boreal. Era la primera aurora del viaje. Al unísono, todos los que estábamos en el restaurante nos levantamos y nos precipitamos hacia la puerta más cercana, buscando la cubierta exterior, donde aparentemente se había congregado el pasaje del barco al completo.

La noche se había tornado todavía más fría y oscura. Incontables estrellas brillaban en una atmósfera limpia, sin luna ni contaminación lumínica. El Finnmarken había apagado prácticamente todas las luces, con la única excepción de las estrictamente necesarias para la navegación. Según mis ojos se fueron adaptando a la oscuridad, comencé a distinguir hacia babor el leve resplandor blanquecino de las cumbres nevadas de las Lofoten, que iban desfilando pausadamente ante nosotros. Sobre las cumbres, se distinguía un tenue manto de color verdoso, ondulando lentamente en medio del cielo estrellado. Pasé un rato disfrutando de la irreal escena hasta que, sin previo aviso, la noche se volvió completamente negra. Nos había alcanzado un frente nuboso que, en la oscuridad, no habíamos visto llegar. Según desaparecían la aurora y las estrellas, comenzó a nevar débilmente. En unas horas, habíamos pasado de un espléndido día soleado a una gélida noche ártica.

Regresé a la cena, que a esas alturas se había quedado fría. Creo que no le importó a nadie. Pero se retrasó tanto que acabó superponiéndose con la escala en Svolvær, en la que al final no me dio tiempo a bajar. Tras zarpar de Svolvær, el Hurtigruten visita el Trollfjorden. Una concesión al turismo, ya que en realidad el fiordo no tiene salida y obliga a desviarse algo de la ruta. Cuando llegamos, el Finnmarken se detuvo frente a la angosta boca del fiordo, mientras iluminaba las rocas de la entrada con sus reflectores de proa. Con luz diurna no dudo que sea un rodeo interesante, pero en ningún caso creo que mereciera la pena hacerlo en una noche oscura y sin luna.

Algo después, al filo de la medianoche, entrábamos en el estrecho de Raftsundet, que atraviesa las Lofoten entre las islas de Hinnøya y Austvågøya. De nuevo encendieron los reflectores, en un vano intento de que pudiéramos apreciar las agrestes laderas entre las que navegaba el Finnmarken. Durante el trayecto en dirección sur, teníamos que cruzar de nuevo Raftsundet, en esta ocasión a la luz del atardecer. No tenía sentido seguir levantado, intentando adivinar algo que en realidad era imposible ver. Por una vez, fui uno de los primeros en abandonar la cubierta.

Algunos vínculos útiles:
En Hurtigruten en invierno, la guía completa, he preparado una recopilación de todos los artículos del blog sobre mi viaje en el MS Finnmarken.

También se puede ver todo el recorrido invernal que realicé por Noruega en https://depuertoenpuerto.com/noruega-en-invierno/.

En el blog Andén 27 se describe el mismo itinerario en verano: http://anden-27.blogspot.com/2016/01/hurtigruten-dia-4.html.

La web oficial de turismo de Noruega también tiene una página dedicada al expreso de la costa: https://www.visitnorway.es/organiza-tu-viaje/como-moverse/en-barco/hurtigruten/, así como una sección dedicada a la región de Helgeland: https://www.visitnorway.es/que-ver-en-noruega/norte-de-noruega/helgeland/auroras-boreales/.

La página del representante de Hurtigruten para España y Portugal está en https://www.hurtigrutenspain.com/destinos/noruega/bergen-kirkenes-bergen/, aunque no permite hacer reservas, solo ver información y solicitar presupuestos.

En inglés la web oficial está en https://global.hurtigruten.com/destinations/norway/classic-round-voyage-bergen-kirkenes-bergen. Aquí si se pueden ver los camarotes disponibles y hacer la compra en línea.

La página oficial de turismo de Helgeland está en https://visithelgeland.com/en/.