Tras la escala en Narsaq, embarcamos en el MS Rotterdam sobre las 13 horas, con la idea de poder tomar un bocado rápido antes de zarpar. La tarde anterior habían anunciado que la salida a mar abierto se realizaría navegando por el fiordo Ikersuaq (o Bredefjord en danés). El Ikersuaq se orienta en dirección noreste – suroeste y tiene la particularidad de que, justo tras las colinas que lo bordean hacia el noroeste, se extiende la gigantesca capa de hielo de Groenlandia, solo superada en tamaño por la de la Antártida. Varias lenguas glaciares desembocan en sus brazos laterales, lo que garantizaba una navegación muy atractiva.

El Ikersuaq en las proximidades de Narsaq

El Ikersuaq en las proximidades de Narsaq.

Pero toda cara tiene su cruz. Por los mismos motivos que lo hacen tan atractivo, en el Ikersuaq suelen abundar los icebergs. En principio, muy interesante, hasta que recuerdas la aversión que suelen tener los capitanes de los cruceros a los témpanos flotantes. No solo son los ecos de la tragedia del Titanic. Sin llegar a esos extremos, pero más recientemente, se han producido incidentes graves, como el del MS Explorer, en aguas de la Antártida. O la colisión del MS Westerdam con lo que parecía un bloque de hielo sin importancia en Alaska, que bastó para abollarle el casco bajo la linea de flotación. Durante la mañana habíamos estado en las proximidades del Ikersuaq y habíamos podido comprobar de primera mano que había una gran cantidad de icebergs, en muchos casos mayores que los de los dos incidentes antes citados. Por eso no nos extrañó que, nada más subir al barco, nos llegara la mala noticia: la navegación por el Ikersuaq se había cancelado. En ese momento me arrepentí de no haber buscado en Narsaq la forma de recorrer al menos una parte del fiordo en una lancha.

Icebergs cerca de Narsaq

Icebergs cerca de Narsaq.

En cualquier caso, estábamos a unos 45 kilómetros de la ensenada de Julianehåb, por lo que teníamos que recorrer algún fiordo. La otra opción era el Tunulliarfik, que a esas alturas era ya casi parte de la familia. En los últimos tres días lo habíamos recorrido otras tantas veces, dos en sentido suroeste – noreste y una en dirección contraria. De nuevo tocaba navegar por sus aguas en sentido suroeste, buscando el mar abierto. No era un recorrido desagradable, más bien al contrario. Pero hubiera sido interesante recorrer un fiordo diferente y, sobre todo, haber podido ver más de cerca la capa de hielo de Groenlandia.

Zarpamos como estaba previsto, a las dos en punto de la tarde. Pasamos alrededor de hora y media navegando por el Tunulliarfik. El día seguía siendo espléndido, con el cielo de un azul intenso y un sol que en ocasiones nos hacía olvidar que estábamos en Groenlandia. Estar en cubierta era un auténtico placer, que nos hizo olvidar enseguida el sinsabor del cambio de itinerario. Íbamos pasando frente a las paredes de roca, cada vez más bajas, sin faltar los consabidos icebergs repartidos aquí y allá. Algunos ya nos eran familiares, como un gran iceberg tabular que había cerca de la desembocadura del fiordo. En cambio otros, de siluetas más caprichosas, nos dejaron con la sensación de que el intenso calor había hecho mella en sus formas, que solo nos recordaban vagamente las vistas anteriormente.

Cuando llegamos a la ensenada de Julianehåb, la escena que teníamos frente a nuestros ojos era grandiosa. Había muchos más icebergs y de mayor tamaño que durante la navegación en el atardecer de los dos días anteriores. Además, la intensa luz hacía que parecieran todavía más blancos, realzando sus texturas e irregularidades de una forma que no habíamos visto hasta entonces. No solo los grandes icebergs eran llamativos. En muchos casos, otros de dimensiones más reducidas tenían formas y texturas muy atractivas, que parecían cambiar según el barco los sobrepasaba, haciendo que contemplarlos fuera un espectáculo casi hipnótico.
En el horizonte, en ambos costados del barco, comenzamos a apreciar alguna forma distorsionada. Tanto hacia el noroeste como hacia el sureste, la acusada diferencia de temperatura entre la capa de aire inferior, en contacto directo con el agua gélida, y la superior, recalentada por el intenso sol, favorecía la formación de espejismos del tipo Fata Morgana, bastante comunes en zonas árticas. En el costado de babor, eran los icebergs más distantes los que se alargaban al reflejarse su silueta por efecto del espejismo. El espectáculo a estribor era todavía más extraño. Las montañas que había sobre el horizonte (o quizá más allá de éste) adoptaban formas caprichosas, pareciendo a veces descomponerse y flotar en el vacío.
Por si todo esto fuera poco, teníamos de fondo el espectacular paisaje de Groenlandia. Mirando hacia el norte, podíamos ver la inmensa capa de hielo sobresalir por encima de las montañas, dominando el horizonte. Su tamaño era tan descomunal que al principio la habíamos confundido con una capa de nubes bajas. Tuvimos que echar mano de los prismáticos para asegurarnos de que en realidad estábamos viendo un inmenso manto helado, que cubría buena parte del horizonte. En cambio, hacia el este, las agrestes montañas, parcialmente cubiertas de nieve, se recortaban contra un cielo azul, que sin embargo palidecía en comparación con el intenso color del mar. Fue una impresionante forma de decir adiós a Groenlandia.
Algunos vínculos útiles:
En https://depuertoenpuerto.com/crucero-trasatlantico/ se puede ver el itinerario completo de nuestro crucero trasatlántico.

José Trejo tiene un blog muy interesante centrado en la zona: http://blogs.hoy.es/un-extremeno-en-el-artico/.

En inglés, se puede visitar Wikitravel en https://wikitravel.org/en/Southern_Greenland.

En https://nsidc.org/cryosphere/arctic-meteorology/phenomena.html hay un interesante artículo sobre los diversos fenómenos ópticos que se pueden apreciar en el Ártico.