El palacio de Ca’ Rezzonico comenzó a construirse en 1649. Fue un encargo de la rica familia Bon al arquitecto Baldassare Longhena, uno de los más afamados de su época. Longhena falleció en 1682, con la obra aún inconclusa. Simultáneamente, los problemas financieros de Filippo Bon obligaron a interrumpir los trabajos. En 1750 los herederos de Filippo ofrecieron el palacio, que para entonces se estaba deteriorando notablemente, a Giambattista Rezzonico, un rico banquero y comerciante de origen lombardo. Todo un símbolo de los tiempos que corrían en Venecia. Los Bon procedían de una de las familias con más rancio abolengo de la nobleza veneciana, mientras los Rezzonico habían comprado su título por cien mil ducados en 1648 cuando, tras otro de sus interminables enfrentamientos con el Imperio Otomano, la república estaba nuevamente falta de liquidez.

Escalera principal

Escalera principal.

Giambattista reemprendió las obras sin perder tiempo, esta vez bajo la dirección de Giorgio Massari, otro prominente arquitecto barroco. El proyecto se alteró para adecuarlo al gusto rococó, de moda en la época. A pesar de que fue necesario demoler y volver a construir parte del palacio, la fachada estaba finalizada en 1752. Cuatro años más tarde, mientras los Rezzonico entraban en su momento de mayor esplendor, se finalizaba el grueso de los trabajos en el interior del edificio. En 1758 el hijo menor de Giambattista fue proclamado papa, con el nombre de Clemente XIII, a la vez que los Rezzonico sellaban una alianza matrimonial con los Savorgnan, la única familia veneciana con una fortuna equiparable a la suya. Durante años, siguieron acumulando riqueza, cargos y títulos, mientras en su palacio celebraban fiestas que llegaron a durar tres noches.

Salón "Parlour"

Salón «Parlour».

Pero el momento de esplendor fue breve. En 1810 fallecía Abbondio Rezzonico, obispo de Pisa y último miembro de la familia. El palacio comenzó a pasar de mano en mano. Uno de sus dueños, Carlo Pindemonte, vendió todo el mobiliario y las obras de arte, con la única excepción de los frescos que adornaban techos y paredes. Durante una época, residió entre sus muros Carlos María de Borbón, quien más tarde sería pretendiente al trono de España. Lo intentó comprar el emperador alemán Guillermo II, aunque finalmente se le adelantó el conde italiano Lionello von Hierschel de Minerbi. El edificio acabó convertido en poco más que una cáscara vacía, que cambiaba de cometido según el capricho de sus sucesivos inquilinos. Finalmente, aprovechando la crisis financiera mundial, el ayuntamiento de Venecia lo adquirió en 1935, comenzando de inmediato su reconversión como museo del arte veneciano del XVIII.

Portego de la planta noble

«Portego» de la planta noble.

El museo abrió sus puertas el 25 de Abril de 1936. Desde el primer momento, sus salas se plantearon como una reconstrucción del modo de vida de la clase alta veneciana en los últimos años de existencia de la república. Con este fin, se hizo acopio de mobiliario y obras de arte de la época, procedentes de adquisiciones, otros museos o edificios públicos. Una profunda restauración, finalizada en 2001, ha dado como resultado un interesantísimo museo, que permite simultáneamente contemplar una atractiva colección de obras de arte y visitar un palazzo veneciano en todo su esplendor.

Fuente del patio central

Fuente del patio central.

Antiguamente, la forma más común de llegar al palacio era en góndola, mediante su embarcadero privado en el Gran Canal. En nuestros días, se accede desde su parte posterior, a través de la fondamenta Rezzonico, o por la delantera, desde la parada de Ca’ Rezzonico en la linea 1 del vaporetto. La planta baja del palacio, un tanto cavernosa, aloja la taquilla, un pequeño café y la colección de pinturas Ferruccio Mestrovich. También se puede encontrar algún elemento curioso, desperdigado entre los rincones, como un ejemplo de góndola con el tradicional felze, la cabina de madera que, hasta principios del siglo XX, servía para proteger y ocultar a los pasajeros. O la hermosa fuente, con el escudo de los Rezzonico. En el extremo más alejado del Gran Canal está la escalera principal, que da acceso a las plantas superiores.

Sala de baile

Sala de baile.

La planta primera era la utilizada para recibir a los invitados, así como para las grandes fiestas de los días de esplendor del palacio. Su habitación más suntuosa es el gran salón de baile. Está concebida para impresionar a los invitados, lo que indudablemente consigue. Para realzarla, se dobló en altura, eliminando habitaciones del piso superior. Los grandes ventanales, la disposición de las puertas, así como los trampantojos de las paredes y el techo, están concebidos para que tanto el salón como el edificio que lo aloja aparenten ser mucho mayores de lo que en realidad son. Los dos impresionantes candelabros que cuelgan del techo son los originales que había en Ca’ Rezzonico en la segunda mitad del XVIII.

Alcoba del Palazzo Carminati

Alcoba del Palazzo Carminati.

La segunda planta es bastante más pequeña, al haber sido suprimidas las habitaciones sobre el gran salón de baile. Muestra algunos detalles más íntimos de la vida en un palacio del settecento, como la preciosa alcoba de la segunda mitad del siglo, procedente del Palazzo Carminati, en San Stae. Varias de sus salas se han utilizado para exponer obras de arte, entre las que destacan los frescos de Giandomenico Tiepolo, procedentes de su casa familiar en Zianigo.

Antigua farmacia de Campo San Stin

Antigua farmacia de Campo San Stin.

Por último, en la tercera planta, podemos encontrar una interesante farmacia del XVIII. Originalmente estaba ubicada en Campo San Stin, hasta que fue adquirida en 1908 por un anticuario francés. Afortunadamente, éste decidió donarla al municipio de Venecia, que en 1936 la instaló en Ca’ Rezzonico. La farmacia comparte planta con la colección Egidio Martini, la mayor donación de arte recibida por la ciudad en el siglo XX. Muestra pinturas de numerosos artistas, en su mayor parte venecianos, desde el siglo XV hasta principios del XX. Aunque contiene trabajos de autores famosos, como Tintoretto, su auténtico valor reside en los lienzos de pintores menos conocidos, que Martini supo apreciar y recuperar del olvido.

El Gran Canal desde Ca’ Balbi, por Canaletto

El Gran Canal desde Ca’ Balbi, por Canaletto.

En el siglo XVIII, Venecia había dejado de ser la pujante república mercantil que dominaba el comercio con Oriente. Tampoco era el estado que agotaba sus limitados recursos en una lucha desigual con el Imperio Otomano, siempre al borde de una derrota que podía significar el fin. Entre el Tratado de Passarowitz, en 1718, y las Guerras Napoleónicas, Venecia pudo gozar de un periodo de paz relativamente prolongado. Rodeadas de una decadencia cada vez más evidente y sabiendo que difícilmente podrían recuperar las glorias del pasado, sus clases altas se entregaron al lujo y el placer, impulsando la ciudad a una de sus cimas artísticas y culturales. Un canto del cisne antes de la definitiva desaparición de la república en 1797, durante la vorágine creada por la Revolución Francesa. Ca’ Rezzonico es un magnífico lugar para comprender mejor los últimos años de Venecia como estado independiente. Un momento de su historia tan fascinante como melancólico.

Algunos vínculos útiles:

La página oficial del museo está en https://carezzonico.visitmuve.it/es/home/. En la misma web, en https://carezzonico.visitmuve.it/es/el-museo/la-sede-y-la-historia/, es posible descargar una interesante guía en PDF (solo en inglés), así como fichas informativas de cada una de las salas.

En https://depuertoenpuerto.com/de-atenas-a-venecia/ se puede ver nuestro itinerario entre Atenas y Venecia.

En inglés, Google Arts & Culture tiene una sección sobre el museo, que incluye una visita virtual: https://artsandculture.google.com/partner/ca-rezzonico-museo-del-settecento-veneziano?hl=en-GB.

También es interesante la entrada de la Wikipedia: https://en.wikipedia.org/wiki/Ca%27_Rezzonico.