Aguas cristalinas, cielos azules, playas de fina arena blanca, largos atardeceres dorados, alojamientos junto al mar… ¿El Caribe? No, una pequeña isla, ubicada apenas a 56 kilómetros de la capital del Ártico noruego. Si tienes la suerte de llegar a Sommarøya, cuyo nombre se traduciría como «Isla del Verano», en uno de los pocos días soleados del corto verano ártico, podrías pensar que, por algún hechizo, el puente que la une a Kvaløya en realidad te ha transportado a algún lugar cercano a los trópicos. Hasta que, siguiendo el vuelo de un charrán ártico que se ha cruzado en tu camino, divisas hacia el suroeste la nieve sobre las montañas de Senja.

Aunque, todo hay que decirlo, los días espléndidos en Sommarøy son más la excepción que la norma. En estas latitudes, el verano es extraordinariamente corto. Además, estío y buen tiempo no son sinónimos. Incluso en los meses de julio y agosto, las jornadas con el cielo completamente despejado no alcanzan el 15% del total. Una media de apenas 4 ó 5 días al mes. Por contra, aquellas con el cielo totalmente cubierto superan el 40%. Nuestra breve estancia en la isla fue una buena muestra. Llegamos en una tarde completamente encapotada. El día siguiente osciló entre la lluvia y el diluvio, para comenzar a aclarar durante el atardecer de la tercera jornada. Tan solo durante nuestra última mañana en la isla, aunque el cielo no estaba completamente despejado, pudimos disfrutar de Sommarøy en todo su esplendor veraniego.

La isla está unida a la red de carreteras noruega por el Sommarøybrua. Un puente de hormigón pretensado, de 522 metros de longitud y con un arco central de 120 metros de vano. Otro mas de los cientos de puentes que sirven para vertebrar la complicada orografía noruega. Puentes que son estrictamente funcionales y parecen calcados entre sí. Más allá de su longitud, la principal diferencia entre unos y otros es el número de carriles. En este caso, estamos ante un puente de un solo carril para ambos sentidos, con el tráfico regulado por semáforos.

En realidad Sommarøy es un pequeño archipiélago, formado por dos islas principales rodeadas por una constelación de islotes y escollos. Entre Sommarøya y Hillesøya hay un angosto estrecho, de apenas 52 metros de ancho, salvado por otro puente de carril único. Según parece, la población habitaba originalmente en Hillesøya, pero se desplazó a la isla mas oriental a lo largo del siglo XIX. En la actualidad, Hillesøya apenas tiene 25 habitantes, mientras que la población de la más pequeña Sommarøya alcanza los 321. Aunque los visitantes parecen preferir Hillesøya, donde se asienta el hotel y buena parte de las residencias veraniegas.

Sommarøy saltó fugazmente a la fama en el verano de 2019, al decidir su consejo municipal eliminar el tiempo oficial en la isla, elevando una solicitud en este sentido al gobierno de la nación. La noticia corrió como la pólvora, en un mundo dominado por las prisas y el estrés. En realidad, era una campaña de publicidad, orquestada por Innovation Norway, la agencia de publicidad estatal. La base de todo era el hecho de que, en Sommarøy, el sol no se pone entre el 18 de mayo y el 26 de julio y por tanto no tenía sentido medir el tiempo tal como se hace en otras latitudes. Mas allá de la repercusión que obtuvo la «noticia», cifrada en unos 1.200 millones de personas alcanzadas, lo más llamativo fue ver los comentarios que hacían algunos medios, afirmando que la isla pasaba del día perpetuo a la oscuridad total. Aunque es cierto que el sol se pone por última vez el 27 de noviembre y no vuelve a despuntar sobre el horizonte hasta el 15 de enero, incluso durante el solsticio de invierno encontraremos dos horas y media de «hora dorada». Sommarøy está demasiado al sur para experimentar varios días de noche consecutiva.

En realidad, que acabásemos en Sommarøy fue fruto de la casualidad. Nuestro principal destino era la agreste Senja, pero no fuimos capaces de encontrar alojamiento a precio razonable en la isla. Terminamos durmiendo en el Sommarøy Arctic Hotel, ubicado en una pequeña ensenada en la costa meridional de Hillesøya. Pese a que aparentaba estar un tanto fuera de lugar, el hotel nos encantó. Y, para ser Noruega, hasta tenía un precio razonable. En cualquier caso, no hicimos un uso intensivo de sus instalaciones y nos limitamos a utilizarlo como base para recorrer la zona. Tampoco exploramos en exceso Sommarøy, limitándonos a volar el dron sobre sus aguas y a dar algún tranquilo paseo por sus playas al regreso de las excursiones.

Sommarøy también tiene fama como un buen lugar desde el que contemplar las auroras boreales. Algo que, al menos en mi experiencia, no resulta demasiado complicado en el Ártico noruego, donde las he podido ver hasta desde el mismo centro de Tromsø. Pero es cierto que la ubicación de la isla, en la parte exterior de la costa, unida a la ausencia de núcleos urbanos hacia el norte, favorece que la contaminación lumínica sea casi inexistente. Además, las agrestes montañas de la cercana Tussøya forman un marco perfecto para componer una hermosa foto. Habrá que probar suerte uno de estos inviernos.