Nuestra llegada a Venecia fue un tanto caótica, pero no falta de encanto. Toda una premonición de la tónica general del viaje que teníamos por delante. El barco partía el 18 de Julio, pero se podía embarcar el 17 y pasar una noche a bordo. En principio, ese era nuestro plan: llegábamos con un día de margen a Venecia, pero no teníamos que buscar hotel para esa noche. Era perfecto. Hasta que me puse a buscar billete de avión: imposible encontrar un billete por menos de 400 € por persona. Al final, salía mas barato ir un día antes y pasar una noche en Venecia. Paradojas de las tarifas aéreas.
Acabamos cogiendo un vuelo a última hora de la tarde del día 16. Todo solucionado: subíamos al avión, veíamos Venecia al atardecer mientras descendíamos hacia el aeropuerto (había conseguido asientos en el lado derecho del avión), dejábamos el equipaje en el hotel y nos íbamos a ver los fuegos artificiales sobre la laguna, pues llegábamos el día de la fiesta del Redentore. Hasta que cambió el viento y de nuevo se nos complicó el día. El aeropuerto de Venecia opera normalmente en configuración noreste. Ese día, el viento garbino hizo que tuviese que operar en configuración suroeste, con lo que se comenzaron a acumular los retrasos. Además de salir tarde, el avión tuvo que dar un amplio rodeo antes de aterrizar, por lo que perdió todavía mas tiempo. Además, ahora Venecia quedaba en el lado izquierdo del avión. Nos quedamos sin vista de la ciudad al aterrizar. Al llegar tarde al aeropuerto, la frecuencia de las lanchas de Alilaguna era menor, por lo que estuvimos un rato esperando en el embarcadero del aeropuerto. El resultado fue que llegamos a Venecia justo cuando comenzaban los fuegos artificiales, que únicamente pudimos entrever a lo lejos, desde las ventanillas de la lancha.

Finalmente, llegamos al embarcadero de San Stae pasada la media noche. Se me había olvidado decirlo: mi mujer se había lesionado el tobillo y tenía que andar con muletas. Estuvimos a punto de cancelar las vacaciones, pero al final decidimos ir, aunque tomándonoslo con mas calma de lo habitual. Cuando llegamos al Palazzo Giovanelli, un edificio del siglo XVI reconvertido en hotel, estábamos agotados. Ella por andar todo el día con las muletas y yo por tener que cargar con todo el equipaje.

El plan para el día siguiente era tomárnoslo con calma. Tras desayunar en el hotel, salimos a dar una vuelta por los barrios de Santa Croce y San Polo, callejeando sin rumbo fijo. En Venecia, quizás por lo complejo de su entramado urbano, en cuanto te alejas del camino mas trillado es sencillo encontrar rincones tranquilos. Paseábamos por callejones casi desiertos, lejos del bullicio habitual de la ciudad. Tras vagar durante casi una hora, acabamos dándonos de bruces con la fachada de San Giácomo. Estábamos muy cerca del puente de Rialto. Dudamos entre incorporarnos a la marea humana que se veía al otro lado del canal o dar media vuelta y volvernos a internar en San Polo. Pero vimos, como un espejismo, que cruzando el puente había una mesa libre en una terraza junto al Gran Canal. Pasamos allí una hora, descansando, tomando cappuccino y viendo el siempre entretenido tráfico del canal.

Masificación en San Marco.

Ya que nos habíamos metido en la marea humana, decidimos seguir paseando hasta la plaza de San Marco. Mas que nada por ver el ambiente, ya que éramos conscientes de que sería imposible visitar cualquier monumento. La plaza no nos decepcionó: tan bonita y tan llena de gente como siempre. Las colas para entrar a San Marco, al Palacio Ducal o al Campanile eran tremendas. Y la plaza era un mar de cabezas. Fuimos hasta la orilla de la Riva degli Schiavoni, para disfrutar de la vista de la isla de San Giorgio Maggiore y, matado el antojo, nos volvimos por el mismo camino.

Vista desde la terraza del Caffe Saraceno.

Se nos hacía la hora de comer, asunto siempre complicado en Venecia. Como nos cogía de camino, decidimos probar suerte en un sitio que ya conocíamos: el Caffe Saraceno, junto al puente de Rialto. De nuevo nos sonrió la fortuna y conseguimos una mesa en la terraza, junto al canal. A pesar de sus mediocres críticas en Yelp y Trip Advisor, es un sitio en el que se come razonablemente bien, a un precio no demasiado elevado (para ser Venecia) y con unas vistas magníficas del Gran Canal y Rialto.

El Gran Canal desdeel embarcadero del hotel Palazzo Giovanelli.

Después de comer, decidimos que era buen momento para embarcar. Hacía bastante calor y teníamos que recoger las maletas antes de ir al barco. Regresamos al hotel buscando la sombra, por estrechos callejones, otra vez huyendo de la masificación.

Algunos vínculos útiles:

En el blog Diario de a bordo hay una interesante entrada, llena de información práctica: http://www.diariodeabordoblog.com/blog/que-ver-hacer-venecia-tres-dias.html.

Entre la innumerables webs con información sobre la ciudad, destaca la página de información turística del ayuntamiento: http://www.veneziaunica.it/es/content/introducción-venecia.

En https://depuertoenpuerto.com/crucero-mediterraneo-oriental/ se puede consultar todo el itinerario de nuestro viaje por el Mediterráneo Oriental.